Toyota Supra
" Cuando Japón hacía GT´s "
Hubo un tiempo en que Toyota fabricaba coches tan alucinantes como este Supra de tercera generación. Un verdadero GT potente y tecnológico que hasta más de uno lo tuvimos en un póster de nuestra habitación.
Y es que en su origen datado en 1979, el Supra no era otra cosa que la versión más deportiva del Toyota Celica. Y estos Toyota Celica Supra apenas fueron importados a España. De hecho, casi todos del los pocos que vinieron lo hicieron a la Islas Canarias.
Pero en 1986 la cosa cambió.
En febrero de dicho año Toyota presentó la tercera generación del deportivo aunque fue la primera en realidad como Supra en solitario. Y es que el Celica acababa de cambiar su plataforma para adoptar una tracción delantera animada por bloques de cuatro y seis cilindros mucho más compactos.
El Supra quedó pues como el peldaño superior, lo más de lo más en lo que a deportivos de la marca se refería. Un GT de propulsión trasera y motores “gordos” con toda la tecnología al servicio de la conducción de la que se pudiera disponer en su día. Y los faros escamoteables claro, eso en la época era un “must”.
El bloque estrella fue el 3.0L DOHC, gasolina atmosférico, de seis cilindros en línea y nada menos que 200 caballos de potencia. Que pueden parecer escasos, pero es que el coche pesaba muy poco más de 1.500 kilos.
Tenia disponible transmisión manual de cinco velocidades o automática cuatro en opción.
Al año siguiente la marca introdujo la versión turbo, desarrollada sobre mismo propulsor y con la que la potencia subía a los 230 CV. Este modelo incluía diferencial trasero de deslizamiento limitado, refrigerador de aceite, alerón trasero integrado, suspensión activa (TEMS llamada por Toyota) y lavafaros, todo ello de serie. Sin embargo el ABS seguía siendo opcional en todos los modelos.
De 1988 a 1991 los cambios que sufrió este gran y apasionante cupé fueron de matiz y equipamiento.
Se comenzó a ofrecer la pintura bicolor, se incluyó instrumentación digital en la versión turbo y el 3.0L contaba con radio CD y control de velocidad de serie.
Más adelante se montaron cinturones con tres puntos de anclaje en la exiguas plazas traseras, se revisaron los motores de las versiones americanas y japonesas y se fueron cambiando detallitos en pilotos exteriores y botoneras interiores, pero en esencia, todo seguía igual. Por cierto, otra incorporación estelar (que aquí no la vimos) fue la tercera luz de freno para el mercado USA con tecnología LED. Ya ves, en 1989. Y ahora parece que lo acabamos de inventar…
Las llantas rococó muy de gusto asiático se cambiaron por unas de cinco brazos en 1990, pero también en 16”.
En ese periodo el Supra también pudo empezar a contar con airbags de conductor y acompañante.
Y un año más tarde Toyota traicionó el espíritu targa del coche (con una pieza de chapa desmontable) al ofrecer un sencillo y eléctrico techo solar. De hecho, en 1992 -un año antes de su cese de producción- los modelos atmosféricos perdieron la opción del techo targa y se debían conformar con el solar. Pero como aquello no “molaba” ni la mitad, es raro encontrar un Supra de esos años con dicha opción.
Como digo, el coche se mantuvo inalterado en su relativa corta historia, pues apenas estuvo siete años disponible. En España se vendió desde finales de 1987 fundamentalmente en su versión atmosférica de seis cilindros y tres litros y era un serio rival de, por ejemplo, el BMW 635CSi o Porsche 928s a punto de relevar. También era algo más barato, pero no mucho más…
Se estima que se vendieron del orden de 160.000 Supras de tercera generación en todo el mundo durante esos años. Más de la mitad en USA.
El único y principal problema mecánico que sufrió fue una tontería que tenia que ver con las presiones de los anclajes de la tapa de válvulas del motor, que estaban demasiado fuertes y fulminaban con el tiempo la junta. La marca nunca hizo una llamada a revisión, pero a partir de 1987 era lo más normal que en un cambio de aceite de tu Supra aprovecharan y te cambiaran la junta y apretaran los tornillos ya con la nueva presión recomendada de manera oficial.
La siguiente generación de este coche supuso un cambio radical en diseño y se hizo famoso gracias a carreras de aceleración con coches modificados y a la película Fast n´Furious. Encontrar ahora un ejemplar de aquella época sin “tunear” es casi misión imposible.
Ahora la marca parece que lo va a resucitar. O bueno, mejor dicho, el nombre. Porque con su nueva filosofía poco o nada quedará ya de aquel deportivo de los 80 que a los chavales nos hizo soñar.
Pero en 1986 la cosa cambió.
En febrero de dicho año Toyota presentó la tercera generación del deportivo aunque fue la primera en realidad como Supra en solitario. Y es que el Celica acababa de cambiar su plataforma para adoptar una tracción delantera animada por bloques de cuatro y seis cilindros mucho más compactos.
El Supra quedó pues como el peldaño superior, lo más de lo más en lo que a deportivos de la marca se refería. Un GT de propulsión trasera y motores “gordos” con toda la tecnología al servicio de la conducción de la que se pudiera disponer en su día. Y los faros escamoteables claro, eso en la época era un “must”.
El bloque estrella fue el 3.0L DOHC, gasolina atmosférico, de seis cilindros en línea y nada menos que 200 caballos de potencia. Que pueden parecer escasos, pero es que el coche pesaba muy poco más de 1.500 kilos.
Tenia disponible transmisión manual de cinco velocidades o automática cuatro en opción.
Al año siguiente la marca introdujo la versión turbo, desarrollada sobre mismo propulsor y con la que la potencia subía a los 230 CV. Este modelo incluía diferencial trasero de deslizamiento limitado, refrigerador de aceite, alerón trasero integrado, suspensión activa (TEMS llamada por Toyota) y lavafaros, todo ello de serie. Sin embargo el ABS seguía siendo opcional en todos los modelos.
De 1988 a 1991 los cambios que sufrió este gran y apasionante cupé fueron de matiz y equipamiento.
Se comenzó a ofrecer la pintura bicolor, se incluyó instrumentación digital en la versión turbo y el 3.0L contaba con radio CD y control de velocidad de serie.
Más adelante se montaron cinturones con tres puntos de anclaje en la exiguas plazas traseras, se revisaron los motores de las versiones americanas y japonesas y se fueron cambiando detallitos en pilotos exteriores y botoneras interiores, pero en esencia, todo seguía igual. Por cierto, otra incorporación estelar (que aquí no la vimos) fue la tercera luz de freno para el mercado USA con tecnología LED. Ya ves, en 1989. Y ahora parece que lo acabamos de inventar…
Las llantas rococó muy de gusto asiático se cambiaron por unas de cinco brazos en 1990, pero también en 16”.
En ese periodo el Supra también pudo empezar a contar con airbags de conductor y acompañante.
Y un año más tarde Toyota traicionó el espíritu targa del coche (con una pieza de chapa desmontable) al ofrecer un sencillo y eléctrico techo solar. De hecho, en 1992 -un año antes de su cese de producción- los modelos atmosféricos perdieron la opción del techo targa y se debían conformar con el solar. Pero como aquello no “molaba” ni la mitad, es raro encontrar un Supra de esos años con dicha opción.
Como digo, el coche se mantuvo inalterado en su relativa corta historia, pues apenas estuvo siete años disponible. En España se vendió desde finales de 1987 fundamentalmente en su versión atmosférica de seis cilindros y tres litros y era un serio rival de, por ejemplo, el BMW 635CSi o Porsche 928s a punto de relevar. También era algo más barato, pero no mucho más…
Se estima que se vendieron del orden de 160.000 Supras de tercera generación en todo el mundo durante esos años. Más de la mitad en USA.
El único y principal problema mecánico que sufrió fue una tontería que tenia que ver con las presiones de los anclajes de la tapa de válvulas del motor, que estaban demasiado fuertes y fulminaban con el tiempo la junta. La marca nunca hizo una llamada a revisión, pero a partir de 1987 era lo más normal que en un cambio de aceite de tu Supra aprovecharan y te cambiaran la junta y apretaran los tornillos ya con la nueva presión recomendada de manera oficial.
La siguiente generación de este coche supuso un cambio radical en diseño y se hizo famoso gracias a carreras de aceleración con coches modificados y a la película Fast n´Furious. Encontrar ahora un ejemplar de aquella época sin “tunear” es casi misión imposible.
Ahora la marca parece que lo va a resucitar. O bueno, mejor dicho, el nombre. Porque con su nueva filosofía poco o nada quedará ya de aquel deportivo de los 80 que a los chavales nos hizo soñar.