Renault Megane 1.6Dci Zen
" Reconquista "
La cuarta generación del compacto francés vuelve a lo grande en el segmento más reñido del mercado. Cualidades no le faltan, pero… ¿serán suficientes para recuperar su corona de “Rey” de la categoría?
El Mègane de Renault desde el inicio de su historia ha sido un producto equilibrado y solvente. Su relación calidad precio ha sido siempre de las mejores y la amplitud de su gama y buenos motores han hecho de él una apuesta segura en nuestro mercado, con más de cuatro millones de unidades fabricadas en Palencia desde su lanzamiento en 1996.
Todas las generaciones han tenido sus luces y sombras, sin embargo, tanto la crítica como el público a la hora de sumar y restar, acabábamos inclinando la balanza del lado positivo.
Es verdad que la marca gala estiró quizá demasiado el ciclo de vida de la tercera generación con cambios tan sutiles como imperceptibles en sus últimos restyling, lo que dejaba al producto algo anticuado respecto a su competencia. Obviamente hablo en términos relativos, pues el Mègane III ha sido muy buen coche hasta el mismo día de su desaparición.
Lo malo es que sus compatriotas galos, los “enemigos” alemanes, las nuevas incorporaciones asiáticas y productos consolidados y recientemente renovados de otros lares, se lo estaban poniendo bastante difícil.
No obstante, Renault sabía lo que se hacía, y tras una época de lanzamientos “menores” (Clio, Twingo, Captur…) sacó a finales de 2015 y primeros de 2016 toda la artillería: Espace, Talismán, Kadjar… y Mégane. Una nueva línea de productos con argumentos sólidos para establecer prácticamente un doble rasero en la gama.
Porque si los lanzados con anterioridad eran muy buenos coches y así lo avala el éxito del Captur, los nuevos son, sencillamente, extraordinarios.
Ya hablamos aquí del Kadjar, y, más recientemente, del nuevo Espace, un auténtico cambio de paradigma, y en breve también lo haremos del Talismán, pero ahora nos centraremos en la auténtica punta de lanza de esta ofensiva, el coche llamado a cosechar los mayores éxitos de la gama a pesar de la moda SUV. Uno de los coches con los que siempre se acierta, con lo que de cara a relanzarlo, no cabe lugar al error. Hablo del nuevo Megàne.
Estéticamente el nuevo compacto es un coche moderno y bastante agraciado. Incluso en el insulso color en el que nos lo cedieron y con sus pequeñas ruedas de serie no ha dejado de llamar la atención.
Es una berlina de dos cuerpos bien proporcionada, sin barroquismos ni florituras, pero con un diseño más trabajado de lo que puede ofrecer, por ejemplo, un Golf.
El morro lleva al plano principal la parrilla con el enorme logo del rombo, que creo que detrás tiene el radar para el control activo de velocidad.
Los grupos ópticos son una adaptación de los del Espace y Talismán, muy chulos y muy futuristas. Lástima que para equilibrar su imagen con su función haya que pagar un extra y convertirlos en “full led”, al menos en este acabado. Nosotros contábamos con esta opción y bueno, pues no se llega al nivel de unos buenos faros bixenon, pero por los 700 euros que cuestan sí merecen la pena con respecto a los focos convencionales que trae de serie. Por cierto, sí que me dijeron que al verlos de noche por el retrovisor, daban algo de “yuyu”.
El perfil es bastante conservador. Los pasos de rueda están más marcados y el pliegue de junto a las taloneras a modo de captador de luz ya es conocido en el resto de productos Renault, pero aquí no va adornado con plásticos ni cromados, sino que es de chapa a la vista.
Las llantas son de serie de 16 pulgadas. Las hay en opción de 17”.
En la trasera volvemos a encontrar unos pilotos ultra modernos y, sobre todo, extra grandes. El LED de las luces de posición se extiende hasta casi el centro de la tapa del maletero, flanqueando el rombo de la marca que más abajo y en acabado brillante muestra la denominación del modelo. Los pilotos, por cierto, no contemplan todas las funciones de luces por tecnología LED.
La ventanilla del portón parece más pequeña de lo que en realidad es, y es que el alerón de techo y sus prolongaciones laterales ocultan una buena porción de cristal, pero, desde el punto de vista estético, quedan bastante bien.
El paragolpes es bastante grande e incorpora en sus bajos las luces de niebla y un pequeño deflector. De esta parte me gusta mucho que Renault no haya caído en la moda de generar falsas salidas de escape aparentando lo que no se es. Aquí sólo hay un escape al lado izquierdo entero y verdadero con una salida oval en acabado de acero inoxidable.
Vamos al interior.
Abrimos la puerta del conductor que parece más robusta y a la vez más ligera que las de cualquier generación anterior y descubrimos unos asientos que… sinceramente, ya simplemente a la vista, no parecen de Renault.
Son amplios y grandes sí, pero vienen con unos agarres laterales hasta ahora reservados para los productos más racing de la marca. Nos sentamos y descubrimos que el mullido también es algo más duro del que acostumbra a incluir el fabricante en sus modelos familiares, pero aún así, son muy-muy cómodos, ciertamente.
La postura al volante también se ha implementado. Ya no hay rastro de esos aros tumbados que tanto les parecían gustar y que comprometían la ergonomía. Ahora, el puesto de conducción se asemeja más al de un coche alemán, que no es mal ejemplo del que aprender en este aspecto…
Todo queda a mano, todo queda a la vista y la altura del asiento es la correcta para casi cualquier talla. Con dos o tres reglajes de volante y butaca encontraremos fácilmente nuestra posición ideal.
A todo esto, el volante es de cuero y multifunción, pero el coche conserva el mando satélite de equipo de audio tras él, un detalle que puede parecer rancio pero que, probados tantos y tantos equipos… lo prefiero a muchos de ellos.
La instrumentación digital es la que ya vimos en el Kadjar.
Da buena información y se puede configurar de cuatro modos (Eco, Neutral, Sport y Confort). A mí personalmente no es nada que “me mate”, pero bien está.
Pero lo que de verdad está bien-bien, pero bien-fenomenal, es la pantalla “pequeña” multimedia de serie de la consola central.
A Renault le daba un poco de apuro cedernos un coche sin la cacareada supertableta central, pero como ya la había probado y me había peleado con ella en el Espace, se lo acepté de buen grado. Y… ¡qué acierto chico!
Tiene 7 pulgadas y gobierna navegador, audio y demás funciones accesorias de modo táctil, pero deja a unos sencillos botones asuntos clave como la climatización.
En serio, una vez probadas ambas pantallas, yo escogería al 100% esta más sencilla pero igual de completa y mucho más fácil de manejar.
Bajo todo ello hay un hueco porta objetos con las conexiones oportunas para dispositivos externos y, ya entre los asientos, freno de mano por botón, control y limitador de velocidad, dos buenos posavasos con cortinilla y el mando de acceso directo al “multi sense”, que no es otra cosa que los modos de conducción que operan sobre la instrumentación, el mapa motor y la dureza de dirección. Luego iremos con ello.
También hay un apoyabrazos con un hueco grande en su interior.
La plazas traseras en esta nueva generación tienen unas dimensiones “correctas”, pero no más. Es quizá el talón de Aquiles del Mègane.
Tres adultos irán justos de espacio, pero incluso sólo dos, tendrán sus más y sus menos con la cota longitudinal a la hora de acomodar sus rodillas. La mayor batalla de este coche con respecto al anterior –e incluso comparado con su competencia- no se aprovecha del todo en este espacio. Tampoco quiero decir que sea dramático, pero un par de centímetros extra no le vendrían mal.
El maletero, con 384 litros de capacidad, sí que está entre los mejores del segmento. Y son muy aprovechables, pero no sólo eso, sino que sin merma del hueco pero con sobreprecio (100 euros creo) puede incorporar una rueda de repuesto convencional, con su llanta de 16” y demás.
El portón abre mucho y desde muy abajo y la geometría del espacio lo hace muy aprovechable. Y bueno, si se necesita más, la bandeja es bastante fácil de quitar.
Hasta aquí el Mègane vuelve a ofrecer, como es habitual, su dosis de luces y sombras, y de nuevo, con preeminencia de la zona iluminada en el cómputo general. Desde luego, está entre los mejores.
Ahora nos tenemos que poner en marcha para verificar que es un digno sucesor o heredero a la corona que el equilibrio del modelo anterior llegó a conquistar.
Puesto en marcha llama poderosamente la atención lo poco que suena y que vibra el conocido motor 1.6 DCi que tenemos bajo el capó.
Nunca fue un propulsor escandaloso, pero los encargados del aislamiento del nuevo Mègane está claro que han echado el resto.
Así nos empezamos a mover suavemente. Con un aplomo que mejora el de la generación saliente, que ya era bastante elevado. El nuevo Renault pisa franco y no hay terreno en el que se desenvuelva peor. Tanto en vías rápidas de la periferia como en carreteras retorcidas o entre el tráfico urbano, el compacto francés sabe mantener la compostura y el confort, con un chasis modular con muy buenos modos y un límite elevado de uso, y que tiene que acoger motorizaciones y acabados de corte mucho más deportivo.
La dirección eléctrica está bastante filtrada, pero deja entrever lo que pasa entre nuestras manos y las ruedas, sobre todo si seleccionamos el modo “Sport”, momento en el que se hace más dura y más directa.
La suspensión es, aunque las comparaciones son odiosas, “muy de Golf”, lo que nos da a entender el perfecto compromiso logrado entre comodidad y dinamismo.
Los frenos, como desde la primera generación del modelo viene sucediendo, tienen un mordiente tremendo y una buena resistencia a la fatiga.
La caja de cambios manual de 6 velocidades cumple. Exhibe buen tacto, aunque sus recorridos son largos. Por cierto, lo que sí que tiene este coche en relación a este punto, es un embrague “saltarín”. Hacía tiempo que no se me calaba ningún coche al meter primera y salir lanzado, y con este, me ha pasado un par de veces. Cuestión de acostumbrarse.
El motor de 130CV es más que de sobra para mover con agilidad los cerca de 1.400 kilos del coche lo que hace comprensible que los conductores más tranquilos opten por la versión 1.5DCi de 110. Pero ojo, no es sólo potencia lo que pierden, es también algo de suavidad sin tampoco ahorrar excesivo combustible, que en el caso de nuestro 1.6 se quedó en unos muy buenos 5,3 litros a los 100 kms de uso mixto recorridos. En modo “normal”, sin tocar el ECO pero con ayuda de un start & stop muy bien calibrado.
Entre los diversos modos de conducción no hay mucha diferencia en el tacto del acelerador y demás. Están bien porque son de serie, pero yo no pagaría por ellos (ni por la pantalla multimedia grande…). Ni siquiera hay diferencia en el sonido –artificial- del motor como sí sucede en la Espace. En fin, a mí que me den el coche en “neutral” que ya “va de lujo”.
Y hablando de lujo, el acabado Zen ya va equipado hasta arriba por los 23.200 euros que cuesta, pero es que si incluso queremos ir a más, tampoco vamos a desbaratar la factura en exceso al estilo de las marcas Premium. Nuestro coche traía los faros Full Led, el Head Up Display y el paquete Easy Parking (sensores, asistente de aparcamiento –incluso en batería- y cámara de marcha atrás) como opciones interesantes y aún con eso el montante quedaba por debajo de los 25 mil.
Con todo lo dicho, sí pienso que el nuevo Mègane ha vuelto para reclamar su trono como el mejor heredero de glorias pasadas, con permiso del nuevo Opel Astra, eso sí, con el que anda “así-así” en valoración general. Es un coche cómodo, seguro, bien equipado, bien motorizado, moderno y hasta dinámicamente gratificante.
Por supuesto tiene defectos, pero apenas perceptibles en la buena nota del cómputo global. Enhorabuena a la marca. Lo han vuelto a lograr.
Todas las generaciones han tenido sus luces y sombras, sin embargo, tanto la crítica como el público a la hora de sumar y restar, acabábamos inclinando la balanza del lado positivo.
Es verdad que la marca gala estiró quizá demasiado el ciclo de vida de la tercera generación con cambios tan sutiles como imperceptibles en sus últimos restyling, lo que dejaba al producto algo anticuado respecto a su competencia. Obviamente hablo en términos relativos, pues el Mègane III ha sido muy buen coche hasta el mismo día de su desaparición.
Lo malo es que sus compatriotas galos, los “enemigos” alemanes, las nuevas incorporaciones asiáticas y productos consolidados y recientemente renovados de otros lares, se lo estaban poniendo bastante difícil.
No obstante, Renault sabía lo que se hacía, y tras una época de lanzamientos “menores” (Clio, Twingo, Captur…) sacó a finales de 2015 y primeros de 2016 toda la artillería: Espace, Talismán, Kadjar… y Mégane. Una nueva línea de productos con argumentos sólidos para establecer prácticamente un doble rasero en la gama.
Porque si los lanzados con anterioridad eran muy buenos coches y así lo avala el éxito del Captur, los nuevos son, sencillamente, extraordinarios.
Ya hablamos aquí del Kadjar, y, más recientemente, del nuevo Espace, un auténtico cambio de paradigma, y en breve también lo haremos del Talismán, pero ahora nos centraremos en la auténtica punta de lanza de esta ofensiva, el coche llamado a cosechar los mayores éxitos de la gama a pesar de la moda SUV. Uno de los coches con los que siempre se acierta, con lo que de cara a relanzarlo, no cabe lugar al error. Hablo del nuevo Megàne.
Estéticamente el nuevo compacto es un coche moderno y bastante agraciado. Incluso en el insulso color en el que nos lo cedieron y con sus pequeñas ruedas de serie no ha dejado de llamar la atención.
Es una berlina de dos cuerpos bien proporcionada, sin barroquismos ni florituras, pero con un diseño más trabajado de lo que puede ofrecer, por ejemplo, un Golf.
El morro lleva al plano principal la parrilla con el enorme logo del rombo, que creo que detrás tiene el radar para el control activo de velocidad.
Los grupos ópticos son una adaptación de los del Espace y Talismán, muy chulos y muy futuristas. Lástima que para equilibrar su imagen con su función haya que pagar un extra y convertirlos en “full led”, al menos en este acabado. Nosotros contábamos con esta opción y bueno, pues no se llega al nivel de unos buenos faros bixenon, pero por los 700 euros que cuestan sí merecen la pena con respecto a los focos convencionales que trae de serie. Por cierto, sí que me dijeron que al verlos de noche por el retrovisor, daban algo de “yuyu”.
El perfil es bastante conservador. Los pasos de rueda están más marcados y el pliegue de junto a las taloneras a modo de captador de luz ya es conocido en el resto de productos Renault, pero aquí no va adornado con plásticos ni cromados, sino que es de chapa a la vista.
Las llantas son de serie de 16 pulgadas. Las hay en opción de 17”.
En la trasera volvemos a encontrar unos pilotos ultra modernos y, sobre todo, extra grandes. El LED de las luces de posición se extiende hasta casi el centro de la tapa del maletero, flanqueando el rombo de la marca que más abajo y en acabado brillante muestra la denominación del modelo. Los pilotos, por cierto, no contemplan todas las funciones de luces por tecnología LED.
La ventanilla del portón parece más pequeña de lo que en realidad es, y es que el alerón de techo y sus prolongaciones laterales ocultan una buena porción de cristal, pero, desde el punto de vista estético, quedan bastante bien.
El paragolpes es bastante grande e incorpora en sus bajos las luces de niebla y un pequeño deflector. De esta parte me gusta mucho que Renault no haya caído en la moda de generar falsas salidas de escape aparentando lo que no se es. Aquí sólo hay un escape al lado izquierdo entero y verdadero con una salida oval en acabado de acero inoxidable.
Vamos al interior.
Abrimos la puerta del conductor que parece más robusta y a la vez más ligera que las de cualquier generación anterior y descubrimos unos asientos que… sinceramente, ya simplemente a la vista, no parecen de Renault.
Son amplios y grandes sí, pero vienen con unos agarres laterales hasta ahora reservados para los productos más racing de la marca. Nos sentamos y descubrimos que el mullido también es algo más duro del que acostumbra a incluir el fabricante en sus modelos familiares, pero aún así, son muy-muy cómodos, ciertamente.
La postura al volante también se ha implementado. Ya no hay rastro de esos aros tumbados que tanto les parecían gustar y que comprometían la ergonomía. Ahora, el puesto de conducción se asemeja más al de un coche alemán, que no es mal ejemplo del que aprender en este aspecto…
Todo queda a mano, todo queda a la vista y la altura del asiento es la correcta para casi cualquier talla. Con dos o tres reglajes de volante y butaca encontraremos fácilmente nuestra posición ideal.
A todo esto, el volante es de cuero y multifunción, pero el coche conserva el mando satélite de equipo de audio tras él, un detalle que puede parecer rancio pero que, probados tantos y tantos equipos… lo prefiero a muchos de ellos.
La instrumentación digital es la que ya vimos en el Kadjar.
Da buena información y se puede configurar de cuatro modos (Eco, Neutral, Sport y Confort). A mí personalmente no es nada que “me mate”, pero bien está.
Pero lo que de verdad está bien-bien, pero bien-fenomenal, es la pantalla “pequeña” multimedia de serie de la consola central.
A Renault le daba un poco de apuro cedernos un coche sin la cacareada supertableta central, pero como ya la había probado y me había peleado con ella en el Espace, se lo acepté de buen grado. Y… ¡qué acierto chico!
Tiene 7 pulgadas y gobierna navegador, audio y demás funciones accesorias de modo táctil, pero deja a unos sencillos botones asuntos clave como la climatización.
En serio, una vez probadas ambas pantallas, yo escogería al 100% esta más sencilla pero igual de completa y mucho más fácil de manejar.
Bajo todo ello hay un hueco porta objetos con las conexiones oportunas para dispositivos externos y, ya entre los asientos, freno de mano por botón, control y limitador de velocidad, dos buenos posavasos con cortinilla y el mando de acceso directo al “multi sense”, que no es otra cosa que los modos de conducción que operan sobre la instrumentación, el mapa motor y la dureza de dirección. Luego iremos con ello.
También hay un apoyabrazos con un hueco grande en su interior.
La plazas traseras en esta nueva generación tienen unas dimensiones “correctas”, pero no más. Es quizá el talón de Aquiles del Mègane.
Tres adultos irán justos de espacio, pero incluso sólo dos, tendrán sus más y sus menos con la cota longitudinal a la hora de acomodar sus rodillas. La mayor batalla de este coche con respecto al anterior –e incluso comparado con su competencia- no se aprovecha del todo en este espacio. Tampoco quiero decir que sea dramático, pero un par de centímetros extra no le vendrían mal.
El maletero, con 384 litros de capacidad, sí que está entre los mejores del segmento. Y son muy aprovechables, pero no sólo eso, sino que sin merma del hueco pero con sobreprecio (100 euros creo) puede incorporar una rueda de repuesto convencional, con su llanta de 16” y demás.
El portón abre mucho y desde muy abajo y la geometría del espacio lo hace muy aprovechable. Y bueno, si se necesita más, la bandeja es bastante fácil de quitar.
Hasta aquí el Mègane vuelve a ofrecer, como es habitual, su dosis de luces y sombras, y de nuevo, con preeminencia de la zona iluminada en el cómputo general. Desde luego, está entre los mejores.
Ahora nos tenemos que poner en marcha para verificar que es un digno sucesor o heredero a la corona que el equilibrio del modelo anterior llegó a conquistar.
Puesto en marcha llama poderosamente la atención lo poco que suena y que vibra el conocido motor 1.6 DCi que tenemos bajo el capó.
Nunca fue un propulsor escandaloso, pero los encargados del aislamiento del nuevo Mègane está claro que han echado el resto.
Así nos empezamos a mover suavemente. Con un aplomo que mejora el de la generación saliente, que ya era bastante elevado. El nuevo Renault pisa franco y no hay terreno en el que se desenvuelva peor. Tanto en vías rápidas de la periferia como en carreteras retorcidas o entre el tráfico urbano, el compacto francés sabe mantener la compostura y el confort, con un chasis modular con muy buenos modos y un límite elevado de uso, y que tiene que acoger motorizaciones y acabados de corte mucho más deportivo.
La dirección eléctrica está bastante filtrada, pero deja entrever lo que pasa entre nuestras manos y las ruedas, sobre todo si seleccionamos el modo “Sport”, momento en el que se hace más dura y más directa.
La suspensión es, aunque las comparaciones son odiosas, “muy de Golf”, lo que nos da a entender el perfecto compromiso logrado entre comodidad y dinamismo.
Los frenos, como desde la primera generación del modelo viene sucediendo, tienen un mordiente tremendo y una buena resistencia a la fatiga.
La caja de cambios manual de 6 velocidades cumple. Exhibe buen tacto, aunque sus recorridos son largos. Por cierto, lo que sí que tiene este coche en relación a este punto, es un embrague “saltarín”. Hacía tiempo que no se me calaba ningún coche al meter primera y salir lanzado, y con este, me ha pasado un par de veces. Cuestión de acostumbrarse.
El motor de 130CV es más que de sobra para mover con agilidad los cerca de 1.400 kilos del coche lo que hace comprensible que los conductores más tranquilos opten por la versión 1.5DCi de 110. Pero ojo, no es sólo potencia lo que pierden, es también algo de suavidad sin tampoco ahorrar excesivo combustible, que en el caso de nuestro 1.6 se quedó en unos muy buenos 5,3 litros a los 100 kms de uso mixto recorridos. En modo “normal”, sin tocar el ECO pero con ayuda de un start & stop muy bien calibrado.
Entre los diversos modos de conducción no hay mucha diferencia en el tacto del acelerador y demás. Están bien porque son de serie, pero yo no pagaría por ellos (ni por la pantalla multimedia grande…). Ni siquiera hay diferencia en el sonido –artificial- del motor como sí sucede en la Espace. En fin, a mí que me den el coche en “neutral” que ya “va de lujo”.
Y hablando de lujo, el acabado Zen ya va equipado hasta arriba por los 23.200 euros que cuesta, pero es que si incluso queremos ir a más, tampoco vamos a desbaratar la factura en exceso al estilo de las marcas Premium. Nuestro coche traía los faros Full Led, el Head Up Display y el paquete Easy Parking (sensores, asistente de aparcamiento –incluso en batería- y cámara de marcha atrás) como opciones interesantes y aún con eso el montante quedaba por debajo de los 25 mil.
Con todo lo dicho, sí pienso que el nuevo Mègane ha vuelto para reclamar su trono como el mejor heredero de glorias pasadas, con permiso del nuevo Opel Astra, eso sí, con el que anda “así-así” en valoración general. Es un coche cómodo, seguro, bien equipado, bien motorizado, moderno y hasta dinámicamente gratificante.
Por supuesto tiene defectos, pero apenas perceptibles en la buena nota del cómputo global. Enhorabuena a la marca. Lo han vuelto a lograr.
NUESTRA NOTA: 9.5
Cosas a favor
Comportamiento y versatilidad de uso
Relación calidad / precio / equipamiento
Diseño y acabados
Cosas en contra
Plazas traseras algo justas
Sin reproductor de CD
Modos de conducción prescindibles
MOTOR
- Cilindrada: 1.598 c.c
- Potencia: 130 CV CEE
- Par: 320 NM
- Tracción: delantera
- Caja de cambios: manual 6 velocidades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 435/181/143 cms
- Peso: 1.318 kgs
- Ruedas: 205/55R16
- Maletero: 384 l
- Cap. Depósito: 47 l
Prestaciones
- Velocidad máxima: 198 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 10 seg
- Consumo medio oficial: 4 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, EDB, ESP, TCS, Hill Holder, 6 airbags, climatizador bizona, bluetooth, control y limitador de velocidad, sensor de presión de ruedas, ordenador de a bordo, sensor de luces y limpias, lector de señales de tráfico, pantalla táctil de 7", navegador, alerta de cambio de carril, apertura y arranque sin llave, modos de conducción, parktronic trasero, alerta de cambio de carril involuntario…