Mercedes Benz GLC250d 4Matic
" Doble tanto de letra "
Mercedes sustituye su SUV de talla media GLK por un más moderno y apropiado GLC. Aunque parten de un mismo concepto y apuntan a un mismo segmento, sus diferencias van mucho más allá que un simple cambio de letra.
Hace meses Mercedes Benz remitió un dossier con la explicación de sus nuevas denominaciones a toda la prensa del sector. En principio parecía sencillo. Respecto a los motores, el CDi de antaño que luego se sustituyó por el confuso BT (blue technology) y BE (blue efficiency) se convertía en una simple “d” para los modelos diesel y nada para los de gasolina. También se incorporaba la “e” como alusión a los modelos híbridos con enchufe.
Hasta ahí, bien, otra cosa es la denominación de los modelos en sí.
Mientras que el GL sigue siendo el GL y el G, el archiconocido y legendario G, el ML ahora es GLE, que además se desdobla en GLE y GLE Coupé. Lo mismo pasa con el Clase S, cuya versión coupé antes tenía nombre propio, CL, y ahora simplemente se llama S Coupé, en línea con los SL y SLK. Por ese mismo razonamiento el nuevo C Coupé debería haberse llamado CLK, pero eso ya existió, y también CL, con lo que lo han dejado como suena, C Coupe, que no tiene que ver nada con el CLS, que sí que estaría emparentado con el CLA, pero no con el GLA ya que este pertenece a la familia SUV GL. Al menos, el Clase E que se acaba de presentar conserva su nombre, aunque ya veremos qué pasa con su carrocería cabrio y dos puertas. ¿Aparecerá el Mercedes ELK?
Así las cosas, no es de extrañar que el líder de ventas de la marca sea el Clase A. No sólo por bueno, sino porque… yo creo que todos somos capaces de recordar la letra A, gracias a Barrio Sésamo, en mayor parte.
Y en esto que aparece por aquí nuestro GLC, que como su propio nombre indica, es la versión SUV del Clase C… o yo qué sé.
Viene a sustituir al GLK, y lo hace siendo más grande y más capaz, además de más bonito.
Para gustos, desde luego, están los colores, pero las formas cuadradas y agresivas del “K” se han convertido en líneas curvas y fluidas en el “C”, ahondando en el lenguaje de diseño que inauguró hace un par de años la berlina de la que dice derivar (y cierto es que comparte chasis).
Es más largo, más ancho y un pelín más bajo que el modelo saliente, lo que le otorga una apariencia de “más coche” totalmente en consonancia con la realidad.
Y no es que el GLK fuera mal coche, de hecho al contrario, pero su apariencia a pesar de los “restyling” se había pasado de moda, y puesto que todo su competencia está creciendo en tamaño en el segmento, se estaba quedando “chico” a pasos agigantados.
También diré que parece que cada vez más marcas se apuntan a la fotocopiadora que en su día estrenó Audi. Muchos fabricantes ahora nos ofrecen diversos productos que no son más que la versión a escala, reducida o ampliada, de modelos que ya ofrece su gama. Es reduccionista por mi parte, sí, pero pienso que no me falta razón. De hecho, cuando fui a recoger el GLC estaba aparcado al lado de un GLE y de no ser porque el más grande sobresalía… habría dudado de cuál era cuál.
Con todo y para concluir el apartado estético –porque los ojos de cada uno son… de cada uno- añadiré que el GLC es tremendamente fotogénico, sin llamar tanto la atención en vivo y en directo (a pesar del paquete AMG con el que contaba nuestra unidad de prueba). Es lo que da en llamarse en la profesión el “efecto Kate Moss”.
La visibilidad es buena hacia todos los ángulos y, aunque vas sentado un poquito alto en una postura natural, no hay excesiva sensación de estar conduciendo un SUV, de hecho, tampoco parece que estés conduciendo un coche grande.
En las plazas de atrás los centímetros que se han ganado respecto al modelo precedente, aún no siendo muchos, son suficientes para que ahora sí puedan viajar tres ocupantes de talla media con cierto desahogo en todas sus cotas, aún con el peaje a pagar por el pasajero central de un túnel de transmisión bastante prominente y la prolongación del apoyabrazos central delantero, que incorpora los aireadores traseros, que resta un buen porcentaje de espacio a las rodillas.
En cualquier caso, mejor que el GLK, que parece que no supo aprovechar en su día lo cuadrado de su diseño para garantizar un interior espacioso.
El maletero está bien. Su capacidad está en la media y sus formas son muy regulares, lo que permite aprovechar al máximo el hueco. La altura de carga es muy razonable para estar hablando de un SUV y la apertura del portón es eléctrica.
Nuestro coche venía con la caja plegable accesoria de la marca, guardada bajo el piso. Es un elemento que parece una tontería, pero facilita mucho el transporte de objetos de mediano tamaño sin que vayan a lo loco dando tumbos por el maletero, ya que no todo se puede enganchar a los ganchos dispuestos en los laterales del portamaletas.
Nos disponemos ya a conducir el GLC250d y para ello introducimos la llave convencional en su clavija correspondiente, giramos y arrancamos. La apertura de puertas la hace sin necesidad de sacar la llave, pero para la puesta en marcha, sí que hace falta. Es al revés que en los últimos BMW, por ejemplo, en los que hace falta para abrir las puertas pero no para arrancar. ¿Cuál sistema es mejor o tiene más sentido? Pues no lo sé, la verdad.
El motor que inmediatamente se despereza bajo el capó es un viejo conocido. Se trata del bloque 2.2 litros de cuatro cilindros turbodiésel de 204 caballos. Un propulsor que ha demostrado su valía dentro de la gama hasta el punto de motorizar otros modelos de la marca más grandes, lujosos y/o deportivos, como por ejemplo el CLS250d.
Su rumorosidad y vibraciones están muy tamizadas gracias a un mejor trabajo de aislamiento del que podía presumir el GLK250cdi que hace años probé y que podéis encontrar en la web. Seleccionamos D en el palito de cambio y echamos a rodar con el programa “confort”, para mí el que más sentido tiene en un coche de estas características.
El GLC avanza raudo y seguro, con suficientes reservas de potencia y par bajo el pie derecho como para afrontar cualquier situación con solvencia. La dirección es muy suave y la suspensión filtra pero no aisla, gracias al tarado AMG, así como los frenos, también firmados por dicho preparador, que son una pasada y superan netamente el rendimiento de este coche. Yo no soy partidario de escoger paquetes deportivos para coches SUV de talante casi familiar y alguna aptitud campera, pero si gracias a ello obtengo estos frenos… me lo pensaría.
La caja de cambios es otra novedad que presenta el modelo, y es que ahora viene con nueve velocidades. En un primer momento, como sabréis los que me leéis, me parecieron muchas, sin embargo, tras una semana rodando con el GLC, me parecen las apropiadas. Y ello se lo debemos a la buena selección de desarrollos y al gran mapa de cambio que viene con la caja. Amén de su suavidad y velocidad para gestionar los cambios.
Me gusta mucho como el coche es capaz de mantener la novena incluso en plena aceleración (no muy fuerte, claro) así como se mueve con agilidad tanto en el programa Sport como en el manejo manual en marchas altas.
Pero no os llaméis a engaño, no es un coche que sienta furor por ir siempre en la última velocidad para aquilatar los consumos aunque nos deje vendidos a la primera de cambio como sucede como muchos de los que he probado recientemente, es que de verdad el motor del GLC puede con ella.
Y si no es así, el modo automático siempre dará en un milisegundo con la marcha adecuada, aunque tenga que bajar tres de golpe.
En el modo Sport tanto es así que parece que te lea la mente.
Y todo ello manteniendo un consumo “contenido” de 7,6 litros a los 102 kms de recorrido mixto. No son los 5 que anuncia la marca, pero está bien para el tamaño y potencia del coche.
Respecto a la agilidad y su manejo en zonas viradas decir que jugábamos con ventaja gracias al paquete AMG antes aludido. Sin llegar a ser un deportivo –ni mucho menos- el Mercedes no pierde excesiva comba en conducción decidida, enlazando curvas con cierta cintura, sin inercias exageradas ni excesiva tendencia al subviraje, y saliendo de ellas propulsado gracias a un gran motor, una gran caja de cambios y el aporte indiscutible de la tracción total 4Matic.
En autopista es aplomado y rápido, pero más ruidoso de lo esperado. Los espejos generan sonoras turbulencias y el sonido de rodadura se cuela en el interior más de lo deseado.
En ciudad es un coche versátil y fácil de llevar y aparcar, ya que su tamaño, no es desproporcionado.
Y bueno, el GLC también tiene un perfil campero… ¿no?
Pues no. Con el paquete AMG lo más que vamos a hacer al abandonar el suave asfalto es el ridículo. Que sí, que reconozco que la mayor altura al suelo y la tracción total sirven de garantía a la hora de complicarse la vida por un sendero, pero ni las ruedas, ni la suspensión, ni lo caro que puede salir un rayón en la pintura o un chinazo en lo cromados inferiores, compensan.
Hay un paquete offroad que sí permite al GLC ampliar sus límites fuera de la carretera. Lo probamos en la presentación y, aunque era un recorrido de “laboratorio”, el Mercedes no se arrugó ni con el barro, ni con las trialeras, ni con desniveles del 25%.
Llegamos al final y es hora de valorar el producto y su precio.
El GLC es un SUV Premium con capacidad mejorada, un buen motor, un gran cambio automático y medidas de seguridad a la última además de páginas y páginas de equipo opcional disponible. Sumando todo ello, nos sale un coche caro pero no disparatado. Son 49.900 euros de precio de tarifa… que pueden superar los 60.000 fácilmente si queréis uno parecido al que sale en las fotos.
Y por ese precio, nos metemos en territorio de GLE (el antiguo ML), con lo que si buscas espacio sería lógico que apostaras por este último. Y bueno, si tampoco lo necesitas desesperadamente, tal vez no necesites un GLC y sí te encaje mejor un GLA, aunque no tenga el motor 250d disponible, con el que te vas a ahorrar un buen dinero.
Pero quizá este GLC, como en el juego scrabble, haga que su última letra valga doble ofreciendo el equilibrio que siempre se encuentra en el término medio: ni mucho que sobre, ni poco que falte.
Hasta ahí, bien, otra cosa es la denominación de los modelos en sí.
Mientras que el GL sigue siendo el GL y el G, el archiconocido y legendario G, el ML ahora es GLE, que además se desdobla en GLE y GLE Coupé. Lo mismo pasa con el Clase S, cuya versión coupé antes tenía nombre propio, CL, y ahora simplemente se llama S Coupé, en línea con los SL y SLK. Por ese mismo razonamiento el nuevo C Coupé debería haberse llamado CLK, pero eso ya existió, y también CL, con lo que lo han dejado como suena, C Coupe, que no tiene que ver nada con el CLS, que sí que estaría emparentado con el CLA, pero no con el GLA ya que este pertenece a la familia SUV GL. Al menos, el Clase E que se acaba de presentar conserva su nombre, aunque ya veremos qué pasa con su carrocería cabrio y dos puertas. ¿Aparecerá el Mercedes ELK?
Así las cosas, no es de extrañar que el líder de ventas de la marca sea el Clase A. No sólo por bueno, sino porque… yo creo que todos somos capaces de recordar la letra A, gracias a Barrio Sésamo, en mayor parte.
Y en esto que aparece por aquí nuestro GLC, que como su propio nombre indica, es la versión SUV del Clase C… o yo qué sé.
Viene a sustituir al GLK, y lo hace siendo más grande y más capaz, además de más bonito.
Para gustos, desde luego, están los colores, pero las formas cuadradas y agresivas del “K” se han convertido en líneas curvas y fluidas en el “C”, ahondando en el lenguaje de diseño que inauguró hace un par de años la berlina de la que dice derivar (y cierto es que comparte chasis).
Es más largo, más ancho y un pelín más bajo que el modelo saliente, lo que le otorga una apariencia de “más coche” totalmente en consonancia con la realidad.
Y no es que el GLK fuera mal coche, de hecho al contrario, pero su apariencia a pesar de los “restyling” se había pasado de moda, y puesto que todo su competencia está creciendo en tamaño en el segmento, se estaba quedando “chico” a pasos agigantados.
También diré que parece que cada vez más marcas se apuntan a la fotocopiadora que en su día estrenó Audi. Muchos fabricantes ahora nos ofrecen diversos productos que no son más que la versión a escala, reducida o ampliada, de modelos que ya ofrece su gama. Es reduccionista por mi parte, sí, pero pienso que no me falta razón. De hecho, cuando fui a recoger el GLC estaba aparcado al lado de un GLE y de no ser porque el más grande sobresalía… habría dudado de cuál era cuál.
Con todo y para concluir el apartado estético –porque los ojos de cada uno son… de cada uno- añadiré que el GLC es tremendamente fotogénico, sin llamar tanto la atención en vivo y en directo (a pesar del paquete AMG con el que contaba nuestra unidad de prueba). Es lo que da en llamarse en la profesión el “efecto Kate Moss”.
La visibilidad es buena hacia todos los ángulos y, aunque vas sentado un poquito alto en una postura natural, no hay excesiva sensación de estar conduciendo un SUV, de hecho, tampoco parece que estés conduciendo un coche grande.
En las plazas de atrás los centímetros que se han ganado respecto al modelo precedente, aún no siendo muchos, son suficientes para que ahora sí puedan viajar tres ocupantes de talla media con cierto desahogo en todas sus cotas, aún con el peaje a pagar por el pasajero central de un túnel de transmisión bastante prominente y la prolongación del apoyabrazos central delantero, que incorpora los aireadores traseros, que resta un buen porcentaje de espacio a las rodillas.
En cualquier caso, mejor que el GLK, que parece que no supo aprovechar en su día lo cuadrado de su diseño para garantizar un interior espacioso.
El maletero está bien. Su capacidad está en la media y sus formas son muy regulares, lo que permite aprovechar al máximo el hueco. La altura de carga es muy razonable para estar hablando de un SUV y la apertura del portón es eléctrica.
Nuestro coche venía con la caja plegable accesoria de la marca, guardada bajo el piso. Es un elemento que parece una tontería, pero facilita mucho el transporte de objetos de mediano tamaño sin que vayan a lo loco dando tumbos por el maletero, ya que no todo se puede enganchar a los ganchos dispuestos en los laterales del portamaletas.
Nos disponemos ya a conducir el GLC250d y para ello introducimos la llave convencional en su clavija correspondiente, giramos y arrancamos. La apertura de puertas la hace sin necesidad de sacar la llave, pero para la puesta en marcha, sí que hace falta. Es al revés que en los últimos BMW, por ejemplo, en los que hace falta para abrir las puertas pero no para arrancar. ¿Cuál sistema es mejor o tiene más sentido? Pues no lo sé, la verdad.
El motor que inmediatamente se despereza bajo el capó es un viejo conocido. Se trata del bloque 2.2 litros de cuatro cilindros turbodiésel de 204 caballos. Un propulsor que ha demostrado su valía dentro de la gama hasta el punto de motorizar otros modelos de la marca más grandes, lujosos y/o deportivos, como por ejemplo el CLS250d.
Su rumorosidad y vibraciones están muy tamizadas gracias a un mejor trabajo de aislamiento del que podía presumir el GLK250cdi que hace años probé y que podéis encontrar en la web. Seleccionamos D en el palito de cambio y echamos a rodar con el programa “confort”, para mí el que más sentido tiene en un coche de estas características.
El GLC avanza raudo y seguro, con suficientes reservas de potencia y par bajo el pie derecho como para afrontar cualquier situación con solvencia. La dirección es muy suave y la suspensión filtra pero no aisla, gracias al tarado AMG, así como los frenos, también firmados por dicho preparador, que son una pasada y superan netamente el rendimiento de este coche. Yo no soy partidario de escoger paquetes deportivos para coches SUV de talante casi familiar y alguna aptitud campera, pero si gracias a ello obtengo estos frenos… me lo pensaría.
La caja de cambios es otra novedad que presenta el modelo, y es que ahora viene con nueve velocidades. En un primer momento, como sabréis los que me leéis, me parecieron muchas, sin embargo, tras una semana rodando con el GLC, me parecen las apropiadas. Y ello se lo debemos a la buena selección de desarrollos y al gran mapa de cambio que viene con la caja. Amén de su suavidad y velocidad para gestionar los cambios.
Me gusta mucho como el coche es capaz de mantener la novena incluso en plena aceleración (no muy fuerte, claro) así como se mueve con agilidad tanto en el programa Sport como en el manejo manual en marchas altas.
Pero no os llaméis a engaño, no es un coche que sienta furor por ir siempre en la última velocidad para aquilatar los consumos aunque nos deje vendidos a la primera de cambio como sucede como muchos de los que he probado recientemente, es que de verdad el motor del GLC puede con ella.
Y si no es así, el modo automático siempre dará en un milisegundo con la marcha adecuada, aunque tenga que bajar tres de golpe.
En el modo Sport tanto es así que parece que te lea la mente.
Y todo ello manteniendo un consumo “contenido” de 7,6 litros a los 102 kms de recorrido mixto. No son los 5 que anuncia la marca, pero está bien para el tamaño y potencia del coche.
Respecto a la agilidad y su manejo en zonas viradas decir que jugábamos con ventaja gracias al paquete AMG antes aludido. Sin llegar a ser un deportivo –ni mucho menos- el Mercedes no pierde excesiva comba en conducción decidida, enlazando curvas con cierta cintura, sin inercias exageradas ni excesiva tendencia al subviraje, y saliendo de ellas propulsado gracias a un gran motor, una gran caja de cambios y el aporte indiscutible de la tracción total 4Matic.
En autopista es aplomado y rápido, pero más ruidoso de lo esperado. Los espejos generan sonoras turbulencias y el sonido de rodadura se cuela en el interior más de lo deseado.
En ciudad es un coche versátil y fácil de llevar y aparcar, ya que su tamaño, no es desproporcionado.
Y bueno, el GLC también tiene un perfil campero… ¿no?
Pues no. Con el paquete AMG lo más que vamos a hacer al abandonar el suave asfalto es el ridículo. Que sí, que reconozco que la mayor altura al suelo y la tracción total sirven de garantía a la hora de complicarse la vida por un sendero, pero ni las ruedas, ni la suspensión, ni lo caro que puede salir un rayón en la pintura o un chinazo en lo cromados inferiores, compensan.
Hay un paquete offroad que sí permite al GLC ampliar sus límites fuera de la carretera. Lo probamos en la presentación y, aunque era un recorrido de “laboratorio”, el Mercedes no se arrugó ni con el barro, ni con las trialeras, ni con desniveles del 25%.
Llegamos al final y es hora de valorar el producto y su precio.
El GLC es un SUV Premium con capacidad mejorada, un buen motor, un gran cambio automático y medidas de seguridad a la última además de páginas y páginas de equipo opcional disponible. Sumando todo ello, nos sale un coche caro pero no disparatado. Son 49.900 euros de precio de tarifa… que pueden superar los 60.000 fácilmente si queréis uno parecido al que sale en las fotos.
Y por ese precio, nos metemos en territorio de GLE (el antiguo ML), con lo que si buscas espacio sería lógico que apostaras por este último. Y bueno, si tampoco lo necesitas desesperadamente, tal vez no necesites un GLC y sí te encaje mejor un GLA, aunque no tenga el motor 250d disponible, con el que te vas a ahorrar un buen dinero.
Pero quizá este GLC, como en el juego scrabble, haga que su última letra valga doble ofreciendo el equilibrio que siempre se encuentra en el término medio: ni mucho que sobre, ni poco que falte.
NUESTRA NOTA: 8.5
Cosas a favor
Conjunto motor/cambio
Interior de calidad
Frenos AMG
Cosas en contra
Gama reducida (por ahora)
Ruido aerodinámico
Muchas y caras opciones
MOTOR
- Cilindrada: 2.143 c.c.
- Potencia: 204 CV CEE
- Par: 500 NM
- Tracción: integral permanente
- Caja de cambios: automática 9 velocidades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 465/189/164 cms
- Peso: 1.845 kgs
- Ruedas: 225/45R20 Op.
- Maletero: 550 l
- Cap. Depósito: 63 l
Prestaciones
- Velocidad máxima: 222 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 7,6 seg
- Consumo medio oficial: 5 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, EDB, ESP, TCS, 6 airbags, advertencia de colisión, alerta de cansancio, bluetooth, barras en el techo, climatizador bizona, control dinámico de conducción, freno de mano eléctrico, faros de LED inteligentes, faros antiniebla, control y limitador de velocidad, ordenador de a bordo, volante multifunción, pantalla multimedia…