Prueba del Dacia Logan 1.5Dci Break

Y es que esta sencilla ranchera de apenas 13.000 euros es prácticamente incomparable. Por capacidad podría ser un gran monovolumen, mientras que por precio pasa por utilitario y por tecnología, confort o estética sería… un Renault de hace 15 años.



A la hora de enfrentarse con este coche hay que cambiar el chip. La marca rumana filial de la francesa ha buscado ofrecer un coche capaz, duro, funcional … y sobre todo barato. Si partimos de esta base, que a mi juicio es la correcta, nos encontramos con un automóvil que puntúa muy alto.

Empezamos con la capacidad. Si en su versión berlina la habitabilidad interior y el maletero nos permitirán alojar cinco adultos y su generoso equipaje, esta versión Break nos permitirá contar con dos pasajeros adicionales o ni más ni menos que 700 litros de maletero que han hecho las delicias de mis dos perros, acostumbrados a pasar apreturas en los exiguos (comparados con éstos) 460 litros de maletero de mi coche familiar habitual.
Y en las plazas traseras y delanteras lo mismo. Se viaja holgado a lo ancho y tendrías que medir más de dos metros quince para dar con la cabeza en el techo. Los asientos son maluchos y desconocen lo que es sujeción lateral, eso sí.
Para las piernas tampoco falta espacio. Simplemente te tendrás que acostumbrar a una postura bastante erguida por la altura de la banqueta.
Su enorme distancia entre ejes tiene mucha culpa de todo este espacio, pero claro, condiciona un poco el apartado dinámico y la maniobrabilidad. De lo primero, raro será que veamos un Dacia Logan Break en un rally de montaña, y de paliar lo segundo se encarga una dirección bien asistida con bastante diámetro de giro. La visibilidad trasera, con el portón partido, es bastante mala, con lo que agradecerás los enormes retrovisores exteriores.



Este Dacia también es un coche duro en el sentido de que transmite gran sensación de solidez lo metas por donde lo metas. Lo hemos puesto a prueba en caminos de tierra, barro, nieve, asfalto degradado, obras de Madrid… y su suspensión se lo traga todo sin el más mínimo quejido, tampoco hemos oído gritar a nuestros pasajeros.
Un detalle que me ha llamado gratamente la atención es la ausencia de ruidos parásitos. Los plásticos son antiguos y malos, pero parecen estar muy bien encajados. Esto se agradece, sobre todo cuando te acabas de bajar de un coche tres veces más caro, diez más moderno y con la mitad de kilómetros harto de dos “ñiqui-ñiqui” de misteriosa procedencia.

De la misma manera los mandos transmiten el “gusto por hacer cosas que duren” que hace años perdieron los fabricantes. Todo funciona y funciona bien.
Porque lo que no se puede decir de este coche es que no sea funcional. Tiene todo lo que tiene un coche normal (con algunas carencias caprichosas) por la mitad de precio. En algunas parcelas hasta se permite sacar pecho, por ejemplo la radio Blaupunt no integrada de serie suena mejor que la “Bussines” básica de Bmw. ¡Si hasta el asiento del conductor se regula en altura!




Una vez en marcha el pequeño 1.5 turbodiesel de 85 cv de nuestra prueba muestra una facilidad pasmosa para mover la tonelada y media del coche. A nada que te descuides te verás en el carril izquierdo de la autopista pidiendo paso. No es un misil (sus más de catorce segundos en el cero a cien km/h lo dicen todo) pero una vez lanzado mantiene con soltura cruceros “ilegales”. Suena algo y vibra poco al ralentí. La caja de cambios es una catástrofe para lo que se estila hoy en día. Es torpe, tosca y con mal tacto. Sus dos primeras relaciones son muy cortitas y la quinta tan larga que no le vendría nada mal una sexta. El recorrido del embrague es bastante largo, algo a tener en cuenta ya que si le sumamos lo anteriormente dicho sobre el selector de cambio muchas veces nos dará la sensación de que no hemos metido marcha alguna.
Frenar ya es otra historia, no está mal, pero tampoco lo hace especialmente bien.

En autopista va tan bien como el R-19 de hace 15 años, que no iba nada mal, y en carretera secundaria pisa con aplomo balanceando poco en la curvas. Con este motor se puede adelantar con más seguridad que con el algo más potente 1.6 de gasolina.
La ciudad le gusta poco, acusa sus cuatro metros largos de longitud y, sobre todo, sus dos metros de ancho. A la salida de los semáforos tampoco serás Fernando Alonso.
¿El consumo? 6,2 litros a los 100 kms durante nuestra prueba (de verdad, no de ordenador de abordo porque no tiene o no lo he encontrado aunque insisten en que con este acabado “Laureate” debería venir –misterio-). Bastante razonable para un coche de sus dimensiones, pero claro, el motor es pequeñito.



En definitiva, un coche muy bien pensado para lo que fue pensado. Lejos del confort y la modernidad a la que estamos acostumbrados por estos lares, es un producto muy vendible para esa gran parte del mundo que no puede, no quiere o no le sirve comprarse una Dodge Journey (por ejemplo. -Que también va muy bien, por cierto-).
¿Competencia? Pues el Focus SW de Ford queda lejos en tamaño y precio, por usarlo de muestra, y además tampoco es de su cuerda, por mostrar el error. Yo creo que si alguien puede plantar cara a este Dacia es la Fiat Dobló Panorama Family JTD. Más potente, más moderna, igual de capaz pero claro, casi “un kilo” más cara.