Prueba del Nissan Pulsar 1.5Dci Tekna

Quiero pensar que el último compacto de Nissan fue el Almera que desapareció hace cerca de un decenio. Y quiero pensar eso porque ejercicios posteriores como el inclasificable Tiida o el actual y eléctrico Leaf nunca han llegado a llenar el hueco que dejó. Por otro lado, quizá lo indefinido de uno y la tecnología del otro les hicieran y les hacen pasar bastante desapercibidos entre su competencia.



Con el Pulsar, de origen nipón y montado en exclusiva en Barcelona, el fabricante quiere enjugar errores pasados –y presentes- y continuar donde lo dejó tiempo atrás, plantando cara con éxito a productos generalistas en un nicho de mercado que, aunque acusa la “fiebre mini SUV”, sigue rebelándose año tras año como estratégico.

Planteadas las premisas a cumplir, el coche, visto por fuera, tenía que ser “normal”. Objetivo, que a la vista está se ha cumplido.
El Pulsar no es un coche feo ni anodino, de hecho su estética queda perfectamente enmarcada entre los excesos del Juke y el conservadurismo del nuevo Qashqai, pero a primera vista queda claro lo que es, como lo hace un Volkswagen Golf, un Peugeot 308 o un Opel Astra: es un compacto al uso.
Su estética mezcla muy bien este concepto con el inevitable aire de familia que le viene de sus hermanos mayores –y más altos-. Ello queda especialmente patente en el morro, con la nueva parrilla característica, y en la trasera, con los pilotos alargados.



De perfil dos son las cosas que llaman la atención, o tres según elijamos el lado. La dos primeras son la gran superficie acristalada y la generosa distancia entre ejes, y la tercera, si escogemos observar el lado derecho, es lo fuera de lugar que queda una tapa del depósito de combustible sobredimensionada y sin ningún gusto estético. Parece que se les hubiera olvidado ponerla y casi al final cogieron un trozo de metal usado del suelo y la pegaron con una bisagra al resto de la carrocería. Parece un detalle nimio –de hecho, lo es- pero no me gusta nada de nada.



El interior, como ya avanzaban sus grandes ventanillas y larga batalla, es luminoso y amplio. La instrumentación, la consola e incluso el volante recuerdan poderosamente al Qashqai, incluso las butacas, con la salvedad de que en este coche te sientas sensiblemente más bajo. Con ello, la postura al volante es más “deportiva” y menos “campera”. Lo entrecomillo porque realmente, ni este coche es deportivo ni el Qash es campero, por mucho que insistan algunos.
La calidad visual y real de los plásticos es buena, aunque algo tristona.
Ergonómicamente todo queda a mano y todo queda a la vista. En este acabado Tekna todo es de serie, desde el navegador a el avisador de cambio involuntario de carril, pasando por el climatizador, las luces de xenón o la tapicería de cuero con asientos delanteros calefactables. Un puntazo.



La visibilidad a sus mandos también es bastante buena, pero por si acaso, como dotación también de serie dispone del sistema de cámaras periféricas.
A mí no es un sistema que me entusiasme, pues la pantalla no es lo suficientemente grande como para ver en detalle cada uno de los lados, y a la que te despistes fijando la vista en uno… puede aparecer un bolardo a traición por el otro. Y no hay sensores que piten y avisen.

Las plazas traseras son, desde luego, referencia en el segmento. Grandes y aprovechables, capaces de albergar a tres adultos sin complicación ninguna que disfrutarán de sus salidas de aire y sus buenos altavoces del extraordinario equipo de sonido.



Pero el espacio no acaba ahí. Como si este coche dispusiera de un generador multidimensional, en sus 439 centímetros de largo por 177 de ancho también cabe un enorme maletero. Nissan homologa 372 litros de capacidad, pero nosotros hemos rozado los 400. Es verdad que no hay doble nivel –ni rueda de repuesto- y eso le da un planteamiento de agujero al hueco, pero sigue siendo muy capaz y fácil de cargar.



Antes de arrancar, hacemos balance de lo ya conocido de este coche para anticipar lo que nos podremos encontrar. Su esqueleto es el de un Qashqai adaptado, y su corazón el bloque de origen Renault 1.5Dci. La suma de estos dos elementos nos daría un andar tranquilo, cómodo y un consumo netamente bajo.
Vamos a ver si es cierto.

Pulsamos el botón de arranque –el funcionamiento sin llave es de serie- y el coche cobra vida con el run-run de diesel característico en frío. Sin embargo, no hay vibración ninguna.
Ponemos primera en su caja manual de tacto pastoso y funcionamiento correcto, soltamos el freno de mano convencional y salimos a rodar.



A medida que el motor se calienta y andamos más ligeros, el ruido mecánico se mitiga hasta hacerse prácticamente inaudible. Excelente trabajo de insonorización y de evolución de este Dci.
Seguimos subiendo marchas y a cada golpe de gas parece que acuden en nuestra ayuda una docena más de los 110CV que declara la marca. Eso nos permite un andar alegre… que nos estropean los desarrollos extra largos del cambio, que nos obligan a bajar una relación si no queremos perder comba en una recuperación o adelantamiento.
Esto sería frustrante de no ser porque el fenómeno se da, en mayor o menor medida, entre casi todos los modelos de planteamiento y potencia similar.
Las suspensión realmente parece de SUV pues se traga de todo sin importunar a los pasajeros y la dirección y los frenos cumplen sin aspavientos.



En carreteras secundarias echamos en falta algo más de agilidad, pues el llevar los ejes tan separados entre sí le resta agilidad a la hora de abordar los giros más cerrados, su suspensión confortable inclina algo más de lo debido y los desarrollos de la caja obligan a estar trasteando con la palanca de cambios todo el rato.
Eso en conducción decidida, a la hora de ir tranquilo, va tan bien como cualquiera.

En ciudad es un coche cómodo que callejea bien. Su sistema start&stop, sin ser un prodigio de suavidad, aporta su granito de arena a la hora de aquilatar el gasto de combustible.
Nuestro consumo medio en la prueba ha sido de 5,1 litros en los 104 kms de recorrido mixto. Lejos de los 3,6 prometidos pero bastante bien.



Queda por valorar el importe del coche, fijado en 24.800 euros de tarifa –que algún descuento te harán-. Dado el compacto amplio, cómodo, austero en el gasto, suficientemente potente y equipado hasta arriba que te llevas… a mí me parece una muy buena compra. Creo que el regreso de Nissan a este segmento, a la vista de su producto, merece tener éxito.