Kia Sportage 2.0CRDi 184 aut Emot.
" Burgués de clase media "
En el escalón más alto de la gama Sportage nos encontramos con un coche dotado de un motor, un cambio, un equipamiento y una comodidad para todos aquellos que no se quieren conformar con un SUV compacto al uso.
La verdad es que cuando se busca un todocamino coreano de gama media, pocos piensan en gastarse los 37.000 euros que cuesta este ejemplar. El diesel de 136CV -o el de 115 si me apuras- con una sencilla tracción al eje delantero, manual, y un acabado intermedio suele satisfacer a la mayoría. Y más si con ello nos ahorramos uno buenos 10.000 euros…
Pero hay gente que busca más, o que no quiere renunciar a un buen motor y a la exclusividad que brinda hacer la elección menos demandada dentro de una gama y/o un segmento. Siguiendo esa premisa, este coche tiene sentido.
De su silueta cada día más conocida por nuestra carreteras, poco o ya nada que decir. Es un coche estéticamente bien resuelto y acorde con la modernidad que destilan los últimos lanzamientos de la marca. Con sus grandes ruedas de 18 pulgadas, su sonrisa LED y un buen número de detalles cromados aquí y allá, transmite a la vez una imagen elegante y dinámica. Sus dimensiones contenidas anticipan una buena manejabilidad en ciudad, su perfil afilado un buen índice de penetración en carretera, y su altura al suelo y protecciones de bajos, una cierta soltura en terrenos más abruptos.
Echo de menos mayor diferenciación exterior de sus hermanos más “humildes”, pues a todos los efectos, nada distingue el Sportage 2.0CRDi 184CV 4x4 Emotion automático del Sportage 2.0CRDi 136CV 4x4 Emotion también disponible en la gama. Mil euros más barato por cierto.
A lo mejor una salida de escape más currada o una sencilla chapa bastaría, pero bueno, su discreción también en estos días parece que se agradece.
En el interior, el aprovechamiento del espacio es excelente.
Las plazas delanteras vienen conformadas por dos enormes butacones de cómodo mullido y múltiples reglajes, frente a un salpicadero moderno pero quizá menos aventurado que el de otros Kia actuales. La calidad es buena o todo lo buena que podemos esperar de una gama intermedia, y la postura al volante, sensiblemente elevada, es natural y confortable. La visibilidad es clara hacia todos los ángulos y para disipar dudas a nuestra zaga, monta cámara trasera. De comportamiento algo caprichoso también sea dicho, o muy relajada en su función, pues hubo veces que –no sin cierta prisa- acabé la maniobra antes que dicho visor entrara en funcionamiento.
La instrumentación es legible y completa. La pantalla multimedia es enorme y de accionamiento táctil, y el climatizador tampoco reviste misterio. Tiene huecos en las puertas, bandejita frente al cambio y dos grandes posavasos tras él. Además de un generoso apoyabrazos con buena capacidad en su interior. El freno de mano es de palanca “de toda la vida” pero ni molesta ni roba espacio. Yo lo prefiero mucho antes que los eléctricos de botón tan de moda últimamente.
Las plazas traseras son aptas para alojar a tres ocupantes pues hay centímetros de sobra en cada cota, las formas de la butaca no están tan demarcadas como en otros coches y el suelo no acusa un resalte excesivo en su parte media. No hay salidas de aire. Pero sí un techo panorámico –separado del delantero, que se puede abrir- la mar de agradable.
Las puertas tienen el tamaño apropiado y se abren lo suficiente, y dada la altura del coche, se sube y se baja de él “tan ricamente”.
Lo del maletero es ya otra cosa. Su capacidad es fantástica, a pesar de contar con rueda de repuesto de verdad –un detalle que hoy en día me hace casi llorar de alegría-. También la abertura que deja su portón al bascular es notable, sin embargo, la altura es su punto flaco. El borde de carga está demasiado elevado con lo que cargar con objetos pesados nos obligará a ponernos en forma para salvar este pequeño handycap. Nada grave, también es cierto.
Puestos a rodar con este Sportage lo cotidiano es empezar hablando del ruido, pero no del de su motor, que está sorprendentemente bien aislado, sino del de su claxon. Es ridículo. Suena a pito de Vespino. En caso de necesitarlo, mejor bajar la ventanilla y gritar. Al menos, seguro que resulta menos bochornoso.
Igual han buscado ecualizarlo con el ronroneo del motor, que como ya digo, no pasa de ser eso o a lo más, un tímido gemido cuando se le exige de manera inmisericorde. Tampoco hay vibraciones.
En cuanto a la potencia, no es tanta la diferencia con versiones inferiores –que la hay- como su manera de entregarla. Este 2.0CRDi “vitaminado” es mucho más suave y sutil a la hora de ganar velocidad. Lo hace sin aspavientos y de manera lineal. En aceleraciones puras sí que fulmina los registros del resto siendo capaz de bajar de los 10 segundos del cero a cien una décima más rápido que lo que anuncia el fabricante.
Todo ello unido a un cambio automático que prima el confort por encima de todas las cosas. No es un cambio rápido pero sí que es extraordinariamente suave. Las marchas suben y bajan con dulzura y sus relaciones mueven unos desarrollos largos que más que reducir el consumo, buscan cambiar poco de marcha para mantener la comodidad de los pasajeros. Contempla carril secuencial, pero dada la filosofía del coche, mejor no usarlo a menudo.
Porque por motor y cambio es un coche para ir rápido pero tranquilo, y a ello también contribuyen las suspensiones, blandas pero comprometidas a mantener la estabilidad del chasis siempre y cuando no les busques las vueltas. La dirección también es más dulce que precisa, y los frenos, adolecen de un tacto de pedal esponjoso, pero cumplen su función.
Como la cumple su sistema de tracción 4x4 anunciado bajo el acrónimo AWD en sus aletas. Es permanente y aunque distribuye la mayoría del par a las ruedas delanteras en la mayoría de ocasiones, al lado de la palanca de cambio hay un mando para bloquear el diferencial central y tener chicha en cada eje.
Eso ayuda a meterte en atolladeros con la seguridad de que vas a ser capar de salir de ellos –más o menos-. La pena es que dadas sus ruedas de asfalto y poco más que asfalto, la mayoría de sus cualidades offroad pasarán desapercibidas. De todas formas, yo me metí con él en unas abandonadas obras de Fomento –la M-60, o M-70 iba a ser- y zascandileé montaña de escombros arriba y abajo sin demasiado problema. Tiene control de descensos a golpe de tecla. Para mayor tranquilidad.
Hablando de problemas. Aparte de un precio elevado (aunque justificado), un claxon “gay” y una boca de carga elevada, hay un punto chungo a añadir, y es el consumo.
Es cierto que con 184CV, tracción total, cambio automático y 1.600 kilos de peso bajar de 7,5 litros a los 100 kms recorridos es poco menos que imposible (o mejor dicho, sólo le sale a BMW con su X1 2.0d aut Xdrive), pero es que nuestro Kia no ha sido capaz de bajar de 8, ni de 9. De hecho, 9,2 han sido su mejor registro. Por cierto, hay un botón “ECO” a la izquierda del volante que aún no he descubierto su función, pues el coche va igual y consume lo mismo lo apriete o lo deje sin pulsar. Así da gusto.
Este quizá sea el “detallito” que mas pueda pesar en su contra.
Quedan otros lapsus menores como ciertas lagunas en su profuso equipamiento que no se pueden solucionar a golpe de opcionales, y es por ejemplo el no tener sensores de aparcamiento o asientos calefactables para mitigar el frío cuero.
En términos generales es un coche muy burgués, tal vez más que el comprador-tipo que pueda aspirar a este modelo. Pero por la exigua diferencia de precio que existe con la versión inferior, y pasando por alto el espinoso asunto del consumo, yo elegiría este por tener no sólo algo más de motor (mejor dicho, más caballos con el mismo propulsor) sino un rodar más pausado y elegante.
Pero hay gente que busca más, o que no quiere renunciar a un buen motor y a la exclusividad que brinda hacer la elección menos demandada dentro de una gama y/o un segmento. Siguiendo esa premisa, este coche tiene sentido.
De su silueta cada día más conocida por nuestra carreteras, poco o ya nada que decir. Es un coche estéticamente bien resuelto y acorde con la modernidad que destilan los últimos lanzamientos de la marca. Con sus grandes ruedas de 18 pulgadas, su sonrisa LED y un buen número de detalles cromados aquí y allá, transmite a la vez una imagen elegante y dinámica. Sus dimensiones contenidas anticipan una buena manejabilidad en ciudad, su perfil afilado un buen índice de penetración en carretera, y su altura al suelo y protecciones de bajos, una cierta soltura en terrenos más abruptos.
Echo de menos mayor diferenciación exterior de sus hermanos más “humildes”, pues a todos los efectos, nada distingue el Sportage 2.0CRDi 184CV 4x4 Emotion automático del Sportage 2.0CRDi 136CV 4x4 Emotion también disponible en la gama. Mil euros más barato por cierto.
A lo mejor una salida de escape más currada o una sencilla chapa bastaría, pero bueno, su discreción también en estos días parece que se agradece.
En el interior, el aprovechamiento del espacio es excelente.
Las plazas delanteras vienen conformadas por dos enormes butacones de cómodo mullido y múltiples reglajes, frente a un salpicadero moderno pero quizá menos aventurado que el de otros Kia actuales. La calidad es buena o todo lo buena que podemos esperar de una gama intermedia, y la postura al volante, sensiblemente elevada, es natural y confortable. La visibilidad es clara hacia todos los ángulos y para disipar dudas a nuestra zaga, monta cámara trasera. De comportamiento algo caprichoso también sea dicho, o muy relajada en su función, pues hubo veces que –no sin cierta prisa- acabé la maniobra antes que dicho visor entrara en funcionamiento.
La instrumentación es legible y completa. La pantalla multimedia es enorme y de accionamiento táctil, y el climatizador tampoco reviste misterio. Tiene huecos en las puertas, bandejita frente al cambio y dos grandes posavasos tras él. Además de un generoso apoyabrazos con buena capacidad en su interior. El freno de mano es de palanca “de toda la vida” pero ni molesta ni roba espacio. Yo lo prefiero mucho antes que los eléctricos de botón tan de moda últimamente.
Las plazas traseras son aptas para alojar a tres ocupantes pues hay centímetros de sobra en cada cota, las formas de la butaca no están tan demarcadas como en otros coches y el suelo no acusa un resalte excesivo en su parte media. No hay salidas de aire. Pero sí un techo panorámico –separado del delantero, que se puede abrir- la mar de agradable.
Las puertas tienen el tamaño apropiado y se abren lo suficiente, y dada la altura del coche, se sube y se baja de él “tan ricamente”.
Lo del maletero es ya otra cosa. Su capacidad es fantástica, a pesar de contar con rueda de repuesto de verdad –un detalle que hoy en día me hace casi llorar de alegría-. También la abertura que deja su portón al bascular es notable, sin embargo, la altura es su punto flaco. El borde de carga está demasiado elevado con lo que cargar con objetos pesados nos obligará a ponernos en forma para salvar este pequeño handycap. Nada grave, también es cierto.
Puestos a rodar con este Sportage lo cotidiano es empezar hablando del ruido, pero no del de su motor, que está sorprendentemente bien aislado, sino del de su claxon. Es ridículo. Suena a pito de Vespino. En caso de necesitarlo, mejor bajar la ventanilla y gritar. Al menos, seguro que resulta menos bochornoso.
Igual han buscado ecualizarlo con el ronroneo del motor, que como ya digo, no pasa de ser eso o a lo más, un tímido gemido cuando se le exige de manera inmisericorde. Tampoco hay vibraciones.
En cuanto a la potencia, no es tanta la diferencia con versiones inferiores –que la hay- como su manera de entregarla. Este 2.0CRDi “vitaminado” es mucho más suave y sutil a la hora de ganar velocidad. Lo hace sin aspavientos y de manera lineal. En aceleraciones puras sí que fulmina los registros del resto siendo capaz de bajar de los 10 segundos del cero a cien una décima más rápido que lo que anuncia el fabricante.
Todo ello unido a un cambio automático que prima el confort por encima de todas las cosas. No es un cambio rápido pero sí que es extraordinariamente suave. Las marchas suben y bajan con dulzura y sus relaciones mueven unos desarrollos largos que más que reducir el consumo, buscan cambiar poco de marcha para mantener la comodidad de los pasajeros. Contempla carril secuencial, pero dada la filosofía del coche, mejor no usarlo a menudo.
Porque por motor y cambio es un coche para ir rápido pero tranquilo, y a ello también contribuyen las suspensiones, blandas pero comprometidas a mantener la estabilidad del chasis siempre y cuando no les busques las vueltas. La dirección también es más dulce que precisa, y los frenos, adolecen de un tacto de pedal esponjoso, pero cumplen su función.
Como la cumple su sistema de tracción 4x4 anunciado bajo el acrónimo AWD en sus aletas. Es permanente y aunque distribuye la mayoría del par a las ruedas delanteras en la mayoría de ocasiones, al lado de la palanca de cambio hay un mando para bloquear el diferencial central y tener chicha en cada eje.
Eso ayuda a meterte en atolladeros con la seguridad de que vas a ser capar de salir de ellos –más o menos-. La pena es que dadas sus ruedas de asfalto y poco más que asfalto, la mayoría de sus cualidades offroad pasarán desapercibidas. De todas formas, yo me metí con él en unas abandonadas obras de Fomento –la M-60, o M-70 iba a ser- y zascandileé montaña de escombros arriba y abajo sin demasiado problema. Tiene control de descensos a golpe de tecla. Para mayor tranquilidad.
Hablando de problemas. Aparte de un precio elevado (aunque justificado), un claxon “gay” y una boca de carga elevada, hay un punto chungo a añadir, y es el consumo.
Es cierto que con 184CV, tracción total, cambio automático y 1.600 kilos de peso bajar de 7,5 litros a los 100 kms recorridos es poco menos que imposible (o mejor dicho, sólo le sale a BMW con su X1 2.0d aut Xdrive), pero es que nuestro Kia no ha sido capaz de bajar de 8, ni de 9. De hecho, 9,2 han sido su mejor registro. Por cierto, hay un botón “ECO” a la izquierda del volante que aún no he descubierto su función, pues el coche va igual y consume lo mismo lo apriete o lo deje sin pulsar. Así da gusto.
Este quizá sea el “detallito” que mas pueda pesar en su contra.
Quedan otros lapsus menores como ciertas lagunas en su profuso equipamiento que no se pueden solucionar a golpe de opcionales, y es por ejemplo el no tener sensores de aparcamiento o asientos calefactables para mitigar el frío cuero.
En términos generales es un coche muy burgués, tal vez más que el comprador-tipo que pueda aspirar a este modelo. Pero por la exigua diferencia de precio que existe con la versión inferior, y pasando por alto el espinoso asunto del consumo, yo elegiría este por tener no sólo algo más de motor (mejor dicho, más caballos con el mismo propulsor) sino un rodar más pausado y elegante.
NUESTRA NOTA: 7.5
Cosas a favor
Rodar confortable
Buena capacidad de carga
Tracción 4x4
Cosas en contra
Consumo elevado
Claxon ridículo
Lagunas "tontas" de equipamiento
MOTOR
- Cilindrada: 1.995 c.c.
- Potencia: 184 CV CEE
- Par: 40 mkg
- Tracción: Integral permanente
- Caja de cambios: automática 6 velocidades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 444/185/163 cms
- Peso: 1.601 kgs
- Ruedas: 235/55R18
- Maletero: 564 l
- Cap. Depósito: 58 l
Prestaciones
- Velocidad máxima: 195 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 9,8 seg
- Consumo medio oficial: 7,2 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, EDB, ESP, TCS, 6 airbags, climatizador, control de velocidad, faros de xenon, bluetooth, acceso y arranque sin llave, techo panorámico, tapicería de piel, sensor de luces y limpias, faros antiniebla, volante multifunción, retrovisores eléctricos plegables, ordenador de a bordo, radio CD-MP3 con toma aux y usb...