Jaguar XF3.0Ds Prem.Luxury
" xf... o XF "
Es verdad que la novedad presentada aprovechando este discreto “restyling” que ha sufrido el XF de Jaguar ha sido la incorporación del motor diesel 2.2 de 190CVa la gama. Está bien, pero puestos a comprar un coche de lujo… mejor una mecánica mayúscula, ¿No?
Vaya por delante que el motor “pequeño” de la familia Jaguar mueve sobrado el coche alcanzando unas prestaciones más que aceptables con un consumo y agrado de conducción más que satisfactorios. Pero como reza la entradilla… una berlina Premium merece un propulsor Premium, y probado este XF3.0DS la verdad es que el modelo de sólo cuatro cilindros se me antoja incompleto.
Es lo mismo que sucede al conducir un BMW 520d, un Audi A6 2.0Tdi o, de manera más acusada, un Mercedes E200CDi: todo irá bien mientras no pruebes ninguno de sus hermanos mayores. Entiendo que la economía está como está, por lo que creo que mejor que ser “cola de león”, conviene optar por una buena “cabeza de ratón” en forma de modelos del segmento inferior, motorizados con las mecánicas de acceso de gamas superiores. Es una opinión, luego allá cada cual con su propio criterio.
Y criterio no les ha faltado a los diseñadores de la marca de origen inglés a la hora de actualizar su modelo de mayor éxito, con unos nuevos faros delanteros que rezuman modernidad y deportividad y unos mejorados pilotos traseros cuya tecnología LED espera y desea no fallar tanto como los del modelo que sustituyen. Nuevos colores, nuevas llantas, detallitos en el interior (le han puesto un botón a la guantera, al fin), unos toques bajo el capó para reducir consumo y un “no hacer casi nada” en el chasis para no fastidiarlo.
Con todo, el coche luce tan fresco como el primer día, Por cierto que el primer día que lo vi, allá por 2008, no me gustó nada, no parecía un Jaguar. Sin embargo, reconozco que poco a poco me ha ido ganando a fuerza de entender su sentido: era el primer Jag pensado con el siglo XXI en la cabeza, y no con el XIX como lo fueron el resto de sus modelos…
Los únicos detalles que desentonan un tanto en su exterior son la letra “S” en su trasera, con una apariencia un tanto macarra, y el no distinguirse de sus hermanos menores más que en una o dos anécdotas (dicha letra “S”, la doble salida de escape) al mismo nivel de equipamiento, “Premium Luxury” en este caso. Hombre, le podrían haber puesto unas ruedas más grandes de serie o unos retrovisores cromados o algo, sin tener que optar a la versión “Portfolio” para lograr ese puntito más de distinción entre modelos similares pero no iguales.
De puertas adentro el XF es un auténtico Jaguar. La atmósfera de lujo se pone de manifiesto nada más acariciar la piel de sus asientos, admirar la madera de su salpicadero o accionar cualquiera de sus interruptores. Sin embargo, como digo, el interior es puro Jaguar, lo cual implica no estar exento de defectos. Por ejemplo los ajustes distan de ser tan enfermizamente milimétricos como los que luce su competencia germana y el clasicismo de su pequeño cuadro lo aleja de la vanguardia que su exterior y tecnología prometía. Pero es la personalidad del coche y de la marca, y me alegro de que la hayan mantenido.
La postura a los mandos es entre muy buena y demasiado buena, es decir, entre cómoda y sillón orejero de casa, con un mullido algo más duro, eso sin duda. Las plazas delanteras resultan amplias y desahogadas y las traseras pueden acomodar a tres adultos no sin rubor, pues el túnel de transmisión junto con una “no plaza de en medio” pondrá en un pequeño aprieto al que le toque ese lugar.
El maletero cubica sus buenos… tres juegos de palos de golf, que es como a la marca le ha gustado durante largo tiempo medir la capacidad de sus vanos traseros. La boca de carga, y sobre todo la altura al suelo, es quizá lo menos logrado.
El coche es realmente más grande de lo que parece… para luego parecer más pequeño de lo que realmente es una vez lanzado en carretera.
Sentado ya a sus mandos pulso el botón Start que late de manera sensual al lado del mando de lavadora del cambio automático y el V6 diesel se despereza en silencio. Ni suena ni vibra. La asignatura pendiente de la mayoría de los 4 cilindros. Maniobro para salir del parking con relativa soltura gracias a su cámara trasera –de serie- y veo –dicho con propiedad- que la visibilidad no es mala en ninguno de sus ángulos. La dirección es muy suave a baja velocidad y su ángulo de giro está en la media.
En el rodar tranquilo el XF navega por el asfalto como el coche de lujo que es. Nada perturba la paz interior. Si subimos el ritmo en carretera se muestra asentado con apoyos muy marcados y sin malas insinuaciones a pesar de su configuración de propulsión trasera. Tras esperar un ratito de calentamiento y aprovechando siempre cuando “nadie mira” he pisado su acelerador para poner de relieve el escalón que le separa de los modelos de 240CV y de 190. Si del último hay un abismo (más de 2 segundos en el cero a cien, más de 7 en recuperaciones…) con el que ocupa el peldaño inmediatamente inferior no hay tanta diferencia. Y es que tal y como está planteada la gama, es en medio donde encontramos la virtud. Sin embargo, a algunos aún nos gusta tener más que menos bajo el pie derecho, y aquí nos encontramos en nuestra salsa.
Lo que no me gusta encontrarme de más, son marchas. Y desafortunadamente este XF monta la nueva caja ZF de 8 relaciones que hizo su debut en su hermano pequeño. Y en serio amigos, el número clave a la hora de conducir es 6. Ni siete, ni ocho, ni doce, ni cuatro ni 10 con cinco reductoras. Con un buen escalonamiento encontraremos siempre “chicha” al acelerar y con algo de tacto el consumo no ha de llegar a asustarnos. Además, es mucho más fácil y relajado manejarlo en secuencial, sin tener que estar pulsando levas como un loco de primera a octava y vuelta a empezar, como me ha sucedido en este coche a la hora de manejarlo en modo deportivo. Un engorro. Y las dos últimas marchas aportan tan poco en términos dinámicos que rara vez las veremos engranadas haciendo el uso que en realidad nos demanda el coche (¿O hemos comprado el XF3.0Ds para ir llaneando a 90 km/h gastando medio litro a los 100?). Por favor Señor Don Jaguar, vuelva a poner la caja de 6.
Por otro lado, es justo decir que la caja de –muchos- cambios de este Jaguar funciona bastante bien, anticipándose –unas veces más y otras menos- a los deseos de su conductor.
Una vez familiarizado con el rendimiento en cantidad y calidad del coche, me sentí suficientemente cómodo para complicarme la vida, y pulsé el botón “Sport” al lado de su caja de cambios marcado con una insinuante bandera de cuadros. Me agarré fuerte al volante y confié en la bondad de sus grandes frenos para limitar algún posible desfase entre montura y jinete… y nada. Lo más que logré fue que apareciera un curioso gráfico en la pantalla multifunción del cuadro con números grandotes diciéndome cuál era la marcha engranada y una representación de la mencionada banderita de cuadros. La verdad es que no esperaba una transformación a la altura del botón “M” de BMW (por cierto, ¿para qué diablos lo ponen? Si te has comprado un M es porque quieres un M…) y reconozco que haber obtenido algo en su línea me habría decepcionado más que gustado. Tenemos cambios un poquito más rápidos y una respuesta ligeramente más directa en todos los parámetros del coche. Suficiente. Quien quiera más, que compre el XFR.
Ahora, que aquel no consumirá lo que este, que se ha conformado con 7,9 litros de media a los 112kms de recorrido mixto. Tan bueno como su competencia y no demasiado alejado de las cifras reales del 2.2 llevado al mismo ritmo. Esto hay que tenerlo en cuenta.
Como su equipamiento, a la hora de valorar su precio, porque en los 67.000 euros que vale nos dan de todo, pero es que además ponen a nuestra disposición casi toda la tecnología de la que puede presumir su competencia (control de velocidad adaptativo, control de ángulo muerto…) con sobreprecio, como ellos, claro.
Pero a diferencia del resto, es un coche con alma. Su campaña de publicidad nunca me ha parecido más oportuna, y no es sólo que a sus agujas del velocímetro y cuentavueltas de repente les den ataques de Parkinson superada cierta velocidad, o que las toberas de aire se abran majestuosamente al encender el coche, hablo de un factor X con el que unos cuentan y otros no. Y se de lo que hablo, pues cuando en su día opté por un modelo de lujo elegí un Jaguar XJ6 con las mismas virtudes y dos docenas más de defectos que su competencia. Pero ese coche tenía “algo”. Y ese “algo” aún no se ha perdido en los nuevos modelos de la marca, sean diesel o gasolina, más potentes o más discretos. Para mí este xf es el XF en mayúsculas si hablamos de gasóleo, sin embargo entendería a quien optara por el 3.0D a secas y ahorrará 4.000 euros sabiendo que su coche ciertamente, no va a perder encanto.
Es lo mismo que sucede al conducir un BMW 520d, un Audi A6 2.0Tdi o, de manera más acusada, un Mercedes E200CDi: todo irá bien mientras no pruebes ninguno de sus hermanos mayores. Entiendo que la economía está como está, por lo que creo que mejor que ser “cola de león”, conviene optar por una buena “cabeza de ratón” en forma de modelos del segmento inferior, motorizados con las mecánicas de acceso de gamas superiores. Es una opinión, luego allá cada cual con su propio criterio.
Y criterio no les ha faltado a los diseñadores de la marca de origen inglés a la hora de actualizar su modelo de mayor éxito, con unos nuevos faros delanteros que rezuman modernidad y deportividad y unos mejorados pilotos traseros cuya tecnología LED espera y desea no fallar tanto como los del modelo que sustituyen. Nuevos colores, nuevas llantas, detallitos en el interior (le han puesto un botón a la guantera, al fin), unos toques bajo el capó para reducir consumo y un “no hacer casi nada” en el chasis para no fastidiarlo.
Con todo, el coche luce tan fresco como el primer día, Por cierto que el primer día que lo vi, allá por 2008, no me gustó nada, no parecía un Jaguar. Sin embargo, reconozco que poco a poco me ha ido ganando a fuerza de entender su sentido: era el primer Jag pensado con el siglo XXI en la cabeza, y no con el XIX como lo fueron el resto de sus modelos…
Los únicos detalles que desentonan un tanto en su exterior son la letra “S” en su trasera, con una apariencia un tanto macarra, y el no distinguirse de sus hermanos menores más que en una o dos anécdotas (dicha letra “S”, la doble salida de escape) al mismo nivel de equipamiento, “Premium Luxury” en este caso. Hombre, le podrían haber puesto unas ruedas más grandes de serie o unos retrovisores cromados o algo, sin tener que optar a la versión “Portfolio” para lograr ese puntito más de distinción entre modelos similares pero no iguales.
De puertas adentro el XF es un auténtico Jaguar. La atmósfera de lujo se pone de manifiesto nada más acariciar la piel de sus asientos, admirar la madera de su salpicadero o accionar cualquiera de sus interruptores. Sin embargo, como digo, el interior es puro Jaguar, lo cual implica no estar exento de defectos. Por ejemplo los ajustes distan de ser tan enfermizamente milimétricos como los que luce su competencia germana y el clasicismo de su pequeño cuadro lo aleja de la vanguardia que su exterior y tecnología prometía. Pero es la personalidad del coche y de la marca, y me alegro de que la hayan mantenido.
La postura a los mandos es entre muy buena y demasiado buena, es decir, entre cómoda y sillón orejero de casa, con un mullido algo más duro, eso sin duda. Las plazas delanteras resultan amplias y desahogadas y las traseras pueden acomodar a tres adultos no sin rubor, pues el túnel de transmisión junto con una “no plaza de en medio” pondrá en un pequeño aprieto al que le toque ese lugar.
El maletero cubica sus buenos… tres juegos de palos de golf, que es como a la marca le ha gustado durante largo tiempo medir la capacidad de sus vanos traseros. La boca de carga, y sobre todo la altura al suelo, es quizá lo menos logrado.
El coche es realmente más grande de lo que parece… para luego parecer más pequeño de lo que realmente es una vez lanzado en carretera.
Sentado ya a sus mandos pulso el botón Start que late de manera sensual al lado del mando de lavadora del cambio automático y el V6 diesel se despereza en silencio. Ni suena ni vibra. La asignatura pendiente de la mayoría de los 4 cilindros. Maniobro para salir del parking con relativa soltura gracias a su cámara trasera –de serie- y veo –dicho con propiedad- que la visibilidad no es mala en ninguno de sus ángulos. La dirección es muy suave a baja velocidad y su ángulo de giro está en la media.
En el rodar tranquilo el XF navega por el asfalto como el coche de lujo que es. Nada perturba la paz interior. Si subimos el ritmo en carretera se muestra asentado con apoyos muy marcados y sin malas insinuaciones a pesar de su configuración de propulsión trasera. Tras esperar un ratito de calentamiento y aprovechando siempre cuando “nadie mira” he pisado su acelerador para poner de relieve el escalón que le separa de los modelos de 240CV y de 190. Si del último hay un abismo (más de 2 segundos en el cero a cien, más de 7 en recuperaciones…) con el que ocupa el peldaño inmediatamente inferior no hay tanta diferencia. Y es que tal y como está planteada la gama, es en medio donde encontramos la virtud. Sin embargo, a algunos aún nos gusta tener más que menos bajo el pie derecho, y aquí nos encontramos en nuestra salsa.
Lo que no me gusta encontrarme de más, son marchas. Y desafortunadamente este XF monta la nueva caja ZF de 8 relaciones que hizo su debut en su hermano pequeño. Y en serio amigos, el número clave a la hora de conducir es 6. Ni siete, ni ocho, ni doce, ni cuatro ni 10 con cinco reductoras. Con un buen escalonamiento encontraremos siempre “chicha” al acelerar y con algo de tacto el consumo no ha de llegar a asustarnos. Además, es mucho más fácil y relajado manejarlo en secuencial, sin tener que estar pulsando levas como un loco de primera a octava y vuelta a empezar, como me ha sucedido en este coche a la hora de manejarlo en modo deportivo. Un engorro. Y las dos últimas marchas aportan tan poco en términos dinámicos que rara vez las veremos engranadas haciendo el uso que en realidad nos demanda el coche (¿O hemos comprado el XF3.0Ds para ir llaneando a 90 km/h gastando medio litro a los 100?). Por favor Señor Don Jaguar, vuelva a poner la caja de 6.
Por otro lado, es justo decir que la caja de –muchos- cambios de este Jaguar funciona bastante bien, anticipándose –unas veces más y otras menos- a los deseos de su conductor.
Una vez familiarizado con el rendimiento en cantidad y calidad del coche, me sentí suficientemente cómodo para complicarme la vida, y pulsé el botón “Sport” al lado de su caja de cambios marcado con una insinuante bandera de cuadros. Me agarré fuerte al volante y confié en la bondad de sus grandes frenos para limitar algún posible desfase entre montura y jinete… y nada. Lo más que logré fue que apareciera un curioso gráfico en la pantalla multifunción del cuadro con números grandotes diciéndome cuál era la marcha engranada y una representación de la mencionada banderita de cuadros. La verdad es que no esperaba una transformación a la altura del botón “M” de BMW (por cierto, ¿para qué diablos lo ponen? Si te has comprado un M es porque quieres un M…) y reconozco que haber obtenido algo en su línea me habría decepcionado más que gustado. Tenemos cambios un poquito más rápidos y una respuesta ligeramente más directa en todos los parámetros del coche. Suficiente. Quien quiera más, que compre el XFR.
Ahora, que aquel no consumirá lo que este, que se ha conformado con 7,9 litros de media a los 112kms de recorrido mixto. Tan bueno como su competencia y no demasiado alejado de las cifras reales del 2.2 llevado al mismo ritmo. Esto hay que tenerlo en cuenta.
Como su equipamiento, a la hora de valorar su precio, porque en los 67.000 euros que vale nos dan de todo, pero es que además ponen a nuestra disposición casi toda la tecnología de la que puede presumir su competencia (control de velocidad adaptativo, control de ángulo muerto…) con sobreprecio, como ellos, claro.
Pero a diferencia del resto, es un coche con alma. Su campaña de publicidad nunca me ha parecido más oportuna, y no es sólo que a sus agujas del velocímetro y cuentavueltas de repente les den ataques de Parkinson superada cierta velocidad, o que las toberas de aire se abran majestuosamente al encender el coche, hablo de un factor X con el que unos cuentan y otros no. Y se de lo que hablo, pues cuando en su día opté por un modelo de lujo elegí un Jaguar XJ6 con las mismas virtudes y dos docenas más de defectos que su competencia. Pero ese coche tenía “algo”. Y ese “algo” aún no se ha perdido en los nuevos modelos de la marca, sean diesel o gasolina, más potentes o más discretos. Para mí este xf es el XF en mayúsculas si hablamos de gasóleo, sin embargo entendería a quien optara por el 3.0D a secas y ahorrará 4.000 euros sabiendo que su coche ciertamente, no va a perder encanto.
NUESTRA NOTA: 8.5
Cosas a favor
Agrado de conducción
Motor poderoso
¡Es un Jaguar!
Cosas en contra
Cuadro pequeño y antiguo
Huecos escasos
Detalles de acabado
MOTOR
- Cilindrada: 2.993 c.c.
- Potencia: 275 CV CEE
- Par: 61,2 mkg
- Tracción: trasera
- Caja de cambios: automática 8 velocidades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 496/187/146 cms
- Peso: 1.820 kgs
- Ruedas: 245/45R18
- Maletero: 500 l
- Cap. Depósito: 70 l
Prestaciones
- Velocidad máxima: 250 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 6,4 seg
- Consumo medio oficial: 6,8 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, EDB, TCS, 6 airbags, alarma, asiento trasero abatible, climatizador bizona, faros bixenon, sensor de luces y limpias, tapicería de cuero, asientos eléctricos, bluetooth, parktronic trasero, navegador, arranque sin llave, llantas de 18", retrovisores abatibles electricos, ordenador de a bordo, botón sport...