Prueba del Nissan Juke 1.5dci TeknaPremium

De la peculiar estampa del Juke no voy a decir más que me recuerda a esa edad que todos hemos pasado en la que no somos ni niños ni adolescentes, que nos sale bigote pero aún no tanto para afeitarnos, andamos descompensados, arrastramos las palabras, nos escondemos tras un flequillo y cuando sonreímos dejamos al aire una brillante ortodoncia. No, desde luego nos estamos en nuestro mejor momento, pero es una fase imprescindible para luego hacerse mayor.



Realmente el Juke es un adolescente en nuestras carreteras y muchos ante sus formas se espantarán o lo adorarán, pero es cierto que cuesta mantenerse al margen de esa cara de rana buena con un diente aquí y un ojo allá. “No es feo, es que está creciendo”, algunos pensarán. Aplaudo el diseño y el riesgo asumido por la marca, la cual es quizá la que más modelos aglutina que nada tienen que ver los unos con los otros (buscar un aire de familia entre un Micra y un GT-R es tan difícil como encontrarlo entre un Leaf y un Pathfinder).

Sea como fuere, este pequeño gamberro de poco más de 4 metros de largo se ha ganado el favor del público y no sólo por su desenfadado traje.



Realmente la relación precio equipamiento es excelente, con una dotación de serie en este acabado Tekna Premium que contempla lo imprescindible y lo anecdótico, trayendo incluso el navegador y la cámara de marcha atrás como dotación estándar. Bien cierto es que a la consola central no le hubiese venido mal una capillita bajo la que alojar la pantalla de dichos elementos, pues cuando le da el sol no se ve apenas nada.



También en la consola central encontramos el mando del sistema de control dinámico con tres modos de funcionamiento (Eco, Normal o Sport) que si bien no varían sustancialmente el comportamiento del coche, sí ofrecen una información adicional de parámetros cuanto menos llamativos (fuerzas G, soplado del turbo, potencia empleada, histórico del consumo…). Todo ello a golpe de botón (D-Mode) y en la misma pantalla que se muestran, si queremos, las indicaciones del climatizador (de una sola zona). El gadget es atractivo, aunque una vez que has jugado con él una veintena de veces pierde interés y sólo lo toquetearás para enseñárselo a las “visitas”. Pero es de serie y suma originalidad a un coche ya de por sí original.



La calidad percibida en su interior, así mismo, es destacable, llamando la atención las partes pintadas en combinación con una cierta profusión de plásticos duros que nos advierten que no estamos en el interior de un coche de lujo, pero que también nos indican que estamos ante un modelo cuidado y trabajado.

La postura a los mandos es buena, un poquito elevada para mi gusto, con todo a mano y a la vista, acomodados en unas butacas de firme mullido y generoso tamaño.
Superada la impresión inicial, nada más en el interior del Juke genera extrañeza.
Hay buenos huecos donde dejar las cosas repartidos por todo el habitáculo (me gustan los amplios posavasos entre los asientos) y al mirar hacia atrás vemos los asientos traseros y poco más, y es que la visibilidad en este ángulo no es precisamente lo mejor del coche.

Sin embargo las plazas de atrás sí que valen la pena. Realmente al ver el coche desde fuera esperaba que el compromiso estético pasara mayor factura a su capacidad interior, pero los ingenieros y “aparejadores” nipones se las han apañado para hacer que dos adultos o tres niños dispongan de espacio suficiente en la zaga para viajar con cierta holgura. Además, estas plazas no resultan en punto alguno agobiantes al disfrutar de una buena altura de techo. Y su acceso, a pesar de lo reducido de sus puertas, se hace sin dificultad alguna. Bien por Nissan.



Más atrás, en la zona del maletero un portón de ligera apertura franquea un hueco de 250 litros en dos alturas, y bajo la última, una rueda de repuesto (casi se me encharcan los ojos de la emoción ¡Cuánto tiempo sin ver una de éstas!). Todo el espacio es aprovechable y la altura de carga, aun siendo más elevada que la de un compacto/urbano similar es totalmente asumible y salvable a la hora de bregar con objetos pesados.

Hasta aquí más luces que sombras… teniendo en cuenta el coste del modelo (20.000 euros escasos). Lo que ha dado en llamarse “el efecto Qashqai” (“Valgo para todo por lo que cuesto”).

Una vez que ponemos en marcha el pequeño propulsor 1.5dci de 110CV y origen Renault notamos que la insonorización no es tan buena en el benjamín como en su hermano mayor, sin embargo también apreciamos que –hablando de memoria- este pequeño diesel en este pequeño coche suena y vibra menos que el 2.0dci de 150CV reservado al siguiente escalón de la gama. Aún no he probado el 1.6dci de 130CV, pero los compañeros me hablan maravillas de él. Lástima que no esté disponible en el Juke… de momento.



A pesar de contar con un motor modesto en el vano motor, que nadie se llame a engaño pensando en que este Nissan pueda resultar inframotorizado. Desde los primeros metros el bloque propulsa la carrocería de este peculiar “mini SUV” sin drama aunque también sin excesos. Las cifras de prestaciones que hemos medido incluso mejoran algo las oficiales, bajando una décima la aceleración de 0 a 100 km/h y dos la recuperación en sexta de 80 a 120 km/h.
No es un deportivo (para los que busquen uno, que apuesten por la versión gasolina de 190CV 1.6T), pero desde luego nunca seremos un obstáculo en el tráfico habitual, sea en autopista (aplomo medio/bueno con sensibilidad al viento lateral), en carretera secundaria (oscilaciones acusadas de la carrocería en curva) o en la inmisericorde ciudad (gran ángulo de giro, buenos frenos, dirección suave, oportuna carrocería elevada al encontrarte con obras que ya nunca se acabarán).

En todas partes el Juke se mueve a gusto. ¿En todas? Bueno, excepto fuera del asfalto, en contra de lo que su apariencia de pequeño todocamino pueda sugerir.
Llevar al Juke a una pista de tierra es como llevar un Citroen C5 con su suspensión neumática en el máximo de altura. El Nissan de lo único que dispone es de una carrocería elevada, pero ni cuenta con tracción integral ni tiene ángulo ni ruedas como para ir más allá del parking de tierra de la granja escuela. Es algo del tipo Volkswagen Cross Polo. Porque desde luego no tiene la aptitud campera de un Qashqai –que dicho sea de paso, tampoco es para tirar cohetes- y mucho menos la de un Skoda Yeti. Quizá el Mini Countryman esté mas cerca de su concepto, que no de su precio y equipamiento.



El consumo del motor, sin apurar lo que da de sí su chasis (yo creo que podría con el doble de potencia sin problema) se ha mantenido en una media de 5,3 litros a los 100kms recorridos durante la prueba.

Con todo, el Juke convence como polivalente. Es un coche joven y desenfadado, económico de adquirir y mantener y fácil de utilizar por 4 personas.
Sé que está teniendo un éxito merecido como alternativa al coche pequeño, pero yo me sigo quedando con el Qashqai. Quizá es más soso, más caro y menos dinámico, pero me parece un producto más completo… y más maduro.