Renault Twingo 1.2 Emotion
" El encanto de lo simple "
Superada ya su fase de comprometida estética, el pequeño Twingo de Renault se pone al día para seguir ofreciendo sencillez y practicidad bajo un envoltorio más moderno y discreto.
Aunque bueno, lo de la discreción dependerá mucho del gusto del comprador, puesto que junto a nuestra “normalita” (pero atractiva) unidad crema (que no es blanco, aunque lo parezca) en el parque de prensa de Renault había estacionado otro Twingo color morado de lo más resultón.
El caso es que el tiempo pasa y poco queda ya por fuera de aquel automóvil urbano que a finales de los noventa inspiró innumerables chistes –casi siempre despectivos- por su apariencia de furgonetita sin morro y con los ojos saltones. En el recuerdo de algunos quedará como “coche simpático” mientras otros sólo lo rememorarán como “feo”, simple y llanamente.
Sea como fuere, el caso es que las ventas acompañaron, porque el Twingo, aunque “duro de mirar”, se mostró como un coche práctico y capaz como pocos.
Esto aún se aprecia 15 años después en su sucesor más reciente.
Por delante y por detrás está más logrado, siendo el morro el que más novedad aglutina. Atractivos grupos ópticos, parrilla destacada, logo muy presente… la trasera es poco más que un “restyling” del modelo que hasta ahora se vendía, y el coche de lado… entre sus poderosos pasos de rueda muestra el perfil de techo alto y cintura baja del que viene haciendo gala desde su primer modelo. Incluso el sistema de apertura de puertas sigue siendo el mismo.
Visto en conjunto, porque gracias a su reducido tamaño se le puede ver entero de un solo vistazo, resulta un coche poco revolucionario pero simpático. Sencillo pero pintón. Menos juguete y más coche.
En el interior, el ambiente es más desenfadado. La tapicería de los asientos es puro cachondeo, con unas rayas de colores que no pegan con nada… lo cual sin duda es un efecto buscado. Los aireadores con la carcasa en azul clarito tampoco son parte de ningún diseño, pero gustan, y el cuadro colocado en el centro con un gran velocímetro digital y poco –o nada- más resulta original y pintoresco. Otros dirán “barato y fuera de lugar”, pero a mí me ha gustado.
Como me ha gustado la sensación de amplitud que se respira nada más entrar al coche.
Su gran superficie acristalada –sobre todo si se le monta el techo solar (de los de verdad, los que se abren)- y los tonos gris claro que pueblan el salpicadero lo hacen un automóvil muy luminoso y agradable. También el hecho de no contar con “más nada” tras el volante acrecienta la percepción.
Otra cosa ya es sentarse a sus mandos. El volante está muy inclinado, y sólo se regula en altura, lo que compromete el resto de ajustes del asiento, unos ajustes que tampoco son todo lo finos que podrían ser. El caso es que no es fácil encontrar rápido la postura al volante, es cuestión de ir probando poco a poco.
De los asientos decir que gozan de buen mullido, buen tamaño y buena sujección lateral… para salir disparado del coche. Sí, no son backets de carreras, precisamente.
Respecto a los plásticos del interior… si eso, eso, pero sus ajustes son buenos. Sin ruiditos parásitos ni juntas descuidadas. De huecos el coche va bien surtido, pero echo de menos alguna tapa en alguno de ellos. Las bandejas sobre el salpicadero son muy prácticas para dejar el móvil y la cartera, hasta que tomas una rotonda y te toca recogerlos de entre el pedalier. Y gracias, que siempre se puede dar la concomitancia de teléfono en la bandeja+ventanilla abierta+curva a derechas, en ese caso te tocará recoger tus objetos personales de la calzada.
De la consola central cabe destacar la sencillez de la radio y la solvencia del climatizador. Nada que añadir porque no hay nada más añadido.
Pasamos a las plazas de atrás merced a un mecanismo de abatir asientos manifiestamente mejorable y nos encontramos con un hueco más que digno. En la configuración de dos butacas independientes desplazables longitudinalmente tenemos sitio para dos adultos más que de sobra. En este caso el Twingo se convierte en casi un Skoda Superb de menos de cuatro metros. Genial en todas sus cotas, como su más longevo predecesor. Y es que ya se sabe, el que tuvo, retuvo.
El maletero… pues hombre, ahí está. Ni bien ni mal ni blanco ni negro ni sí ni no ni todo lo contrario. Discretito. Lo bueno es que se puede jugar con la banqueta trasera ganando espacio por un lado… mientras se pierde por el otro.
La toldilla que cubre los equipajes, raquítica y no desmontable. Pero no desentona.
Con todo, por fuera y por dentro, el Twingo me está agradando.
Ahora nos empezamos a mover con él.
El arranque se hace por un curioso sistema ya casi extinto que consiste en meter la llave en una clavija y girarla. La primera se mete accionando un pedal que hay a la izquierda del freno y el freno de mano se libera accionando una palanca situada entre los asientos.
Aceleramos y cambiamos de marcha de oído, porque no hay cuenta revoluciones, si hay un túnel damos las luces girando una palanca tras el volante y si llueve, habremos de accionar otro mando al otro lado. Esto es: se conduce como se conducían todos los coches hace diez años. Y da gusto.
Da gusto porque el “Twinguillo” te hace sentir partícipe de la acción. El coche te lleva a ti mientras tú lleves al coche. Parece broma, pero es un extremo que en los vehículos modernos se está perdiendo. Y esa interacción entre vehículo y conductor en este coche suma enteros gracias al generoso ruido mecánico y aerodinámico. A 120 km/h todas las conversaciones, incluso las más banales, se han de convertir en diálogos “subidos de tono”.
Es una pena, aunque no un defecto gravísimo, porque el pequeño Renault con su pequeño motor es capaz de mantener cruceros alegres en carretera. Es cierto que cuando aparezca un repecho también aparecerá la cuarta velocidad e incluso la tercera de su caja de cinco marchas con accionamiento duro pero preciso. Apenas 11 metros/kilo de par es lo que tienen: recuperaciones al borde del abismo. Al fin y al cabo nos encontramos con un propulsor sin misterio: 4 cilindros, mil y poco centímetros cúbicos, inyección secuencial multipunto y una culata de 16 válvulas que hace lo que puede para ir tirando de los 75 Cv entre las 1.500 y las 6.000 vueltas. Al menos tiene eso, que se estira, como buen atmosférico.
Pero tampoco pasa nada. Seguro que muchos de vosotros, como yo, tenéis una dilatada experiencia con los vehículos inframotorizados (vistos ahora) que hasta hace poco poblaban nuestras carreteras. Yo me estrené en los adelantamientos con un Renault 12 de apenas 80Cv y sigo aquí. Es cuestión de coger el punto. En carretera secundaria hemos de acordarnos cómo se hacía antaño y apurar el “uno punto dos” hasta que parezca que va a salir de un salto del capó. Con precaución, tino y las limitaciones propias del planteamiento urbano del modelo, el Twingo no se arredra en escapadas por autopista y carreteras de segundo orden.
En zona de curvas el límite tal vez lo marque más sus asientos que otra cosa. Estar agarrándose al volante y haciendo fuerza con las piernas para no perder la postura cansa, la verdad. Por otro lado, hablar de sobreviraje o subviraje en un coche con palmo y medio de batalla casi está de más, pues se comporta como si lleváramos una rueda en pleno centro del chasis. El límite aquí lo ponen las leyes de la física y el sentido común del conductor. El control de estabilidad es opcional, y dadas la prestaciones del coche está garantizado que pasará una vida de lo más relajada. La frenada es extraordinaria, incluso excesiva para un coche que pasará la mayor parte de su vida moviéndose en la “jungla de asfalto” a bajo ritmo.
En esa jungla, la ciudad, va más que sobrado. Es capaz de girar sobre una moneda de dos euros, es cómodo de suspensión, tiene buena visibilidad, se aparca en un alcorque de acacia y consume como un mechero. 5,6 litros de media a los 100 kms recorridos no están mal, pero seguro que se pueden mejorar con un poco más de tacto al volante hasta cerca de los –realistas- 5,1 que anuncia la marca. Con estos consumos yo el diesel ni me lo plantearía.
Todo esto, practicidad, movilidad y sensaciones “vintage” por 10.000 euros.
Muy bien. Pero mejor aún si le sumamos otros 2.000 (parecen pocos pero daos cuenta de que son un 20% más del precio del coche) y completamos el Twingo con toooodo el equipamiento opcional disponible: alerón, pintura metalizada, rueda de repuesto, techo solar, airbags de cortina, ESP, llantas de aleación de 15”, climatizador… Entonces es más “guay” y entra en lid de lleno con pijaditas exclusivas como el Fiat 500 (cuyo modelo básico seguirá siendo más caro). De Mini, ni hablamos. Los urbanos del grupo PSA –Citroen C1 y Peugeot 107- pecan de cicutas con sus motores tres cilindros, al igual que el Ford Ka, que es “ni chicha ni limoná”. El Micra es más tecnológico, el SEAT Mii tiene un nombre “terriible” y la competencia coreana, aunque más sosa, sí que da algo más: las cinco puertas de por ejemplo un Kia Picanto, que también va muy bien, por cierto.
Pero quizá sea porque a fuerza de conocerlo se le coge cariño, y ese cariño, subjetivo, se traduce en encanto a la hora de conducirlo. Sea por lo que fuere, el Twingo me ha conquistado. Es un coche mono, simple y sencillo, y si esto para cualquier otro pudiera resultar un defecto, en el caso del Renault, hasta lo hace parecer Chic.
El caso es que el tiempo pasa y poco queda ya por fuera de aquel automóvil urbano que a finales de los noventa inspiró innumerables chistes –casi siempre despectivos- por su apariencia de furgonetita sin morro y con los ojos saltones. En el recuerdo de algunos quedará como “coche simpático” mientras otros sólo lo rememorarán como “feo”, simple y llanamente.
Sea como fuere, el caso es que las ventas acompañaron, porque el Twingo, aunque “duro de mirar”, se mostró como un coche práctico y capaz como pocos.
Esto aún se aprecia 15 años después en su sucesor más reciente.
Por delante y por detrás está más logrado, siendo el morro el que más novedad aglutina. Atractivos grupos ópticos, parrilla destacada, logo muy presente… la trasera es poco más que un “restyling” del modelo que hasta ahora se vendía, y el coche de lado… entre sus poderosos pasos de rueda muestra el perfil de techo alto y cintura baja del que viene haciendo gala desde su primer modelo. Incluso el sistema de apertura de puertas sigue siendo el mismo.
Visto en conjunto, porque gracias a su reducido tamaño se le puede ver entero de un solo vistazo, resulta un coche poco revolucionario pero simpático. Sencillo pero pintón. Menos juguete y más coche.
En el interior, el ambiente es más desenfadado. La tapicería de los asientos es puro cachondeo, con unas rayas de colores que no pegan con nada… lo cual sin duda es un efecto buscado. Los aireadores con la carcasa en azul clarito tampoco son parte de ningún diseño, pero gustan, y el cuadro colocado en el centro con un gran velocímetro digital y poco –o nada- más resulta original y pintoresco. Otros dirán “barato y fuera de lugar”, pero a mí me ha gustado.
Como me ha gustado la sensación de amplitud que se respira nada más entrar al coche.
Su gran superficie acristalada –sobre todo si se le monta el techo solar (de los de verdad, los que se abren)- y los tonos gris claro que pueblan el salpicadero lo hacen un automóvil muy luminoso y agradable. También el hecho de no contar con “más nada” tras el volante acrecienta la percepción.
Otra cosa ya es sentarse a sus mandos. El volante está muy inclinado, y sólo se regula en altura, lo que compromete el resto de ajustes del asiento, unos ajustes que tampoco son todo lo finos que podrían ser. El caso es que no es fácil encontrar rápido la postura al volante, es cuestión de ir probando poco a poco.
De los asientos decir que gozan de buen mullido, buen tamaño y buena sujección lateral… para salir disparado del coche. Sí, no son backets de carreras, precisamente.
Respecto a los plásticos del interior… si eso, eso, pero sus ajustes son buenos. Sin ruiditos parásitos ni juntas descuidadas. De huecos el coche va bien surtido, pero echo de menos alguna tapa en alguno de ellos. Las bandejas sobre el salpicadero son muy prácticas para dejar el móvil y la cartera, hasta que tomas una rotonda y te toca recogerlos de entre el pedalier. Y gracias, que siempre se puede dar la concomitancia de teléfono en la bandeja+ventanilla abierta+curva a derechas, en ese caso te tocará recoger tus objetos personales de la calzada.
De la consola central cabe destacar la sencillez de la radio y la solvencia del climatizador. Nada que añadir porque no hay nada más añadido.
Pasamos a las plazas de atrás merced a un mecanismo de abatir asientos manifiestamente mejorable y nos encontramos con un hueco más que digno. En la configuración de dos butacas independientes desplazables longitudinalmente tenemos sitio para dos adultos más que de sobra. En este caso el Twingo se convierte en casi un Skoda Superb de menos de cuatro metros. Genial en todas sus cotas, como su más longevo predecesor. Y es que ya se sabe, el que tuvo, retuvo.
El maletero… pues hombre, ahí está. Ni bien ni mal ni blanco ni negro ni sí ni no ni todo lo contrario. Discretito. Lo bueno es que se puede jugar con la banqueta trasera ganando espacio por un lado… mientras se pierde por el otro.
La toldilla que cubre los equipajes, raquítica y no desmontable. Pero no desentona.
Con todo, por fuera y por dentro, el Twingo me está agradando.
Ahora nos empezamos a mover con él.
El arranque se hace por un curioso sistema ya casi extinto que consiste en meter la llave en una clavija y girarla. La primera se mete accionando un pedal que hay a la izquierda del freno y el freno de mano se libera accionando una palanca situada entre los asientos.
Aceleramos y cambiamos de marcha de oído, porque no hay cuenta revoluciones, si hay un túnel damos las luces girando una palanca tras el volante y si llueve, habremos de accionar otro mando al otro lado. Esto es: se conduce como se conducían todos los coches hace diez años. Y da gusto.
Da gusto porque el “Twinguillo” te hace sentir partícipe de la acción. El coche te lleva a ti mientras tú lleves al coche. Parece broma, pero es un extremo que en los vehículos modernos se está perdiendo. Y esa interacción entre vehículo y conductor en este coche suma enteros gracias al generoso ruido mecánico y aerodinámico. A 120 km/h todas las conversaciones, incluso las más banales, se han de convertir en diálogos “subidos de tono”.
Es una pena, aunque no un defecto gravísimo, porque el pequeño Renault con su pequeño motor es capaz de mantener cruceros alegres en carretera. Es cierto que cuando aparezca un repecho también aparecerá la cuarta velocidad e incluso la tercera de su caja de cinco marchas con accionamiento duro pero preciso. Apenas 11 metros/kilo de par es lo que tienen: recuperaciones al borde del abismo. Al fin y al cabo nos encontramos con un propulsor sin misterio: 4 cilindros, mil y poco centímetros cúbicos, inyección secuencial multipunto y una culata de 16 válvulas que hace lo que puede para ir tirando de los 75 Cv entre las 1.500 y las 6.000 vueltas. Al menos tiene eso, que se estira, como buen atmosférico.
Pero tampoco pasa nada. Seguro que muchos de vosotros, como yo, tenéis una dilatada experiencia con los vehículos inframotorizados (vistos ahora) que hasta hace poco poblaban nuestras carreteras. Yo me estrené en los adelantamientos con un Renault 12 de apenas 80Cv y sigo aquí. Es cuestión de coger el punto. En carretera secundaria hemos de acordarnos cómo se hacía antaño y apurar el “uno punto dos” hasta que parezca que va a salir de un salto del capó. Con precaución, tino y las limitaciones propias del planteamiento urbano del modelo, el Twingo no se arredra en escapadas por autopista y carreteras de segundo orden.
En zona de curvas el límite tal vez lo marque más sus asientos que otra cosa. Estar agarrándose al volante y haciendo fuerza con las piernas para no perder la postura cansa, la verdad. Por otro lado, hablar de sobreviraje o subviraje en un coche con palmo y medio de batalla casi está de más, pues se comporta como si lleváramos una rueda en pleno centro del chasis. El límite aquí lo ponen las leyes de la física y el sentido común del conductor. El control de estabilidad es opcional, y dadas la prestaciones del coche está garantizado que pasará una vida de lo más relajada. La frenada es extraordinaria, incluso excesiva para un coche que pasará la mayor parte de su vida moviéndose en la “jungla de asfalto” a bajo ritmo.
En esa jungla, la ciudad, va más que sobrado. Es capaz de girar sobre una moneda de dos euros, es cómodo de suspensión, tiene buena visibilidad, se aparca en un alcorque de acacia y consume como un mechero. 5,6 litros de media a los 100 kms recorridos no están mal, pero seguro que se pueden mejorar con un poco más de tacto al volante hasta cerca de los –realistas- 5,1 que anuncia la marca. Con estos consumos yo el diesel ni me lo plantearía.
Todo esto, practicidad, movilidad y sensaciones “vintage” por 10.000 euros.
Muy bien. Pero mejor aún si le sumamos otros 2.000 (parecen pocos pero daos cuenta de que son un 20% más del precio del coche) y completamos el Twingo con toooodo el equipamiento opcional disponible: alerón, pintura metalizada, rueda de repuesto, techo solar, airbags de cortina, ESP, llantas de aleación de 15”, climatizador… Entonces es más “guay” y entra en lid de lleno con pijaditas exclusivas como el Fiat 500 (cuyo modelo básico seguirá siendo más caro). De Mini, ni hablamos. Los urbanos del grupo PSA –Citroen C1 y Peugeot 107- pecan de cicutas con sus motores tres cilindros, al igual que el Ford Ka, que es “ni chicha ni limoná”. El Micra es más tecnológico, el SEAT Mii tiene un nombre “terriible” y la competencia coreana, aunque más sosa, sí que da algo más: las cinco puertas de por ejemplo un Kia Picanto, que también va muy bien, por cierto.
Pero quizá sea porque a fuerza de conocerlo se le coge cariño, y ese cariño, subjetivo, se traduce en encanto a la hora de conducirlo. Sea por lo que fuere, el Twingo me ha conquistado. Es un coche mono, simple y sencillo, y si esto para cualquier otro pudiera resultar un defecto, en el caso del Renault, hasta lo hace parecer Chic.
NUESTRA NOTA: 8
Cosas a favor
Habitabilidad
Sencillez de conducción
Precio y opciones
Cosas en contra
Postura al volante
Rumorosidad
Sin cuenta revoluciones
MOTOR
- Cilindrada: 1.149 c.c.
- Potencia: 75 Cv CEE
- Par: 10,9 mkg
- Tracción: delantera
- Caja de cambios: manual 5 velocidades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 368/165/147 cms
- Peso: 950 kgs
- Ruedas: 185/55R15 (op)
- Maletero: 230 l
- Cap. Depósito: 40 l
Prestaciones
- Velocidad máxima: 170 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 12,3 seg
- Consumo medio oficial: 5,1 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, 4 airbags, asientos traseros abatibles, control y limitador de velocidad, cierre centralizado, dirección asistida, elevalunas y retrovisores eléctricos, ordenador de a bordo, faros antiniebla, volante de cuero regulable...