Renault Koleos dci150 aut.4x4
" Diamante en bruto "
Años después de su lanzamiento y meses tras su último restyling este Renault/Samsung parece que va obteniendo el favor de crítica y público, sin embargo, pequeños detalles sin pulir aún lo alejan de lo más alto del segmento.
Empecemos por el nombre. La marca gala es muy aficionada a mezclar sílabas de palabras que definen conceptos asociados al coche a bautizar, rollo Twingo (Twist, Swing y Tango, vamos, todo un Fred Astaire de cuatro ruedas). Por esa regla de tres… ¿Koleos de dónde sale? ¿Kokotxa, Lémur y Osteoporosis? No sé, en su día no me gustó, hoy sigue sin entusiasmarme, pero podría ser peor, podría haberle pasado la de su primo… el Nissan Cuescoi.
Bromas aparte pero sin perder la sonrisa nos fijamos ahora en su estampa.
Para ser un compacto es grande, para ser un monovolumen, pequeño, es alto para ser un coche de carretera y bajo para ser de campo. ¿Conflicto de intereses? No, personalidad múltiple, yo diría. Se trata de hacer un coche lo suficientemente bueno en todo pero sin destacar en nada. Fórmula comodín de la categoría.
Sin embargo su estética sí que destaca, para bien y para mal. Algunos lo han tildado de “rematadamente feo”, otros de “original” y, los menos, de “bonito”. Yo no me voy a manifestar al respecto, pues si bien reconozco que no es una preciosidad (y qué coche lo es hoy en día) tras mirarlo bien y parpadear luego tampoco “me han cicatrizado los párpados”.
Si me han llamado la atención los buenos ángulos de ataque y salida que ofrecen sus bajos, así como su amplia superficie acristalada, su morro afilado y su culo gordo.
El color rojo de nuestra unidad de pruebas, junto con los detallitos propios de su acabado “Privilege” (alerón, barras, protecciones, llantas de 17”…) lo convertían un coche resultón.
Pasamos al interior y nos encontramos con una atmósfera sencilla y práctica, bien hecha y bien parecida, aunque los plásticos son mejorables y la ergonomía de algunos mandos también, como el control de velocidad (delante de la palanca de cambios, al lado del mechero), o los controles del navegador tom-tom de serie (demasiado pequeños, demasiado retrasados entre los asientos), el interruptor de los asientos calefactables (escondido en una esquina), también otros son misteriosos, como el que acciona el ordenador de abordo que descubrí por error, tras dos días de búsqueda, al intentar dar el limpia trasero. Quizá anotar asimismo que los aireadores del climatizador están un pelín bajos, pero bueno, esto también depende de personas y tallas.
Por lo demás está bien. Volante forrado de cuero con buen tacto, cuadro pleno de información útil, guanteras en las puertas, entre los asientos y en la consola central. Posición de conducción elevada con buenos ajustes de butaca (eléctrico el del conductor) y con asientos grandes con escasa sujeción lateral, lo que sumado al cuero de serie hace que en apoyos fuertes tengas que sujetar fuertemente el volante para no acabar estampado contra tu puerta o sentado sobre el botón de freno de mano eléctrico. La visibilidad es ideal hacia todos los lados, y contamos con unos retrovisores realmente grandes.
Analizamos ahora las plazas traseras y nos encontramos con tres amplias plazas. Aquí Renault lo ha tenido claro, mejor cinco a gusto que siete de mala manera. Sus cotas de longitud, altura y anchura lo convierten en un coche muy agradable de habitar como pasajero. El túnel central está muy bien disimulado sin llegar a incordiar y, a pesar de la tapicería oscura, esta fila resulta tan luminosa como la anterior merced a sus grandes ventanillas y a un generoso techo panorámico corredizo de serie en este acabado.
También hay huecos, pero la tapa que los oculta sobre el suelo desluce el invento. Cada vez que la he abierto me he quedado con ella en la mano y me ha llevado unos minutos volver a encajarla en su sitio.
Volvemos la vista a la zaga para encontrarnos un buen maletero con apertura de doble hoja, más práctica de lo que mucha gente cree. Gracias a lo regular de sus formas, más que a su capacidad declarada, encontraremos acomodo sin problemas para media docena de maletas de tamaño razonable. Echo de menos algún que otro ganchito para colgar la bolsa reutilizable del Carrefour cuando vengo de la compra.
Ahora vamos a conducirlo, poquito a poco.
El motor con el que contamos bajo el capó es el conocido dos litros dci de 150 CV que tan buen resultado da a la marca, sumado aquí a una transmisión automática de seis velocidades.
Empezamos rodando por carretera a ritmo legal/de paseo. El propulsor se muestra muy voluntarioso, no demasiado rumoroso y con reserva de potencia. El coche va por donde le dirigimos aunque su dirección se nos muestra un poco imprecisa y el cambio de marchas es más suave que rápido. La suspensión es muy cómoda y los frenos, pasan desapercibidos (lo cuál no es malo, sino bueno). Aumentamos la intensidad de la conducción y efectivamente “el mal de volante fofo” se hace crónico. Lo cuál es una pena, pues, el resto del conjunto sin problemas mantiene el tipo.
Nuestro coche es 4x4, y rodamos con el modo “Auto” activado (repartiendo par delante/detrás en función de las necesidades) lo que, pese a lo errático de la dirección, nos ayuda a mantener la trayectoria de manera obediente. Su capacidad de motricidad va de “buena” a “extraordinaria”… a nada que abandonemos el asfalto.
Sí, ya sé que el 90% de los Koleos nunca abandonarán la suavidad del negro alquitrán (quizá alguna vez para subirse a un bordillo), pero yo he querido constatar qué hay de cierto en lo que la marca vende… y su chasis promete. No nos olvidemos que bajo su chapa late un Nissan X-Trail.
Total, que me echo al monte tras verificar que mis ruedas son las apropiadas a tal efecto (neumáticos AT –All Terrain- de serie).
Por no extenderme demasiado –y porque Renault no se entere…-, no voy a insistir en las mil y una perrerías que le hice al coche hasta que el barro cubrió su techo. Sólo decir que lo que podría haber quedado en una humilde nota en comportamiento dinámico ha subido varios enteros. Tanto en modo auto como con el bloqueo de diferencial central activado a este coche no hay quien lo pare. Montaña para arriba, montaña para abajo (con reductora electrónica a golpe de botón), zanjas, charcos… con todo lo que le permita su altura se atreve. En este aspecto es mucho mejor que su olvidado antecesor, el Scenic RX4, que se atoraba a la primera piedra del camino.
Me llevo de recuerdo una grata sensación cuando por fin regreso a la civilización para el otro test salvaje: el urbano.
En ciudad la dirección, como imaginaba, se convierte en el mejor aliado abandonando su papel de peor enemigo. Buen radio de giro, buena asistencia y buena indulgencia con nuestros fallos a la hora de elegir el carril apropiado. Los frenos siguen ahí, y eso.
La caja de cambios vive del par obtenido a muy pocas vueltas. Sube marchas, despacito, a su ritmo (del modo secuencial mejor ni hablar), y nos cuida el consumo, que no se quedó lejos de los 8,3 litros a los 100 que anuncia la marca. Las prestaciones, una vez recuperada la autopista, tan sólo correctas.
Vayamos ya concluyendo.
El Koleos es “otro más” en el segmento, pero no “otro menos”, como hasta ahora ha parecido. Por sus cualidades camperas está más cerca de un Toyota Rav4 que de un Ford Kuga, Hyundai IX35 o Chevrolet Captiva. No tiene la calidad de los mejores Tiguan o volvo XC60, pero sí que tiene más espacio que el vetusto Altea Freetrack y un precio (30.400 euros) y equipamiento (todo y más de serie) que lo hacen todavía más atractivo.
No es perfecto, de hecho a bote pronto se me antojan una buena docena de defectos por pulir, no obstante apunta maneras y conserva virtudes, luego no decepcionará a quien lo hayan elegido. Se llevan un diamante dentro de un mojón de granito. Pero un diamante, al fin y al cabo.
Bromas aparte pero sin perder la sonrisa nos fijamos ahora en su estampa.
Para ser un compacto es grande, para ser un monovolumen, pequeño, es alto para ser un coche de carretera y bajo para ser de campo. ¿Conflicto de intereses? No, personalidad múltiple, yo diría. Se trata de hacer un coche lo suficientemente bueno en todo pero sin destacar en nada. Fórmula comodín de la categoría.
Sin embargo su estética sí que destaca, para bien y para mal. Algunos lo han tildado de “rematadamente feo”, otros de “original” y, los menos, de “bonito”. Yo no me voy a manifestar al respecto, pues si bien reconozco que no es una preciosidad (y qué coche lo es hoy en día) tras mirarlo bien y parpadear luego tampoco “me han cicatrizado los párpados”.
Si me han llamado la atención los buenos ángulos de ataque y salida que ofrecen sus bajos, así como su amplia superficie acristalada, su morro afilado y su culo gordo.
El color rojo de nuestra unidad de pruebas, junto con los detallitos propios de su acabado “Privilege” (alerón, barras, protecciones, llantas de 17”…) lo convertían un coche resultón.
Pasamos al interior y nos encontramos con una atmósfera sencilla y práctica, bien hecha y bien parecida, aunque los plásticos son mejorables y la ergonomía de algunos mandos también, como el control de velocidad (delante de la palanca de cambios, al lado del mechero), o los controles del navegador tom-tom de serie (demasiado pequeños, demasiado retrasados entre los asientos), el interruptor de los asientos calefactables (escondido en una esquina), también otros son misteriosos, como el que acciona el ordenador de abordo que descubrí por error, tras dos días de búsqueda, al intentar dar el limpia trasero. Quizá anotar asimismo que los aireadores del climatizador están un pelín bajos, pero bueno, esto también depende de personas y tallas.
Por lo demás está bien. Volante forrado de cuero con buen tacto, cuadro pleno de información útil, guanteras en las puertas, entre los asientos y en la consola central. Posición de conducción elevada con buenos ajustes de butaca (eléctrico el del conductor) y con asientos grandes con escasa sujeción lateral, lo que sumado al cuero de serie hace que en apoyos fuertes tengas que sujetar fuertemente el volante para no acabar estampado contra tu puerta o sentado sobre el botón de freno de mano eléctrico. La visibilidad es ideal hacia todos los lados, y contamos con unos retrovisores realmente grandes.
Analizamos ahora las plazas traseras y nos encontramos con tres amplias plazas. Aquí Renault lo ha tenido claro, mejor cinco a gusto que siete de mala manera. Sus cotas de longitud, altura y anchura lo convierten en un coche muy agradable de habitar como pasajero. El túnel central está muy bien disimulado sin llegar a incordiar y, a pesar de la tapicería oscura, esta fila resulta tan luminosa como la anterior merced a sus grandes ventanillas y a un generoso techo panorámico corredizo de serie en este acabado.
También hay huecos, pero la tapa que los oculta sobre el suelo desluce el invento. Cada vez que la he abierto me he quedado con ella en la mano y me ha llevado unos minutos volver a encajarla en su sitio.
Volvemos la vista a la zaga para encontrarnos un buen maletero con apertura de doble hoja, más práctica de lo que mucha gente cree. Gracias a lo regular de sus formas, más que a su capacidad declarada, encontraremos acomodo sin problemas para media docena de maletas de tamaño razonable. Echo de menos algún que otro ganchito para colgar la bolsa reutilizable del Carrefour cuando vengo de la compra.
Ahora vamos a conducirlo, poquito a poco.
El motor con el que contamos bajo el capó es el conocido dos litros dci de 150 CV que tan buen resultado da a la marca, sumado aquí a una transmisión automática de seis velocidades.
Empezamos rodando por carretera a ritmo legal/de paseo. El propulsor se muestra muy voluntarioso, no demasiado rumoroso y con reserva de potencia. El coche va por donde le dirigimos aunque su dirección se nos muestra un poco imprecisa y el cambio de marchas es más suave que rápido. La suspensión es muy cómoda y los frenos, pasan desapercibidos (lo cuál no es malo, sino bueno). Aumentamos la intensidad de la conducción y efectivamente “el mal de volante fofo” se hace crónico. Lo cuál es una pena, pues, el resto del conjunto sin problemas mantiene el tipo.
Nuestro coche es 4x4, y rodamos con el modo “Auto” activado (repartiendo par delante/detrás en función de las necesidades) lo que, pese a lo errático de la dirección, nos ayuda a mantener la trayectoria de manera obediente. Su capacidad de motricidad va de “buena” a “extraordinaria”… a nada que abandonemos el asfalto.
Sí, ya sé que el 90% de los Koleos nunca abandonarán la suavidad del negro alquitrán (quizá alguna vez para subirse a un bordillo), pero yo he querido constatar qué hay de cierto en lo que la marca vende… y su chasis promete. No nos olvidemos que bajo su chapa late un Nissan X-Trail.
Total, que me echo al monte tras verificar que mis ruedas son las apropiadas a tal efecto (neumáticos AT –All Terrain- de serie).
Por no extenderme demasiado –y porque Renault no se entere…-, no voy a insistir en las mil y una perrerías que le hice al coche hasta que el barro cubrió su techo. Sólo decir que lo que podría haber quedado en una humilde nota en comportamiento dinámico ha subido varios enteros. Tanto en modo auto como con el bloqueo de diferencial central activado a este coche no hay quien lo pare. Montaña para arriba, montaña para abajo (con reductora electrónica a golpe de botón), zanjas, charcos… con todo lo que le permita su altura se atreve. En este aspecto es mucho mejor que su olvidado antecesor, el Scenic RX4, que se atoraba a la primera piedra del camino.
Me llevo de recuerdo una grata sensación cuando por fin regreso a la civilización para el otro test salvaje: el urbano.
En ciudad la dirección, como imaginaba, se convierte en el mejor aliado abandonando su papel de peor enemigo. Buen radio de giro, buena asistencia y buena indulgencia con nuestros fallos a la hora de elegir el carril apropiado. Los frenos siguen ahí, y eso.
La caja de cambios vive del par obtenido a muy pocas vueltas. Sube marchas, despacito, a su ritmo (del modo secuencial mejor ni hablar), y nos cuida el consumo, que no se quedó lejos de los 8,3 litros a los 100 que anuncia la marca. Las prestaciones, una vez recuperada la autopista, tan sólo correctas.
Vayamos ya concluyendo.
El Koleos es “otro más” en el segmento, pero no “otro menos”, como hasta ahora ha parecido. Por sus cualidades camperas está más cerca de un Toyota Rav4 que de un Ford Kuga, Hyundai IX35 o Chevrolet Captiva. No tiene la calidad de los mejores Tiguan o volvo XC60, pero sí que tiene más espacio que el vetusto Altea Freetrack y un precio (30.400 euros) y equipamiento (todo y más de serie) que lo hacen todavía más atractivo.
No es perfecto, de hecho a bote pronto se me antojan una buena docena de defectos por pulir, no obstante apunta maneras y conserva virtudes, luego no decepcionará a quien lo hayan elegido. Se llevan un diamante dentro de un mojón de granito. Pero un diamante, al fin y al cabo.
NUESTRA NOTA: 7.5
Cosas a favor
Motor solvente
Cualidades off-road
Relación precio-equipamiento
Cosas en contra
Dirección torpona
Cambio automático lento
Ubicación de algunos mandos
MOTOR
- Cilindrada: 1.995 c.c.
- Potencia: 150 CV CEE
- Par: 32,6 mkg
- Tracción: integral conectable
- Caja de cambios: automática 6 velociades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 452/185/169 cms
- Peso: 1.709 kgs
- Ruedas: 225/60R17
- Maletero: 450 l
- Cap. Depósito: 65 l
Prestaciones
- Velocidad máxima: 173 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 12 seg
- Consumo medio oficial: 8,3 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, EDB, ESP, 6 airbags, bluetooth, clinatizador bizona, control y limitador de velocidad, hill holder y control de descenso (HDC), parktronic delantero y trsero, navegador tom-tom, faros bixenon adaptativos, tapicería de cuero, techo panorámico, equipo de audio especial Bosé, portagafas, cortinillas laterales...