Smart 52mhd pure cabrio
" No es culpa suya "
En esta ocasión concedemos una segunda oportunidad al pequeño ciudadano de la marca filial de Mercedes, con el fin de demostrar que muchos de los motivos por los que nos horroriza este modelo… no son culpa suya.
Me explico. Hace tiempo me “condenaron” a conducir durante toda una semana este microscópico coche de plástico y fueron siete días de tortura. Circulé por una ciudad darvinista como Madrid en la que sólo sobrevive el más fuerte, y los desplazamientos por autopista desde dicha ciudad hasta nuestra oficina en las afueras eran una absoluta pesadilla. Es por ello que sin remordimiento arrojé al diminuto coche inframotorizado a la hoguera.
Ahora, gracias a la amable gente de prensa de Mercedes y al masoquista que todos llevamos dentro… me encuentro en la misma situación con el mismo coche. Y además, descapotable, para ir fresquito con los 40 grados a la sombra de este mes de Julio.
Bien, pues el coche sigue siendo igual de pequeño e igual de lento entre el tráfico rápido, y eso que ahora contamos con un motor de casi 1.000 centímetros cúbicos y una potencia de más de 70 CV (71, para ser exacto). Pero también he de reconocer que sigue gozando de una maniobrabilidad en urbano sin comparación, de una estampa francamente simpática y de una calidad de acabados de las que puede presumir sin complejos.
Lo de su configuración descapotable lo convierte en el cabrio de serie más pequeño del mundo, y su capota de lona contempla la posibilidad de abatirse hacia atrás al estilo de Citroën 2CV o de descubrirse por completo desmotando los dos largueros laterales. De una u otra manera se puede disfrutar del coche a cielo abierto sin apenas turbulencias. Muy chulo, pero ojo con dónde se puede disfrutar este coche.
Los primeros kilómetros en la capital de España ya me advirtieron de que no me iban a poner las cosas sencillas…
En primer lugar nadie me respetaba, de hecho, tenía la sensación de que los taxistas y los conductores de autobús iban a por mí. En segundo lugar me faltaba motor para salir de los atolladeros en los que yo no me había metido. Continuaré diciendo que las permanentes obras y el mal estado del asfalto urbano acabaron con mis riñones, ya que la suspensión de este coche lo convierte en una auténtica tabla. Vamos, que he visto monopatines más confortables. Con la capota quitada tragué todo el humo que quise y en un semáforo me intentaron robar el maletín metiendo la mano por el techo. También me quedaba corto de frenos a la hora de esquivar los ocasionales peatones suicidas de esta ciudad y para remate, lo mejor: me multaron por mal estacionamiento. Sí, el Smart se puede aparcar en cualquier sitio… en el que se pueda aparcar. Quiero decir que al señor guardia le pareció extraordinario que mi coche cupiera de medio lado en batería frente a un alcorque, pero que como no estaba marcada como plaza de aparcamiento… ahí no lo podía dejar. Total, que acababa dando las mismas vueltas para estacionar que si llevara un compacto cualquiera, sufriendo el mismo atasco que si condujera un compacto cualquiera, aparcando en un hueco en el cabe un Ford Focus cualquiera y pagando el mismo ticket de la o.r.a que cualquiera.
Por cierto, cuidado con aparcar en plazas estrechas, pues el tamaño del coche es inversamente proporcional al tamaño de sus puertas, y en dos ocasiones me quedé atrapado en su interior.
Como veis, fiesta total.
El asunto era tal desastre que obligaba a un cambio de estrategia urgente.
Y ese cambio precisaba de medidas drásticas: había que cambiar de ciudad, lo que implicaba viajar unos centenares de kilómetros por autopista.
Bien, este trance se cubrió al mismo estilo que los adolescentes conducen sus ciclomotores, apretando a fondo el acelerador y apretando a fondo los dientes para no perder los empastes.
Llegado a mi nuevo destino –no diré cuál porque probé con varias localidades- el verdaderamente lógico Smart emergió de su agujero.
En el tráfico urbano era uno más, callejeaba a la velocidad del rayo, aparcaba de frente a medio palmo de un paso de cebra y nadie me decía nada. Al atardecer quitaba la capota para sentir el frescor del norte en la cara, el consumo del coche era de mechero… o menos, gracias al Start/Stop de serie. Incluso la gente me sonreía al verme montado en tan curioso utilitario. Los desplazamientos interurbanos no significaban gran esfuerzo pues la carretera estaba limitada a noventa y rodaba a mi aire, contaminado el mismo tanto como el pedo de un castor. De hecho el motor en marcha hace el mismo ruido que dicho animal royendo madera. El cambio automático con levas va mejor en automático total, rodando en quinta la mayor parte del tiempo. También diré que en ocasiones el empedrado de la calzada de los cascos antiguos me devolvía la sensación de conducir un carrito del Carrefour, pero el resto de sus bondades anteriormente enumeradas lo compensaba con creces.
Un cochecito muy majo para ciudades civilizadas, es mi conclusión.
¿Y todos los que circulan por Madrid? No te engañes. Paré a dos de sus conductores con interés por conocer su historia y uno me dijo que era su coche de empresa, que él nunca hubiera comprado tal cosa. Y el otro, que se lo había traído de Barcelona, donde antes vivía, y que visto lo visto se estaba planteando cambiarlo por un Hummer, un tanque armado o una Vespa y un buen seguro de vida.
Y seguro que hay otros con otros motivos, pero seguro también que son menos razonables.
¿Recomiendo su compra? Primero recomiendo su alquiler, que te des unas vueltas con él haciendo tus recorridos habituales y… si la cosa funciona, adelante.
El único obstáculo a salvar será su elevada factura. El Smart 52mhd cabrio arranca en 13.400 euros, pero el nuestro, con Línea Pulse, paquete audio, aire acondicionado, paquete confort e iluminación, alarma antirrobo, softtouch plus y dirección asistida eléctrica salía por 17.400 euros. Un dineral, por lo que conviene asegurarse de que se acierta con la compra.
Como alternativa queda un Toyota IQ, pero no es mucho más barato y lo que es más importante, no lo hacen descapotable. Un complemento de moda imprescindible en un coche que, de por sí, ya es un complemento de moda.
Ahora, gracias a la amable gente de prensa de Mercedes y al masoquista que todos llevamos dentro… me encuentro en la misma situación con el mismo coche. Y además, descapotable, para ir fresquito con los 40 grados a la sombra de este mes de Julio.
Bien, pues el coche sigue siendo igual de pequeño e igual de lento entre el tráfico rápido, y eso que ahora contamos con un motor de casi 1.000 centímetros cúbicos y una potencia de más de 70 CV (71, para ser exacto). Pero también he de reconocer que sigue gozando de una maniobrabilidad en urbano sin comparación, de una estampa francamente simpática y de una calidad de acabados de las que puede presumir sin complejos.
Lo de su configuración descapotable lo convierte en el cabrio de serie más pequeño del mundo, y su capota de lona contempla la posibilidad de abatirse hacia atrás al estilo de Citroën 2CV o de descubrirse por completo desmotando los dos largueros laterales. De una u otra manera se puede disfrutar del coche a cielo abierto sin apenas turbulencias. Muy chulo, pero ojo con dónde se puede disfrutar este coche.
Los primeros kilómetros en la capital de España ya me advirtieron de que no me iban a poner las cosas sencillas…
En primer lugar nadie me respetaba, de hecho, tenía la sensación de que los taxistas y los conductores de autobús iban a por mí. En segundo lugar me faltaba motor para salir de los atolladeros en los que yo no me había metido. Continuaré diciendo que las permanentes obras y el mal estado del asfalto urbano acabaron con mis riñones, ya que la suspensión de este coche lo convierte en una auténtica tabla. Vamos, que he visto monopatines más confortables. Con la capota quitada tragué todo el humo que quise y en un semáforo me intentaron robar el maletín metiendo la mano por el techo. También me quedaba corto de frenos a la hora de esquivar los ocasionales peatones suicidas de esta ciudad y para remate, lo mejor: me multaron por mal estacionamiento. Sí, el Smart se puede aparcar en cualquier sitio… en el que se pueda aparcar. Quiero decir que al señor guardia le pareció extraordinario que mi coche cupiera de medio lado en batería frente a un alcorque, pero que como no estaba marcada como plaza de aparcamiento… ahí no lo podía dejar. Total, que acababa dando las mismas vueltas para estacionar que si llevara un compacto cualquiera, sufriendo el mismo atasco que si condujera un compacto cualquiera, aparcando en un hueco en el cabe un Ford Focus cualquiera y pagando el mismo ticket de la o.r.a que cualquiera.
Por cierto, cuidado con aparcar en plazas estrechas, pues el tamaño del coche es inversamente proporcional al tamaño de sus puertas, y en dos ocasiones me quedé atrapado en su interior.
Como veis, fiesta total.
El asunto era tal desastre que obligaba a un cambio de estrategia urgente.
Y ese cambio precisaba de medidas drásticas: había que cambiar de ciudad, lo que implicaba viajar unos centenares de kilómetros por autopista.
Bien, este trance se cubrió al mismo estilo que los adolescentes conducen sus ciclomotores, apretando a fondo el acelerador y apretando a fondo los dientes para no perder los empastes.
Llegado a mi nuevo destino –no diré cuál porque probé con varias localidades- el verdaderamente lógico Smart emergió de su agujero.
En el tráfico urbano era uno más, callejeaba a la velocidad del rayo, aparcaba de frente a medio palmo de un paso de cebra y nadie me decía nada. Al atardecer quitaba la capota para sentir el frescor del norte en la cara, el consumo del coche era de mechero… o menos, gracias al Start/Stop de serie. Incluso la gente me sonreía al verme montado en tan curioso utilitario. Los desplazamientos interurbanos no significaban gran esfuerzo pues la carretera estaba limitada a noventa y rodaba a mi aire, contaminado el mismo tanto como el pedo de un castor. De hecho el motor en marcha hace el mismo ruido que dicho animal royendo madera. El cambio automático con levas va mejor en automático total, rodando en quinta la mayor parte del tiempo. También diré que en ocasiones el empedrado de la calzada de los cascos antiguos me devolvía la sensación de conducir un carrito del Carrefour, pero el resto de sus bondades anteriormente enumeradas lo compensaba con creces.
Un cochecito muy majo para ciudades civilizadas, es mi conclusión.
¿Y todos los que circulan por Madrid? No te engañes. Paré a dos de sus conductores con interés por conocer su historia y uno me dijo que era su coche de empresa, que él nunca hubiera comprado tal cosa. Y el otro, que se lo había traído de Barcelona, donde antes vivía, y que visto lo visto se estaba planteando cambiarlo por un Hummer, un tanque armado o una Vespa y un buen seguro de vida.
Y seguro que hay otros con otros motivos, pero seguro también que son menos razonables.
¿Recomiendo su compra? Primero recomiendo su alquiler, que te des unas vueltas con él haciendo tus recorridos habituales y… si la cosa funciona, adelante.
El único obstáculo a salvar será su elevada factura. El Smart 52mhd cabrio arranca en 13.400 euros, pero el nuestro, con Línea Pulse, paquete audio, aire acondicionado, paquete confort e iluminación, alarma antirrobo, softtouch plus y dirección asistida eléctrica salía por 17.400 euros. Un dineral, por lo que conviene asegurarse de que se acierta con la compra.
Como alternativa queda un Toyota IQ, pero no es mucho más barato y lo que es más importante, no lo hacen descapotable. Un complemento de moda imprescindible en un coche que, de por sí, ya es un complemento de moda.
NUESTRA NOTA: 7
Cosas a favor
Cambio automático de serie
Manejable en ciudad
Descapotable muy logrado
Cosas en contra
No apto para todas las ciudades
Precio elevado
Suspensión durísima
MOTOR
- Cilindrada: 999 c.c.
- Potencia: 71 CV CEE
- Par: 9,3 mkg
- Tracción: trasera
- Caja de cambios: automática 5 velocidades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 269/155/154 cms
- Peso: 790 kgs
- Ruedas: 175/55R15-195/50R15
- Maletero: 220 l
- Cap. Depósito: 33 l
Prestaciones
- Velocidad máxima: 145 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 13,3 seg
- Consumo medio oficial: 4,4 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, EDB, TCS, ESP, dos airbags, caja de cambio automática/secuencial, capota eléctrica, asiento del conductor abatible, cierre centralizado, sistema Start/Stop, elevalunas eléctricos, espejo de cortesía en el parasol del acompañante, termómetro exterior...