Prueba del Dacia Jogger 1.0ECO-G

De hecho, la mezcla sobre la plataforma del Sandero en la que se asienta este coche, está francamente bien lograda. Su silueta es de coche familiar, mientras que su capacidad, a pesar de su tamaño compacto, es ciertamente de monovolumen, máxime cuando se cuenta con una tercera fila de asientos.
Pero yo diría más, o añadiría a mi juicio rasgos de otros parientes presentes en el Jogger.
Primero, ese toque SUV imprescindible para triunfar hoy en día viene de la mano de los acabados Stepway de la marca, pero es que esta versión Extreme quiere dar un aspecto rudo más en la onda de Duster. Sigo: Aunque nos dicen “familiar sobre-elevado” (y no tanto) a mí me recuerda mucho a la furgoneta Dacia Dokker. Con cristales y alargada, eso sí, pero con una capacidad de carga en el Jogger una vez abatidos los asientos, que haría palidecer a la del mencionado modelo comercial.



De su exterior comenzaré hablando de su frontal, al que le quedan “dos telediarios” pese a lo nuevo del modelo, pues la marca a partir de ya ha comenzado a incluir su recién estrenada imagen en el hocico de toda su gama. Más a allá de ello destaca su iluminación LED (a pesar de no ser ninguna maravilla) y esa protección efecto metal tan chula de sus bajos.



En la vista lateral, además de las discretas llantas negras y las protecciones en pasos de rueda y puertas, lo que nos llama la atención es la aparente longitud del coche y es que, como veremos desde el interior, el Jogger realmente parece más grande lo que es. También destacar que desde esta vista de lado, el Dacia se aprecia “echado para delante”, efecto causado por llevar la suspensión trasera reforzada y unos milímetros más levantada que la delantera con el objeto de que no le pese cargar con todos los pasajeros que homologa (7) y sus enseres.
Atrás el LED desaparece y los pilotos verticales confían su luminosidad a las bombillas de toda la vida. También hay protecciones y un gigantesco portón. Sin duda es esta la parte más “industrial” del coche.



Una vez en el interior la primera sensación es la de espacio. Lo hay a lo ancho, a lo largo y sobre todo a lo alto. Realmente parece que vas en un coche mayor.
Su salpicadero es sencillo, correcto, limitando su aroma a low cost con unas acertadas inserciones y una pantalla multimedia bastante básica, pero muy moderna.



La instrumentación es analógica pero muy visual y suficientemente completa. El tacto de sus mandos es aceptable y, dada su simplicidad, te haces con él en un periquete.
No ocurre lo mismo con la postura de conducción, demasiado elevada para mi gusto. Ni con los asientos, que se han antojado pequeños aunque cómodos.
La visibilidad tampoco es uno de sus fuertes, pero la cámara de marcha atrás incluida de serie en esta versión, facilita mucho las cosas.



Las plazas traseras se dividen en 2+1 y son válidas para ocupantes de prácticamente cualquier talla a menos que quieras transportar a la línea defensiva de Los Ángeles Lakers. La tercera fila, a la que se accede sin demasiado drama plegando el módulo de dos asientos de la precedente, también es apto para pasajeros altos de tronco pero de piernas cortas, pues donde más espacio van a tener es a lo alto y no tanto para guardar sus extremidades inferiores.



El maletero carece de puerta motorizada, que habría venido bien dado su enorme tamaño, y una vez abierta dejo un plano de carga a tres palmos del suelo y un hueco perfectamente aprovechable, tanto en su disposición de cinco plazas (más de 500 litros de capacidad) como en el caso de siete asientos arriba (algo más de 200 cargando hasta el techo). El problema es qué hacer con la toldilla cubre equipajes, pues no hay sitio donde dejarla. Tampoco hay rueda de repuesto pues su espacio en este caso queda ocupado por el depósito de GLP.



Sí, y es que la denominación ECO-G hace referencia a que este Jogger puede funcionar tanto con gasolina como con gas licuado de petróleo (GLP), lo que rebaja sus emisiones y le hace merecedor de la etiqueta ECO de la DGT.
En cuanto a su funcionamiento, el Dacia siempre arranca en gasolina, pero de inmediato puedes pasar a usar GLP pulsando un interruptor a la izquierda del volante. El tránsito se realiza sin interrupción. Tan sólo una ligerísima oscilación del cuentarrevoluciones y un lejano olor a col cocida nos indicará que hemos cambiado de carburante. Eso y que el ordenador de a bordo cambiará su información casi por completo (autonomía, promedios, niveles…). Da gusto ver lo bien que se van integrando estos sistemas hoy en día, pues hace diez años en coches con esta tecnología apenas tenías un testigo luminoso “aftermarket” total al lado del cenicero que con cuatro ledes simplemente te informaban de que el sistema estaba activo y, más o menos, cuándo gas te quedaba.



La boca de llenado está a la izquierda del coche (al otro lado la de gasolina) y ya sabéis que hace falta boquilla especial (viene con el Jogger) y que entran no mas de 22,5 kilos, con los que recorreréis unos 180 kms, pocos, dado que el consumo de este coche con GLP es netamente superior que con gasolina.
De hecho, hicimos dos veces nuestro recorrido de pruebas y, si a gasolina obtuvimos una media muy decente de 6,4 litros a los 100 kms recorridos, con GLP se nos disparó por encima de los 8 (8,6 concretamente).

Pero las cosas podrían ser peores: probad a cargar el coche. Lo que me lleva a hablar de su mecánica.
A GLP o a gasolina, este 1.0 TCe es un bloque de tres cilindros que ofrece 100CV de potencia.
Una cantidad más que suficiente para mover con suavidad y cierta soltura (pero sin veleidades deportivas para las que, por descontado, el coche no está pensado) este modelo con un pasajero y sin equipaje.
Pero a ver, en este Dacia caben 7 y/o un montón de maletas en su trasera. Y quien se lo vaya a comprar será porque lo necesita, digo yo. Lo que me obligó a meter a toda la redacción y la pareja de alguno (porque, no os voy a engañar, aquí sólo somos cinco) junto a una silla de despacho plegada en el maletero (ya veis, era lo que teníamos más a mano).



Lo primero que noté es que las prestaciones se iban a la porra. Las salidas me obligaban a pisar mucho más el acelerador incurriendo en no pocas ocasiones en pérdidas de tracción y, al primer repecho de la carretera, el Dacia no sólo no podía con la sexta, sino que a duras penas aguantaba en quinta velocidad. Y eso manejando un cambio bastante áspero e impreciso, por cierto. Las frenadas, como no podía ser de otra manera, se alargaron un 30% poniendo a prueba a los tambores del eje trasero y el consumo, en modo gasolina subió hasta los 7,5 litros yendo despacio (porque no quedaba otra).
En el lado positivo decir que todos se sintieron confortablemente tratados –incluida la silla del maletero- por una suspensión que se lo traga todo sin hacer un mal gesto. De hecho, yo creí notar que iba mejor cargado que ligero.



Así las cosas, y sin haber probado el 1.0Tce de 110CV, a mí me da la sensación de que este coche pide un diesel, un 1.5Dci de esos gloriosos que la marca del rombo de manera suicida está descatalogando.
Que está muy bien lo de hacer un coche grandote, aparente, con buena capacidad, adecuadamente equipado y por un importe razonable (21.000 euros para este Xtreme de 7 plazas -octubre de 2022-), pero si no se le va a poder sacar todo el partido que promete… porque, no nos olvidemos que los automóviles al fin y al cabo, como medios de transporte, están para moverse.