Test Citroën C3 Picasso 1.6Hdi
" Chachi Piruli "
Ese ha sido el veredicto sobre este coche del experto probador contratado a propósito para la ocasión: un niño de tres años. Pasemos ahora a matizarlo.
Quien me conoce lo sabe. Odio profundamente las “mologolúmenes”. Esta especie de furgonetas aptas para el transporte de pasajeros son a los coches lo que George W. Bush a la política: Un desastre.
Hay contadas excepciones como el Focus C-Max, Dogde Journey o Mitsubishi Grandis (y Mazda 5, si me apuras) pero todo lo demás me apasiona tanto como mi lavadora automática.
Sin embargo, entiendo que cumplen su función con familias numerosas que no caben en una ranchera o gente que necesita que el techo de su vehículo se eleve imprescindiblemente 25cms sobre sus cabezas para poder conducir con sombrero de copa.
Nos centraremos en el primer grupo: necesidad de espacio (no mucho) con niño/s.
Para este fin y a falta de uno propio tomé prestado al hijo de mis vecinos para irnos a dar una vuelta en mi C3 prestado. El chaval, nada más verlo con su color verde eléctrico lo bautizó como “el coche de Shrek” –yo soy más de la rana Gustavo, pero ambos valen-. Lo miró y lo remiró y le “moló”.
Acomodado en su sillita trasera que tras una hora de esfuerzo había conseguido instalar en su anclaje Isofix nos echamos a la carretera, no sin antes la advertencia de su madre de que por hoy prescindiera de “derrapes y macarradas” a riesgo de “perder mis pelotas si no le devolvía el niño de una pieza”. Oído cocina.
Pues en marcha.
El C3 se mueve suavecito. El motor diesel empuja de manera lineal sin estridencias. Ganamos velocidad sin vernos lastrados en exceso por la terrorífica caja de cambios (5v por cierto) de recorridos torpes y tacto gomoso.
Con aplomo y solvencia los 109 cv de este “milseiscientos” nos meten en la autopista. Tranquilitos, control de velocidad a 123 km/h y a disfrutar del interior, el cuál destila la modernidad marca de la casa. Con el cuentakilómetros digital en el centro flanqueado por el ordenador de abordo y otros testigos, tras el volante lo que me encuentro es… nada. Una pena de espacio desaprovechado, al menos el volante no es del estilo de los últimos Citroën, ya sabéis, todo-todo y todo en él. Lo prefiero así, limpito. Incluso los mandos de la radio están bajo él y no en su espacio.
El clima funciona bien, el motor no es muy ruidoso, hay huecos en todas la puertas, un par de trampillas bajo los pies y dos guanteras enormes. La posición de conducción está ligeramente elevada, el volante un pelín inclinado y la visibilidad es muy buena.
Y ahí seguimos, “tirando millas” Arturito y yo. El coche recupera en 5º a la altura de lo esperado para su potencia y peso (es decir, no muy bien) y sus suspensiones filtran el asfalto bastante más que su dirección, la cuál se muestra sorprendentemente comunicativa (será porque llevamos ruedas gordas).
Fascinante como veis, tanto que, según veo en el espejito de vigilancia para las plazas traseras que incluye, el nene se ha dormido.
Probemos a hacer curvas ahora que no hay peligro de vómito (o eso creo).
Así es, pues el coche vira tan plano como le otorgan los 1,73 metros de anchura y una amortiguación que sabe estar a la altura. No percibo perturbación alguna en mi pasajero. De frenos bien, pero hoy no voy a hacer pruebas exhaustivas de ellos (por lo de mis genitales y la madre del chico, más que por otra cosa…).
Pues nada, esto da poco más de sí. El consumo se ha quedado en 5,5 litros a los algo más de 100 kms que hemos medido. Por cierto, que cuando he ido a repostar me he encontrado con que la apertura del depósito esta en “el lado que no es”. En el izquierdo, en lugar del derecho de la mayoría de los coches europeos.
Vuelta al punto de partida y libero a Artur de su sillita. Observo que con ella montada atrás no cabe más que otro adulto o dos niños más pequeños y apretados. Veo que el coche trae cortinitas y que la banqueta trasera es deslizable y su respaldo un poco reclinable. Abro el maletero: 375 litros ampliables a 500 a costa de aprisionar a los pasajeros de las plazas traseras. Múltiples argollas y redecitas, bandeja que sube y baja y boca de carga a ras de parachoques (a algo más de medio metro del suelo).
18.650 euros cuesta el pequeño Picasso de apenas 4 metros con este motor en el acabado Airdream Exclusive de la prueba.
Un poco elevado, sí, sobre todo sabiendo que el C4 Picasso con el mismo motor, más grande y capaz si es eso lo que nos preocupa, sale tan sólo por 1.000 eurillos más…
El caso es que a Arturito le gustó y a mí, como mero medio de transporte también, a lo que hay que añadir una agraciada estética, una buena habitabilidad y un destacado equipamiento de serie. Por lo demás, hay poco más. Nunca entenderé este tipo de coches…
Hay contadas excepciones como el Focus C-Max, Dogde Journey o Mitsubishi Grandis (y Mazda 5, si me apuras) pero todo lo demás me apasiona tanto como mi lavadora automática.
Sin embargo, entiendo que cumplen su función con familias numerosas que no caben en una ranchera o gente que necesita que el techo de su vehículo se eleve imprescindiblemente 25cms sobre sus cabezas para poder conducir con sombrero de copa.
Nos centraremos en el primer grupo: necesidad de espacio (no mucho) con niño/s.
Para este fin y a falta de uno propio tomé prestado al hijo de mis vecinos para irnos a dar una vuelta en mi C3 prestado. El chaval, nada más verlo con su color verde eléctrico lo bautizó como “el coche de Shrek” –yo soy más de la rana Gustavo, pero ambos valen-. Lo miró y lo remiró y le “moló”.
Acomodado en su sillita trasera que tras una hora de esfuerzo había conseguido instalar en su anclaje Isofix nos echamos a la carretera, no sin antes la advertencia de su madre de que por hoy prescindiera de “derrapes y macarradas” a riesgo de “perder mis pelotas si no le devolvía el niño de una pieza”. Oído cocina.
Pues en marcha.
El C3 se mueve suavecito. El motor diesel empuja de manera lineal sin estridencias. Ganamos velocidad sin vernos lastrados en exceso por la terrorífica caja de cambios (5v por cierto) de recorridos torpes y tacto gomoso.
Con aplomo y solvencia los 109 cv de este “milseiscientos” nos meten en la autopista. Tranquilitos, control de velocidad a 123 km/h y a disfrutar del interior, el cuál destila la modernidad marca de la casa. Con el cuentakilómetros digital en el centro flanqueado por el ordenador de abordo y otros testigos, tras el volante lo que me encuentro es… nada. Una pena de espacio desaprovechado, al menos el volante no es del estilo de los últimos Citroën, ya sabéis, todo-todo y todo en él. Lo prefiero así, limpito. Incluso los mandos de la radio están bajo él y no en su espacio.
El clima funciona bien, el motor no es muy ruidoso, hay huecos en todas la puertas, un par de trampillas bajo los pies y dos guanteras enormes. La posición de conducción está ligeramente elevada, el volante un pelín inclinado y la visibilidad es muy buena.
Y ahí seguimos, “tirando millas” Arturito y yo. El coche recupera en 5º a la altura de lo esperado para su potencia y peso (es decir, no muy bien) y sus suspensiones filtran el asfalto bastante más que su dirección, la cuál se muestra sorprendentemente comunicativa (será porque llevamos ruedas gordas).
Fascinante como veis, tanto que, según veo en el espejito de vigilancia para las plazas traseras que incluye, el nene se ha dormido.
Probemos a hacer curvas ahora que no hay peligro de vómito (o eso creo).
Así es, pues el coche vira tan plano como le otorgan los 1,73 metros de anchura y una amortiguación que sabe estar a la altura. No percibo perturbación alguna en mi pasajero. De frenos bien, pero hoy no voy a hacer pruebas exhaustivas de ellos (por lo de mis genitales y la madre del chico, más que por otra cosa…).
Pues nada, esto da poco más de sí. El consumo se ha quedado en 5,5 litros a los algo más de 100 kms que hemos medido. Por cierto, que cuando he ido a repostar me he encontrado con que la apertura del depósito esta en “el lado que no es”. En el izquierdo, en lugar del derecho de la mayoría de los coches europeos.
Vuelta al punto de partida y libero a Artur de su sillita. Observo que con ella montada atrás no cabe más que otro adulto o dos niños más pequeños y apretados. Veo que el coche trae cortinitas y que la banqueta trasera es deslizable y su respaldo un poco reclinable. Abro el maletero: 375 litros ampliables a 500 a costa de aprisionar a los pasajeros de las plazas traseras. Múltiples argollas y redecitas, bandeja que sube y baja y boca de carga a ras de parachoques (a algo más de medio metro del suelo).
18.650 euros cuesta el pequeño Picasso de apenas 4 metros con este motor en el acabado Airdream Exclusive de la prueba.
Un poco elevado, sí, sobre todo sabiendo que el C4 Picasso con el mismo motor, más grande y capaz si es eso lo que nos preocupa, sale tan sólo por 1.000 eurillos más…
El caso es que a Arturito le gustó y a mí, como mero medio de transporte también, a lo que hay que añadir una agraciada estética, una buena habitabilidad y un destacado equipamiento de serie. Por lo demás, hay poco más. Nunca entenderé este tipo de coches…
NUESTRA NOTA: 7
Cosas a favor
Original estética
Amplitud bien resuelta
Aplomo en carretera
Cosas en contra
Caja de cambios
El parabrisas hace reflejos
C4 Picasso
MOTOR
- Cilindrada: 1.560 c.c.
- Potencia: 110 CV CEE
- Par: 26,5 mkg
- Tracción: delantera
- Caja de cambios: manual 5 velocidades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 408/173/167
- Peso: 1.333 kgs
- Ruedas: 195/55R16
- Maletero: 385 L
- Cap. Depósito: 50 L
Prestaciones
- Velocidad máxima: 183 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 11,2 seg
- Consumo medio oficial: 4,9 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, EBD, 6 airbags, climatizador bizona, control de velocidad, equipo de música CD-Mp3 con conexión Aux-in, volante de cuero y multifunción, faros y limpiaparabrisas automáticos, faros antiniebla, cierre especial para niños, espejo vigilancia para niños, cristales oscurecidos, perfumador, retrovisores eléctricos, calefactables y abatibles, tapicería con inserciones de cuero...