Test Jaguar XF 3.0V6 Ds
" Retiro lo dicho "
Y es que siempre dije que Jaguar representaba el elegante clasicismo de unas líneas bien conservadas a lo largo del tiempo, y también la decadencia y obsolescencia de la técnica y tecnología británica. ¡Qué equivocado estaba!
Miro este XF y me trago lo del elegante clasicismo. Atrás quedaron las líneas Jaguar de antaño para ofrecernos ahora una mezcla entre Ford Mondeo y Aston Martin enfermo de gigantismo. Puede gustar o no (a mí particularmente me horroriza) pero es un coche moderno se mire por donde se mire.
Pasamos al interior y, al menos, la atmósfera de lujo sigue envolviendo nuestros sentidos. Pero es otro lujo, es el “tecnolujo”. Abres la puerta y el botón de arranque late iluminándose en rojo, metes la llave y se abren las toberas de ventilación y asciende el estúpido mando de lavaplatos que hace las funciones aquí de selector de cambio (loado sea el Señor que se han acordado de ponernos unas levas de cambio “manual” tras el volante).
Arrancamos en “D”, suave, muy suave. Más suave que el 2.7D de 207cv al que sustituye. Vamos ganado velocidad como en una alfombra voladora. En los primeros kilómetros nos encontramos con un asfalto sucio y degradado gracias a unas poco cuidadosas obras. Pero el coche ni se inmuta. A lo suyo.
Los saltos entre marchas podrían ser más suaves, pero salvo en reducciones fuertes, no perturbarán nuestra “paz interior”. El ruido del motor tampoco.
Si a todo ello le sumamos una dirección suave -en exceso- y unos cómodos asientos con tres mil posibilidades de regulación eléctrica encontraremos una berlina con la que ir de Barcelona a China sin despeinarse… y repostando lo justo. Anuncia 6,8 litros de media cada 100 kms recorridos. Yo no he bajado de los 7,5, aún así me parece una media muy aceptable para un coche bastante pesado. También es ese peso el que le otorga gran aplomo en vías rápidas pero le vuelve “espeso” en carreteras reviradas. En ellas rara vez podremos aprovechar los 275cv de este motor de hierro al grafito. Pasamos a cambiar de marcha con las levas y rápido volvemos al “automático total”. Realmente no vale la pena complicarse la vida con manetas en un coche como este (¡pero no las quiten!).
Los frenos se cansan pronto, aún así siguen contando con el suficiente mordiente como para detener un coche cuyas prestaciones son de primer orden, bajando de los 8 segundos en el 0 a 100 km/h y con una velocidad punta limitada a 250 por hora.
Aprovecho los semáforos y el tráfico denso de la ciudad para ir toqueteando sus botones cada vez que me paro. La pantalla táctil que controla casi todas las funciones es sencilla e intuitiva, y cuenta con manejo por voz. El “rollo táctil” de las luces de cortesía y la guantera es absolutamente prescindible. Es obvio que Jaguar ha buscado distinguirse con algo tan llamativo como innecesario. Y ya que lo hacen, ¡lo podrían haber hecho bien! Las luces se encienden sin mucho misterio, pero lo que es abrir la guantera… estuve un rato toqueteando como un mono hasta que di con el centímetro cuadrado por el que había que pasar el dedo.
Todo forma parte de su extenso equipamiento de serie en este acabado, Premium Luxury, que sin embargo deja algo tan básico como los faros de xenón en la lista de opcionales.
De la habitabilidad, en sus asientos traseros no falta espacio, ni de ancho ni de largo ni de alto, pero no es el más grande de su competencia. El maletero tiene 520 litros sin rueda de repuesto o 500 con ella. Nuestro coche sí que tenía y el hueco que queda es bueno. Olvidados quedaron los maleteros Jaguar en los que sólo cabía “un juego de palos de golf” debido a su escasa altura y formas comprometidas.
Son 65.490 euros (66.200 con los faros de xenon) por un muy buen coche, pero ya “muy poco Jaguar”.
Y es que el peaje que ha pagado la marca para “ponerse al día” a mi juicio se me hace excesivo. Parecen buscar nuevos clientes con una oferta poco diferenciada de la competencia olvidándose de su clientela de toda la vida. Quien compra un Jaguar compra un Jaguar, quien compra una berlina de lujo deportiva compra un BMW de la serie 5, quien la quiera cómoda comprará un Mercedes Clase E, todo a la vez: Audi A6 y para los tecnófilos o tecnofílicos están los Lexus GS. La marca del felino ha cambiado el atributo diferencial del pasado S Type en favor de gustar a todo el mundo con un producto más impersonal como es el XF.
El coche va de miedo, pero no tan bien como el A6 3.0Tdi o el Merc 350CDi con los que ahora parece que quieren que le comparen. ¿Realmente merece la pena entrar en esta liga?
Pasamos al interior y, al menos, la atmósfera de lujo sigue envolviendo nuestros sentidos. Pero es otro lujo, es el “tecnolujo”. Abres la puerta y el botón de arranque late iluminándose en rojo, metes la llave y se abren las toberas de ventilación y asciende el estúpido mando de lavaplatos que hace las funciones aquí de selector de cambio (loado sea el Señor que se han acordado de ponernos unas levas de cambio “manual” tras el volante).
Arrancamos en “D”, suave, muy suave. Más suave que el 2.7D de 207cv al que sustituye. Vamos ganado velocidad como en una alfombra voladora. En los primeros kilómetros nos encontramos con un asfalto sucio y degradado gracias a unas poco cuidadosas obras. Pero el coche ni se inmuta. A lo suyo.
Los saltos entre marchas podrían ser más suaves, pero salvo en reducciones fuertes, no perturbarán nuestra “paz interior”. El ruido del motor tampoco.
Si a todo ello le sumamos una dirección suave -en exceso- y unos cómodos asientos con tres mil posibilidades de regulación eléctrica encontraremos una berlina con la que ir de Barcelona a China sin despeinarse… y repostando lo justo. Anuncia 6,8 litros de media cada 100 kms recorridos. Yo no he bajado de los 7,5, aún así me parece una media muy aceptable para un coche bastante pesado. También es ese peso el que le otorga gran aplomo en vías rápidas pero le vuelve “espeso” en carreteras reviradas. En ellas rara vez podremos aprovechar los 275cv de este motor de hierro al grafito. Pasamos a cambiar de marcha con las levas y rápido volvemos al “automático total”. Realmente no vale la pena complicarse la vida con manetas en un coche como este (¡pero no las quiten!).
Los frenos se cansan pronto, aún así siguen contando con el suficiente mordiente como para detener un coche cuyas prestaciones son de primer orden, bajando de los 8 segundos en el 0 a 100 km/h y con una velocidad punta limitada a 250 por hora.
Aprovecho los semáforos y el tráfico denso de la ciudad para ir toqueteando sus botones cada vez que me paro. La pantalla táctil que controla casi todas las funciones es sencilla e intuitiva, y cuenta con manejo por voz. El “rollo táctil” de las luces de cortesía y la guantera es absolutamente prescindible. Es obvio que Jaguar ha buscado distinguirse con algo tan llamativo como innecesario. Y ya que lo hacen, ¡lo podrían haber hecho bien! Las luces se encienden sin mucho misterio, pero lo que es abrir la guantera… estuve un rato toqueteando como un mono hasta que di con el centímetro cuadrado por el que había que pasar el dedo.
Todo forma parte de su extenso equipamiento de serie en este acabado, Premium Luxury, que sin embargo deja algo tan básico como los faros de xenón en la lista de opcionales.
De la habitabilidad, en sus asientos traseros no falta espacio, ni de ancho ni de largo ni de alto, pero no es el más grande de su competencia. El maletero tiene 520 litros sin rueda de repuesto o 500 con ella. Nuestro coche sí que tenía y el hueco que queda es bueno. Olvidados quedaron los maleteros Jaguar en los que sólo cabía “un juego de palos de golf” debido a su escasa altura y formas comprometidas.
Son 65.490 euros (66.200 con los faros de xenon) por un muy buen coche, pero ya “muy poco Jaguar”.
Y es que el peaje que ha pagado la marca para “ponerse al día” a mi juicio se me hace excesivo. Parecen buscar nuevos clientes con una oferta poco diferenciada de la competencia olvidándose de su clientela de toda la vida. Quien compra un Jaguar compra un Jaguar, quien compra una berlina de lujo deportiva compra un BMW de la serie 5, quien la quiera cómoda comprará un Mercedes Clase E, todo a la vez: Audi A6 y para los tecnófilos o tecnofílicos están los Lexus GS. La marca del felino ha cambiado el atributo diferencial del pasado S Type en favor de gustar a todo el mundo con un producto más impersonal como es el XF.
El coche va de miedo, pero no tan bien como el A6 3.0Tdi o el Merc 350CDi con los que ahora parece que quieren que le comparen. ¿Realmente merece la pena entrar en esta liga?
NUESTRA NOTA: 8.5
Cosas a favor
Suavidad de marcha
Calidad interior
Consumo y prestaciones
Cosas en contra
Diseño poco Jaguar
Faros de xenon opcionales
“Chirimbolo” del cambio
MOTOR
- Cilindrada: 2.993 c.c.
- Potencia: 275 CV CEE
- Par: 61,2 mkg
- Tracción: trasera
- Caja de cambios: automática 6 velocidades
Dimensiones
- Largo/ancho/alto: 496/187/146
- Peso: 1.820 kgs
- Ruedas: 245/45R18
- Maletero: 500 L
- Cap. Depósito: 70 L
Prestaciones
- Velocidad máxima: 250 km/h
- Aceleración 0-100km/h: 6,4 seg
- Consumo medio oficial: 6,8 l/100kms
Equipamiento
- Equipamiento: ABS, BAS, EBD, ESP, TCS, 8 airbags, asientos eléctricos, bluetooth, climatizador bizona, control de velocidad, control de aparcamiento trasero, equipo de audio con cargador de CD, Mp3 y conexión Aux-in, , ordenador, faros y limpiaparabrisas automáticos, tapicería de cuero, navegador, llantas de 18", inserciones en madera, restrovisores eléctricos, calefactables y plegables...