Prueba del Test Mercedes Benz C63AMG

Tras la decepcionante prueba del C200CDi de la marca me quedé frío. A toda costa quería recuperar la esencia de Mercedes y no conseguía que me prestaran un nuevo Clase E –aunque a lo mejor tampoco era el mejor remedio…-. Sin embargo, estando de viaje surgió la posibilidad de probar este coche: “el antídoto AMG contra los diesel aburridos de la C-Class”, así me lo presentó su dueño.
Bueno, vale, acepto encantado, vamos a ello.



Su estética ya nos advierte de que no es una berlina cualquiera. Este punto va en gustos. BMW con su M3 berlina, aunque goza de estética diferenciada del resto de la gama, pasa más desapercibido, mientras que este AMG llama poderosamente la atención. Claro, también puede ser por su llamativo color blanco (ya sabéis, la moda obliga).
Sea como sea, los pasos de rueda sobredimensionados, las enormes llantas en acabado grafito albergando los enormes frenos con pinzas AMG, los nervios sobre el capó, el aleroncito posterior, el difusor trasero flanqueado por la cuádruple salida de escape o el “6.3 ///amg” escrito sobre sus aletas… son detalles a ser considerados.

El interior es como el de un Clase C pero mejor. Instrumentación más completa con fondo negro, volante de alcántara achatado en su base, pedales de aluminio, el logo del preparador por doquier y unos excelentes asientos con su imagen realzada en el tono beige que ostentaba nuestro coche de prueba.
Del Clase C no voy a hablar más, hay lo que ya os conté en pruebas pasadas: supera en todo a la anterior generación pero le queda aún margen de mejora.



Me siento en el coche. Piso freno y arranco. Vaya-vaya-bocadillo-de-caballa lo que sale por los escapes. Bramido gutural típico de V8 casi sin amortiguar, delicioso. Ponemos la palanca de su cambio automático de 7 velocidades en D y nos movemos.
La suspensión se empieza a hacer notar, dura, pero no tanto como la de un M3. El motor ronronea y sube las marchas sin esfuerzo. Si hundimos el pedal del acelerador un poco mas de la cuenta sus 61,2 mkg de par nos hacen salir lanzados sin necesidad de bajar de marcha, al menos por ahora. El coche se mueve muy bien a ritmo tranquilo. Yendo rápido tampoco se descompone y muestra un talante bastante noble Me parece plenamente utilizable. Ahora vamos a buscarle las cosquillas.



Pasamos la caja de cambios al modo Sport, agarramos fuerte el volante, rezamos nuestras oraciones y empezamos el recorrido.
Los 457cv que emanan de sus 6.2 litros de cilindrada con compresor no tardan en aparecer, pero lo hacen de manera controlada, incluso quizá de manera demasiado controlada. Algo falla. Impresiona su empuje pero no asusta. Gusta pero no enamora. Pasamos a modo secuencial cambiando con las levas tras el volante. Desconectamos las ayudas electrónicas. Esto va a doler…

Pisotón al acelerador y la zaga se desentiende de la trayectoria perdiendo 2 mm de neumático en una enorme nube de humo. Manoteamos sobre su precisa dirección para mantener el rumbo, en menos de lo que se dice AMG entramos en una curva un poco pasados, pisotón al freno y nos clavamos, de nuevo acelerador a fondo, el cambio automatico ha tomado el control, baja dos marchas y la curva “se nos da la vuelta”. La trazo con el coche totalmente cruzado hasta el mismísimo límite que soy capaz de recuperar sin trompear. Una recta y las ruedas traseras siguen patinando. El rugido del propulsor busca imponerse sobre los gritos de los neumáticos. Otra vez curva. Dispuesto a hacerlo mejor que en la primera entro despacio, pero abro gas pronto y… otra vez de lado. Primeras gotas de sudor en la frente. Esta curva de derechas se une con otra a izquierdas. Creo que el coche me va a superar, me da la risa nerviosa, contravolanteo hasta el tope, acelerador-freno-acelerador-freno… de esta función hace rato que pasó a encargarse el pie izquierdo. No sé cómo pero he salido. Dos rectas, tres curvas y mi camiseta esta empapada. “Este coche necesita manos…” me digo. Es divertido pero temerario. Exigente al máximo. Un error y el trompo es casi inevitable. Es espectacular pero peligroso.
Me alegro de haber hecho esta prueba en un improvisado circuito cerrado pues en condiciones de tráfico abierto Dios sabe qué rastro de muerte y destrucción habría dejado a mi paso.



Devuelvo a la acción a San Control de Estabilidad y Santa Control de Tracción y tranquilito a casa en mi recorrido habitual.
Aún así, no puedo evitar dar algún que otro acelerón más por gusto que por necesidad, como se podría resumir el planteamiento del coche.
¿El consumo? Un montón. No diré más.

¿En resumen? No sé, me ha gustado, de hecho me ha gustado bastante. Es un coche muy rápido y eficaz en el uso cotidiano, pero para extraer todo su potencial –y disfrutarlo- has de contar con altas dosis de pilotaje en tu haber y un circuito privado en casa para ir practicando antes de sacar al “lobo con piel de lobo” a la carretera.