Prueba del Audi A4 2.0Tdi DPF/143

Espoleado por una reciente “dieta sana” que me está obligando a pasar hambre, permitidme que escriba esta prueba a modo de analogía gastronómica que, por otro lado, le viene al dedo a este Audi A4.
Si no os ha gustado lo del Sándwich imaginaos una gran ensalada, completa pero sin estridencias, dais los primeros bocados y… está sin aliñar. Esto mismo es lo que le pasa a este coche.
Lo vemos por fuera y su apariencia es sosa. Sí, ni las luces diurnas ni los ligeros pliegues de la carrocería logran disimular su estampa de berlina corriente y moliente. Grande, sólida, sin excesos ni barroquismos ni nada de nada que nos haga suponer que bajo la chapa se esconde un coche “con espíritu”. Bueno, es sólo el pan pienso yo.



Pasamos al interior y más de lo mismo pero mejor. El jamón y el queso del modelo se muestran en una calidad de los materiales empleados, ajustes y apariencia que le hacen ganar puntos. Los accionadores de los elevalunas parecen un poco baratos, eso sí.
El cuadro aparece pleno de información, la consola central aglutina botones rápidamente identificables y tanto el mando como la pantalla del “FIS” resultan vistosos y fáciles de manejar. Al lado de la rosquita que gobierna este equipo multimedia encontramos la pestañita del freno de mano que odio con todas mis fuerzas ¿Qué problema hay con la palanca del freno de mano de toda la vida? Bueno, es cuestión de gustos. Además, podría ser peor: ¡Podría montar pedal y palanqueta como los Mercedes!



Los asientos son amplios pero duros, y a la hora de dar con una buena postura al volante tuve que toquetear todos sus reglajes (regulación del volante incluida) un par de veces hasta dar con ella. En las plazas de atrás caben sin agobios tres adultos y su maletero de 480 litros albergará su equipaje con algo más de espacio que muchas berlinas de su competencia.



La visibilidad es buena es todas las direcciones, sobre todo en los flancos del coche hacia atrás, pues unos descomunales retrovisores nos enseñan lo que pasa nuestras espaldas sus grandes cristales.
De acuerdo, en marcha. Apretamos la llave en su emplazamiento, pisamos el pedal de freno y tiramos de la pestañita del freno de mano (freno de dedo, en este caso).

El coche se empieza a mover en silencio. Su motor 2.0 Tdi no se hace notar hasta las 3.000 revoluciones. Su suspensión firme digiere cada bache con aceptable confort pero siempre transmitiendo lo que pasa entre las ruedas y el asfalto. La dirección, ni suave ni dura, algo lenta, tal vez.
Esta motorización de 143 cv es el escalón intermedio entre la “básica” de 120 cv y la superior de 170 cv (sin contar con los 2.7 Tdi y 3.0 Tdi de 190 y 240 cv respectivamente) y la hemos elegido como fieles creyentes de que “en la mitad está la virtud”. Y lo está, este coche da fe de ello.
Las prestaciones son muy respetables, manteniendo siempre el consumo en unos razonables 6,5 litros reales en uso mixto. Para la vida diaria no se echa de menos más potencia ya que se tiene la sensación de que siempre nos queda más chicha bajo el pie derecho. Digamos que sí se han acordado de ponerle mantequilla al pande molde de este emparedado.
La sensación de aplomo del coche es muy elevada, recupera con solvencia y podemos aprovechar el notable par motor para no reducir de marcha frecuentemente en su caja de seis marchas de funcionamiento correcto. Por cierto, trae de serie el cada vez más generalizado indicador de cambio de marcha al que suma un indicador de marcha engranada, del que otras marcas carecen.



Cubrimos el primer centenar de kilómetros con el coche de prueba y comienzan los bostezos. A los 200 me descubro en varios tramos admirando el paisaje. 100 más y como si nada. Me aburro miserablente. Y es que como parece ser que se ha convertido en norma de la marca, hacen las cosas tan bien que casi dan asco. Salvando las diferencias, ya me ocurrió con el R8 lo cuál sí que era un problema.

En este caso no, lo hace todo bien, tan bien que merece una buena nota, pero no transmite nada. Es un coche apático. Ni simpático y antipático. Ni lo adoras ni lo odias. Ni te llena ni te deja vacío. Es un sándwich mixto al que quizá se le pueda poner el pan tostado a la plancha (paquete S-Line) u optar por el que lleva huevo frito (170 cv). Según tus gustos y el hambre que tengas.
En relación con su competencia “está en precio”, sus 31.530 euros le hacen un poco más barato que el Mercedes C200 CDi y que el BMW 318d (el siguiente que vamos a probar para comparar) siendo su equipamiento de serie superior “por los pelos”.

Por ese precio podemos acceder a todo un SEAT Exeo TDi 170 cv equipado hasta arriba, que aunque no es “tan Premium”, es el anterior Audi A4 revisado y remasterizado por nuestra marca de Martorell, sabiendo dotarle de la personalidad que le faltó en su día al modelo de los cuatro aros y que en el actual han seguido sin ser capaces de encontrar.
Al menos les ha salido un buen coche.