"Coches de hoy... y de siempre"
Hace un par de días tuve oportunidad de visitar a un antiguo conocido cuyo hijo preadolescente, me decía, es un gran aficionado a los coches. Me invitó a ver su habitación y mi sorpresa fue mayúscula
Todas estas normativas “lococlimáticas”, la demonización del automóvil y las nuevas y lamentables propuestas de movilidad tienen un público objetivo prioritario que es, son, las nuevas generaciones. Chavales entre los 12 y 20 años que empiezan a percibir el coche como algo ajeno, anacrónico, nada deseable y prescindible. Salvo el de sus padres, claro, que son los que les llevan a todos los sitios.
Así, el número de nuevos aspirantes al carnet de conducir disminuye año tras año y las marcas van eliminando de sus gamas los productos más “jóvenes y desenfadados”. Porque si le das a elegir a un chaval de 16 años entre un coche –convencional- o el nuevo Iphone 14s no dudará un segundo en escoger el nuevo terminal de Apple. Por supuesto su conocimiento medio de modelos es francamente reducido y, como buenos miembros de esta cultura adanista actual, piensan que antes de que ellos nacieran íbamos todos en burro o en carreta tirada por bueyes.
En esto que me encuentro a un muchacho, llamado Pablo, que se sale de largo de la norma y me devuelve un leve hálito de esperanza.
Su padre no es precisamente un “petrolhead”, conduce un buen coche porque fui yo el que se lo recomendé y sabe lo justo para ponerle gasolina y aire a las ruedas. Pero a su hijo mayor se le despertó hace un par de años el interés por esos maquinarios con ruedas que durante largo tiempo alimentaron los sueños de muchos y que nos dieron libertad a tantos. Yo no me hice ilusiones. Buena parte de los “aficionados” que he conocido no pasan de eso, aficionados. Con ciertas nociones, sí, pero sin historia ni pasión. Temía que fuera el caso. Hasta que el padre me enseñó su habitación.
Allí no había posters de Tesla, de Ioniq5, de BYD o de Scooters a pilas. No. Su cabecero estaba coronado por un Audi Quattro. El Audi Quattro S1 del Grupo B de Rally de los años 80. Menuda máquina.
Entre otros elementos de decoración, también asomaba un Corvette de nuestros días, el de motor central, un Aston Martin V8 Vantage también de los 80, Porsche 911 GT3 actual, un BMW Serie 6 Art Car (el de Robert Rauschenber), Nissan 370Z Nismo, un Mercedes 300SL alas de gaviota y una bonita ilustración de Ford Mustang GT. Muy parecido al mío. Todo ello salpimentado por motos: Suzuki Katana 2022, Kawasaki Z900RS, BMW R1000RR –no se si me dejo alguna R-, Hondas de cross y Harley Davidson nosequé –no domino la marca.
Y lo mejor fue que el chico, de 13 años, controlaba cada vehículo al dedillo. Esos y sus coetáneos. Manejaba más de tres décadas de referencias y reconozco que me hacía preguntas la mar de difíciles. De hecho, yo intentaba simplificar las respuestas hasta que me di cuenta de que no quería la versión abreviada, sino la completa. Y ahí estuvimos un rato que si los seis cilindros en línea tienen un rendimiento más deportivo, pero que los v8 sirven para todo, que mejor un V10 alemán que un V12 italiano –hablando de Lamborghini-, que la distribución de pesos, que las cajas de doble embrague, con los turbos a vueltas, que a él le gustaban los BMW de Chris Bangle –pero no todos-, que si los sistemas inerciales de tres ejes de las motos de ahora… La verdad, fue un repaso a toda mi carrera de lo más gratificante.
Y en ningún momento de nuestra conversación salieron las palabras “multimedia”, “conectividad”, “autonomía” o “kilowatio/hora”.
Antes de irme accedí de mil amores a darle una vuelta en mi coche. Creo que iba con la idea de seguir machacándome a preguntas pero, al primer bramido de escape de mi “dinosauro de 2019”, se dejó llevar, sumergiéndose en la experiencia.
Se bajó extasiado. Decidió que ese era el modelo que quería cuando se sacase el carnet y me dijo que se lo cuidara. Al despedirme de su padre, él me comentó que su muchacho parecía tener “alma de viejo”, que no le gustaban nada “los coches de hoy”. Yo le repliqué que a mi modo de ver, ni viejo ni joven, ni de hoy ni de ayer, que a Pablo lo que le gustaban, como buen “experto”, eran los coches de verdad, los “coches de siempre”. Actuales, futuros o pretéritos. Pero los que valen la pena. Los que, a falta de disfrutarlos, recordamos y recordaremos… ojalá por mucho tiempo.