"Cuando peor, mejor. "
El convulso momento que vive la industria de la automoción nos trae una consecuencia imprevista más, mala para el consumidor pero sorprendentemente buena para las marcas.
La pandemia, la crisis del microchip, la subida de la luz, la carestía de los combustibles, los problemas de transportes… la manida tormenta perfecta agitaba las aguas del sector que preveía un varapalo en ventas como no se recordaba desde que se inventó el automóvil. Y sin embargo, poco a poco todos y cada uno de los grupos van presentando cifras del primer cuarto del año y… mire usted por donde, están ganando dinero a espuertas.
Y no hablo de las marcas de superlujo, que ejercicio tras ejercicio cierran en beneficios pareciendo que cuanto nuestros políticos más quieren “acabar con la desigualdad”, más abundan en ella; no, hablo de marcas generalistas. Grupo Volkswagen, Stellantis, Toyota… y compañía. Y se preguntará… ¿Cómo es esto posible? Pues muy sencillo se lo respondo yo aquí y ahora: vendiendo menos pero ganando más.
Todos los avatares antedichos han causado la escasez de automóviles, lo que ha obligado a las marcas a ajustar sus producciones a los automóviles efectivamente pedidos por el cliente, eliminando stock y “coches de relleno” para engordar cifras de volumen a final de año. Y también por la escasez el esfuerzo de ventas se ha reducido a mínimos. Es decir, que se puede ir su señoría olvidando de descuentos y ofertas. Lo que hay es lo que hay al precio que lo hay. O lo toma o lo deja y ya lo cogerá otro que está esperando a la puerta. También se ha ahorrado en publicidad. ¿Para qué destinar millones en comunicar ofertas que no tenemos y modelos que no nos interesa vender? Quien quiera un coche nuevo va a venir sí o sí, así que, mantenemos presencia testimonial y a correr.
Este punto, lamentablemente, ha llevado al filo de la navaja a compañeros cuyas publicaciones dependían de esos ingresos estables y duraderos, lo que les está haciendo optar por fórmulas como el pago por contenido, la suscripción e incluso el mecenazgo. Ojalá les salga bien y puedan seguir adelante.
Por último, dada la normativa suicida, artificial y egoísta de la Comunidad Europea respecto a las emisiones, los fabricantes han potenciado sus gamas de vehículos superecochachifrienly, que da la casualidad de que les dejan más beneficio que los automóviles convencionales.
Así hemos llegado a este punto: menos coches y cada vez más caros.
Y no crean que esto es una nube pasajera. Los grupos, como empresas privadas con un más que legítimo animo de lucro, han tomado buena nota de lo que pasa y se están planteando normalizarlo. Tanto es así que algunos se están pensando eliminar de sus gamas los modelos que, aunque gocen de mucho tirón entre el público, dejan muy poco beneficio. Lo explico: igual Seat decide eliminar el Seat León y apostar en su lugar por el Cupra Formentor Hybrid. Sólo es un ejemplo pero… ojito. Hace poco me reconocieron como el “Nostradamus de todo a cien de nuestra época” tras los vaticinios futurojocosos recogidos en mis obras de ficción Plan Delta y su secuela, Plan Mike (están en AmazonKindle, por si le apetecen).
En fin, que así los consumidores tendremos que optar por un modelo más caro que no era precisamente lo que queríamos. La ley de la oferta y la demanda se ha roto. Ahora, normativas mediante, prima una única oferta a la que se habrá de amoldar la demanda.
Entre unas cosas y otras… ¡Bonito mundo del motor se nos está quedando! A nosotros, a la gente en general, nos pasa al contrario que a los fabricantes y gobernantes: cuando mejor nos podía ir, peor nos está yendo.