"Peores conductores"
El confinamiento, las restricciones de movimientos, las normativas, los nuevos modelos descafeinados… al final todo suma para que una buena parte de los conductores, sientan que cada día lo hacen peor
De hecho, no hablo sólo de los conductores “normales”. Cada semana converso con compañeros de la prensa del motor que se lamentan de la misma sensación, en muchos casos, más que real. Alguno hay que incluso se atreve a decir “ya conduzco como si cada coche que pruebo fuera un híbrido urbano”.
Porque no nos engañemos, ese tipo de coches se “llevan” de manera algo distinta. Sin esperar mucho de su chasis o su mecánica, los fabricantes se las han ingeniado para distraernos viendo quién es el que más kilómetros hace en modo eléctrico, o el que más hojitas le saca al árbol que valora nuestro manejo “ecofriendly”. Y cuando no, estamos trasteando con el equipo multimedia confiando en que ya nos avisarán sus asistentes de si viene alguien por un lado, nos salimos del carril, el coche de delante decelera o frena o hay alguna incidencia en el camino.
A ello hay que sumar que si antes era relativamente frecuente que se nos convocara en un circuito, ahora es más que extraordinario. Pero claro, vuelvo a incidir en la ausencia de sentido de plantear un acto de ese tipo para enfrentarse al último Plug-in-Hybrid compacto con aspiraciones de SUV de tal o cual marca. Es más, en las presentaciones los recorridos son cada vez más cortos y hay más presencia de urbano en ellos. Que tampoco echas de menos ir más allá, si te soy sincero.
¿Quiero decir con esto que los coches actuales son una castaña respecto los de épocas pasadas? Rotundamente no, eso que quede claro. Me fastidia mucho el downsizing por lo que trae de engaño –no consumen mucho menos en carretera que los motores más grandes- y el “infotaiment”, que es fuente constante de distracciones, pero se puede optar por ignorarlo que es lo que yo hago. Los que somos peores, somos nosotros, que nos estamos comenzando a acostumbrar demasiado a las ayudas electrónicas en detrimento de nuestra atención, pericia y reflejos. Si a eso añadimos el parón que esta pandemia ha significado para muchos en sus hábitos de conducción (yo no hago un viaje de más de 120kms desde agosto del año pasado) lo que tenemos es, claramente, peores conductores. Algunos son conscientes de ello, hasta el punto de que me comentan que algunos de los que estrenaban carnet allá por mediados de marzo de 2020, optaron por tomar tres o cuatro clases más en su autoescuela a finales de verano, para recordar lo que tenían todavía “cogido con alfileres” y no les dio tiempo a practicar. Alabo su iniciativa. Confío en que les hicieran descuento.
Para los demás, la solución comienza por ser conscientes de nuestra merma de aptitudes y, a partir de ahí, como el que tuvo retuvo, comenzar a recuperarlas poco a poco… si queremos, porque también hay gente muy conforme con que cada vez se lo pongan más fácil. Lo respeto, pero ojo con pontificar sobre ello y con incorporarse a la autopista y buscar, sistemáticamente, como si un peralte invisible les llevase, el carril de la izquierda. Quiero pensar que ahí está la gente que mantiene o intenta recuperar su pasión y su destreza al volante. Y que está adelantando, claro.