by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Contra la tristeza"


Ante un presente precario y un futuro incierto, el ánimo decae y corremos el riesgo de ser arrasados por la tristeza.
Y es normal. Llevamos más de medio año luchando contra la pandemia Covid y la victoria cada vez se nos antoja más lejana. A estas alturas, no es que no veamos la luz al final del túnel, es que ni siquiera sabemos en qué punto kilométrico del agujero nos encontramos. Si estamos más cerca de la entrada, o de la salida.

Las noticias al respecto, salpicadas por el ruido político de nuestros incompetentes gobernantes, mueven más hacia el lado de la depresión que al de la esperanza. Y así las cosas, el buen humor de los ciudadanos se nos va minando día tras día.

Por supuesto es innegable la gravedad de la situación, yo mismo me he planteado la supervivencia de este proyecto editorial a medio plazo y así se lo he transmitido a mi equipo, logrando simplemente hundirles aún más en la miseria. No era mi intención, pero mi actitud, era la incorrecta. Por eso y porque me di cuenta, esta semana quise dar un giro y buscar ayuda terapéutica. ¿Psicólogo? ¿Psiquiatra? ¿Farmacopea? No, algo más sencillo que se podría resumir en “coche y rock n`roll”. (aunque yo tengo un gusto musical de lo más heterogéneo).

El automóvil trae implícita desde su concepción la sensación de libertad, de independencia, de “yo mando y voy a donde quiero”. Sabemos que hoy en día no es así, pero el espíritu se mantiene. Y la música, ¿qué voy a descubrir yo a estas alturas? Es un bálsamo para el alma. Una cura espiritual que cambia el humor del más pintado. Hay una miríada de estudios que así lo demuestran.

Luego me he vetado la radio convencional, incluso los podcasts sesudos de historia que me gustan tanto, y llevo varios días “pinchando” canciones en el coche que de verdad me gustan, sea por su ritmo, su letra o por lo que evocan. Y si las puedo cantar a voz en grito, mejor que mejor. Y si me acompañan los pasajeros, la fiesta está garantizada. Sin ir más lejos, hoy un compañero y yo nos hemos marcado en mi coche una performance de “Eloise” de Tino Casal… de juzgado de guardia. Y os garantizo que la sonrisa, horas después, nos dura en la cara. Bueno, y que llevamos todo el día tarareando la cancioncita de marras.

Tampoco hace falta ir a 150 con tu descapotable en la autopista escuchando, yo qué sé, “Panamá” de Van Hallen. Primero porque puede ser imprudente, segundo porque te van a multar, tercero porque llueve y te vas a mojar y cuarto porque no todo el mundo tiene a mano un coche cabrio. Pero es que con el tuyo basta. Un volante, cuatro ruedas y ahí estás tú dándolo todo incluso en un terrible atasco como el que me he comido yo esta mañana. Disfruta la conducción. Acuérdate de tus viajes cuando eras joven. De porqué compraste ese coche. De los buenos momentos que te ha regalado y de los que te ofrecerá. Da igual a donde vayas. Que el resto de los conductores envidien tu –aparente- felicidad. Los anglosajones tienen una frase hecha que me viene al pelo para lo que digo: “Fake it until you make it”: “Fíngelo hasta que lo logres”.

Lo sé, es una suerte de evasión, los problemas seguirán ahí y volverán a sacudirte en el estómago en cuanto te bajes del coche, pero si lo has hecho bien, tu actitud ya no será la misma. Esos ratitos de felicidad, con una administración prolongada, poco a poco te irán sirviendo de necesaria vacuna contra la tristeza.

Nadie nos va a resolver la papeleta mejor que nosotros mismos. Y creérselo, es un comienzo.





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