"Fondo y forma"
La nueva reforma del código de la circulación implica una reducción del límite de velocidad en vías secundarias, entre otras cosas.
Apenas unos meses en el cargo y el inefable director general de tráfico, Pere Navarro, ya nos intenta amedrentar con nuevas medidas.
El éxito en la reducción de siniestralidad que obtuvo este cantamañanas con gobiernos pretéritos le valió repetir cargo en este eventual ejecutivo, con la misión clara de disminuir de nuevo un porcentaje de accidentes que lleva unos años creciendo. Poco, sí, pero creciendo.
Y por supuesto parece que él mismo no se ha dado cuenta todavía de que su triunfo pasado vino más dado por el factor coyuntural (crisis económica, susto inicial ante la implantación del carnet por puntos…) que por sus ocurrencias y métodos. Eso o está encantado de sí mismo y no quiere que nadie dude de su mérito.
Entre las reformas actuales que contemplan nuevas y mayores sanciones, destacan la pérdida de 6 puntos por usar el móvil mientras se conduce y la rebaja del límite de velocidad de 100 a 90 km/h en vías secundarias.
Sin perderme en valoraciones de ambas medidas diré que la primera me parece bien aunque algo desproporcionada y la segunda, pura hipocresía. Porque un accidente que se produce a 100km/h es muy probable que también suceda a 90, porque los daños son similares y porque en el fondo, la DGT no quiere que vayas a 90: quiere poder multarte a 96 km/h.
Es recaudación pura y dura. Y no sólo se hace aquí y ahora, sino que es una fórmula de lo más rentable y extendida. ¿Os acordáis de aquella feliz idea de bajar un tiempo el límite de autopista de 120 a 110 km/h? Pues lo mismo, sólo que era aún más difícilmente justificable. No sé qué de ahorrar gasto energético nos dijeron. Tampoco recuerdo la cifra exacta de lo cobrado en multas a conductores despistados a 115, pero fueron un buen puñado de euros para rellenar las arcas públicas.
Y es lo que hay, nos puede gustar o no, como las subidas del combustible, pero habremos de plegarnos a ello.
A lo que es más difícil plegarse es a las formas que este tipo exhibe a la hora de explicar las enormes ventajas de sus reformas, pretendiéndonos tomar por subnormales profundos o, cuanto menos, tontos de remate.
Pues la rebaja del límite de velocidad nos la quiere vender estableciendo comparaciones con Escandinavia, ni más ni menos, cuando España lo más que tiene en común con ellos son tres letras en el nombre de Suecia.
Luego lo quiere “redondear” aduciendo que límites de 100 km/h en vías secundarias sólo los mantienen en la actualidad países “como Rumanía”… y eso, ¿qué tiene de malo?. Nada para la mayoría, aunque creo que él quiere despertar con esa analogía cierto sentimiento clasista.
Y es que además prefiere excluir de su discurso a otros vecinos nuestros “de más postín” como Alemania, Austria, la amiga Irlanda o Polonia. Todos con límites a 100km/h en carretera.
Siguiendo su razonamiento… para él debe lucir mucho más ser como Letonia, Hungría, Estonia o Bulgaria, ¿no?. Por cierto que estos últimos son unos fenómenos, van a 90 en carretera pero tienen el límite de autopista a 140 km/h, como los austriacos.
Y cuando algún compañero le pone frente a la evidencia de que somos minoría en Europa los países que limitamos la velocidad máxima en autopista a 120km/h o inferior (12 a 17 y eso contando de nuestro lado a Reino Unido, Suiza, Malta y Chipre…), dice que la comparación no es válida y que sus cifras de siniestralidad son peores… aunque sea mentira.
Total, que si el fondo de la reforma es discutible, la forma utilizada para justificarla es indefendible. Sé que como “buenos-malos-políticos” (aunque el cargo de Pere sea de segunda fila) no pueden, aunque les vaya la vida en ello, decir la verdad. Por ello, llegado a este punto, yo casi les recomendaría callar. Y que cada uno saque sus propias conclusiones.
El éxito en la reducción de siniestralidad que obtuvo este cantamañanas con gobiernos pretéritos le valió repetir cargo en este eventual ejecutivo, con la misión clara de disminuir de nuevo un porcentaje de accidentes que lleva unos años creciendo. Poco, sí, pero creciendo.
Y por supuesto parece que él mismo no se ha dado cuenta todavía de que su triunfo pasado vino más dado por el factor coyuntural (crisis económica, susto inicial ante la implantación del carnet por puntos…) que por sus ocurrencias y métodos. Eso o está encantado de sí mismo y no quiere que nadie dude de su mérito.
Entre las reformas actuales que contemplan nuevas y mayores sanciones, destacan la pérdida de 6 puntos por usar el móvil mientras se conduce y la rebaja del límite de velocidad de 100 a 90 km/h en vías secundarias.
Sin perderme en valoraciones de ambas medidas diré que la primera me parece bien aunque algo desproporcionada y la segunda, pura hipocresía. Porque un accidente que se produce a 100km/h es muy probable que también suceda a 90, porque los daños son similares y porque en el fondo, la DGT no quiere que vayas a 90: quiere poder multarte a 96 km/h.
Es recaudación pura y dura. Y no sólo se hace aquí y ahora, sino que es una fórmula de lo más rentable y extendida. ¿Os acordáis de aquella feliz idea de bajar un tiempo el límite de autopista de 120 a 110 km/h? Pues lo mismo, sólo que era aún más difícilmente justificable. No sé qué de ahorrar gasto energético nos dijeron. Tampoco recuerdo la cifra exacta de lo cobrado en multas a conductores despistados a 115, pero fueron un buen puñado de euros para rellenar las arcas públicas.
Y es lo que hay, nos puede gustar o no, como las subidas del combustible, pero habremos de plegarnos a ello.
A lo que es más difícil plegarse es a las formas que este tipo exhibe a la hora de explicar las enormes ventajas de sus reformas, pretendiéndonos tomar por subnormales profundos o, cuanto menos, tontos de remate.
Pues la rebaja del límite de velocidad nos la quiere vender estableciendo comparaciones con Escandinavia, ni más ni menos, cuando España lo más que tiene en común con ellos son tres letras en el nombre de Suecia.
Luego lo quiere “redondear” aduciendo que límites de 100 km/h en vías secundarias sólo los mantienen en la actualidad países “como Rumanía”… y eso, ¿qué tiene de malo?. Nada para la mayoría, aunque creo que él quiere despertar con esa analogía cierto sentimiento clasista.
Y es que además prefiere excluir de su discurso a otros vecinos nuestros “de más postín” como Alemania, Austria, la amiga Irlanda o Polonia. Todos con límites a 100km/h en carretera.
Siguiendo su razonamiento… para él debe lucir mucho más ser como Letonia, Hungría, Estonia o Bulgaria, ¿no?. Por cierto que estos últimos son unos fenómenos, van a 90 en carretera pero tienen el límite de autopista a 140 km/h, como los austriacos.
Y cuando algún compañero le pone frente a la evidencia de que somos minoría en Europa los países que limitamos la velocidad máxima en autopista a 120km/h o inferior (12 a 17 y eso contando de nuestro lado a Reino Unido, Suiza, Malta y Chipre…), dice que la comparación no es válida y que sus cifras de siniestralidad son peores… aunque sea mentira.
Total, que si el fondo de la reforma es discutible, la forma utilizada para justificarla es indefendible. Sé que como “buenos-malos-políticos” (aunque el cargo de Pere sea de segunda fila) no pueden, aunque les vaya la vida en ello, decir la verdad. Por ello, llegado a este punto, yo casi les recomendaría callar. Y que cada uno saque sus propias conclusiones.